No vaya a ser que un niño escuche una rola del “Chapo” y al día siguiente quiera montar un laboratorio en la cochera de su abuelita
¡Vecinas, vecinos!
Ahora sí, váyanse preparando todos para la revolución musical más trascendental desde que nos prohibieron llevar la bocina al microbús. Resulta que en el Congreso de Puebla se encendieron las alertas porque, agárrense, ¡los niños están escuchando narcocorridos! Sí, esos que hablan de balazos, camionetas, joyas, y más glorificación de la violencia que un videojuego sin clasificar. Y como nuestras diputadas y diputados son guardianes del tejido social (cuando no están aprobando nombramientos fast track), decidieron que ya es hora de ponerle freno al “corrido alterado”. No vaya a ser que un niño escuche una rola del “Chapo” y al día siguiente quiera montar un laboratorio en la cochera de su abuelita.
Así es, como lo lee.
La diputada Fedrha Suriano de Movimiento Ciudadano sacó la guitarra legislativa: “Es importante legislar por las niñas y los niños”.
Porque nada protege más a la infancia que una reforma contra la tuba desafiante y la letra con rima de sicario. Ya después, si sobra tiempo, vemos lo de las escuelas sin agua o los hospitales sin medicinas. Por su parte, Marcos Castro del PAN propuso una consulta. Porque si algo nos falta es otra encuesta para preguntar si la gente prefiere que le prohíban las canciones antes que, no sé, que le resuelvan el tema de la inseguridad.
Eso sí, aclaró que hay que tener cuidado para no afectar la libertad de expresión.
O sea, si prohibimos, pero con respeto.
Delfina Pozos del PRI también entró al coro: “Estoy a favor, pero con análisis profundo”, dijo, como si fueran a desactivar una bomba nuclear y no una playlist de Spotify. Lo cierto es que a nadie le preocupa que las niñas y niños estén rodeados de desigualdad, abandono o violencia estructural.
Eso es aburrido y no trae reflectores.
Lo preocupante es que se aprendan la letra del “Corrido del Junior” y luego digan en la escuela que quieren ser jefes de plaza. Y ojo, no estamos diciendo que el narcocorrido sea un ejemplo moral. Pero si la solución es meterlo en la cárcel junto con los reggaetones sucios y los memes ofensivos, vamos a necesitar un reclusorio digital de proporciones épicas.
Además, ¿quién decidirá qué canción glorifica el crimen y cuál es solo “de rancho y dolor”? Porque si vamos a prohibir todo lo que le canta al sufrimiento, la fiesta, los cuernos o las balaceras, se nos va medio catálogo de la música regional… y la otra mitad de Luis Miguel.
No cabe duda que las y los diputados están muy preocupados por lo que se canta, pero poco por lo que se vive.
Y mientras tanto, en algún rincón de Puebla, un niño le pone play al corrido prohibido… y se entera por primera vez de que, en este país, lo ilegal casi siempre se escucha mejor.
Ustedes, ¿qué opinan? * Vecinas, vecinos, nos leemos el lunes.
Acuérdense que el que se enoja pierde.
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