VARIELALIA

MIGUEL CAMPOS RAMOS  Cuidado con la lectura veloz  Existe una clasificación de la lectura en función de su finalidad. Si se busca información general, es “panorámica”; si se pretende comprender, e incluso disfrutar, se denomina “analítica”; y si se busca entrar a las ideas para obtener inferencias y plantear conclusiones, entonces se llama “crítica”. Cada una requiere determinado grado de atención y velocidad al leer. En promedio una persona adulta que posee el hábito, puede leer unas 200 palabras en voz alta, y entre 250 y 275 en silencio. En el caso de la lectura panorámica (que es una lectura “rápida” o “veloz”), probablemente se incrementen estas cifras, pues lo que se busca con ella es información básica, no esencial. Ejemplo, al buscar en un diario si apareció alguna información relacionada con un tema de nuestro interés. Incluso se pueden leer, con vistazos rápidos, dos o más diarios. Se emplea también para buscar libros con los cuales realizar una investigación: en estos casos se echa un vistazo al índice, a la presentación y/o a la introducción, y a la cuarta de forros, y nos formamos una idea para realizar una ficha bibliográfica de referencia. Así, podemos ir a una biblioteca y buscar todos los libros que nos interesen, y mediante una rápida lectura saber si nos son útiles o no. Esto no se puede hacer en el caso de una novela. Ésta hay que leerla de otra manera, analíticamente, comprendiendo la trama y cada palabra (consultando un diccionario), y desde luego captando la esencia de los personajes. Tal lectura será más lenta, más o menos a la velocidad que mencioné al inicio. Es, de hecho, la lectura más utilizada. La otra, llamada “crítica”, es recomendable para aplicarla en obras difíciles, de tipo filosófico o ensayístico, e incluso a libros escolares, pues requieren ir más allá del análisis y de la comprensión: requieren una lectura de fondo que permita normar un criterio respecto a lo leído. Pero volviendo al título de esta entrega, “cuidado con la lectura veloz”. En efecto, no hay que abusar de ella y aplicarla a todo, como ofrecen algunos métodos que garantizan enseñar a leer de 1000 a 2000 mil palabras por minuto, además comprendiéndolas. Corremos el riesgo de que nos suceda como al gran cineasta norteamericano Woody Allen, quien tras haber tomado un curso de lectura veloz declaró: “Ya leí La guerra y la paz, de León Tolstoi. Trata de la invasión de Napoleón a Rusia”. Como se ve, con esa lectura Woody Allen (aunque sin duda bromeaba) redujo una obra de unas dos mil cuartillas a tres datos: título del libro, nombre del autor, y de qué trata. Insisto: no hay que abusar de este tipo de lectura sólo por leer muchos libros para alcanzar la cuota ideal de los 25 que según la UNESCO toda persona culta debe leer al año. A la lectura hay que darle el tiempo que merece. Tengamos presente la postura del escritor argentino Jorge Luis Borges, quien sostenía que leía poco, pero lo poco que leía lo leía mucho. [email protected], www.edicionesmagno.com, twitter: @miguelcamposram, blog: www.elpanoptico.bligoo.com.mx
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