VARIELALIA

Miguel Campos Ramos  ¿Por qué los políticos parecen peleados con los libros? Soy acérrimo defensor de la lectura, de conocer libros. Y los lectores lo saben, pues en este espacio lo he expresado reiteradamente. Una de mis críticas más recurrentes, por ejemplo, es que multitud de libros editados para niños, así como los que se entregan en las escuelas (sobre todo en los niveles de preescolar y primaria), muchas veces no traen los nombres de los autores de las historias o poemas que contienen. Por ejemplo, hay por ahí una antología llamada Titanes de la literatura infantil (espero estar citándolo bien), y cuando se lee el famoso cuento Caperucita Roja, escrito por el francés Charles Perrault, resulta que no viene el nombre de éste, y además, la versión que ahí se lee no tiene nada (o apenas poco) que ver con el original. Es una mezcla de Perrault, los hermanos Grimm, Walt Disney, el Loco Valdés y una versión libre. Consecuentemente los niños crecen sin saber que hubo, alguna vez, un autor llamado Charles Perrault quien escribió ese cuento, inspirado en la tradición oral europea, cierto, pero al que le dio forma literaria, al grado de que se le ha llegado a considerar el primer cuentista moderno. Y, claro, cuando lo citan, simplemente se refieren a “ese cuento” pero sin saber el nombre de quien lo escribió. Esto es, que falta mucha cultura e información literarias. Pero esto es una falla generalizada de la educación en México, no nos engañemos. He dado conferencias ante maestras de nivel preescolar, y les he preguntado, por ejemplo, quién es el autor del cuento “La bella durmiente del bosque”, y más de una ha respondido que ¡Walt Disney! O, también, les he pedido que me digan cómo termina el cuento, y, más concretamente, cómo es que la princesa, convertida en bella durmiente, se despierta, y todas sin excepción afirman que con un beso del príncipe. Y resulta que no es así, pues en la versión original, que también escribió Charles Perrault, la bella durmiente se despierta simplemente porque justo cuando el príncipe está ante ella, mirando solazado su belleza, el hechizo que la condenó a dormir cien años está rompiéndose. En fin, repito, fallas de nuestro sistema educativo, que no nos extrañe ni nos asombre. Y ahora sí que quien esté libre de este delito, que arroje… el primer libro. Consecuentemente, a lo largo de nuestra vida profesional (con honrosas excepciones) somos muy reacios a conocer autores y libros, a comprometernos como lectores gracias a los tres tipos de lectura que hay: panorámica, analítica y crítica. Crecemos, pues, como lo que se denomina “analfabetos funcionales”, esto es, que sabemos leer pero no leemos, y si leemos, lo hacemos mal. Esto trae como consecuencia, en el medio político, que quienes se dedican a esta actividad piensen en todo menos en los libros. A veces, ni siquiera la Constitución es tema de su interés, aunque debiera ser su libro de cabecera. Claro, el demostrar una cultura literaria viste a cualquiera, y eso deberían tomarlo en cuenta. [email protected], www.edicionesmagno.com, twitter: @miguelcamposram, blog: www.elpanoptico.bligoo.com.mx
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