La Pesera, una ruta para capturar el mundo

Un lápiz y un papel, las tintas y el cartón, las cámaras olvidadas, son las mejores herramientas para apropiarse de un barrio como San Antonio  Raquel TORIBIO  PESERA¿Te imaginas poder tomar una fotografía utilizando sólo una botella de vidrio, una caja de zapatos o, tal vez, una simple lata de aluminio? Aún hay más: imagina que tu cámara, hecha con materiales de uso cotidiano, se convierte en un proyecto orientado a que niños y jóvenes desarrollen sus capacidades artísticas y ayudarlos a alejarse del vandalismo, la drogadicción o delincuencia. Ese es precisamente el trabajo impulsado por el colectivo La Pesera, un grupo de autogestión creado hace dos años, pues desde el 2012 impulsa un proyecto de reciprocidad social, es decir, aportar algo a la sociedad, y el beneficiario es ahora el emblemático barrio bravo de San Antonio. Los creadores de este proyecto son la letonesa Agnija Anča y el poblano Nereo Zamítiz, quienes tienen muy claro que a base de materiales sencillos se puede despertar la imaginación, capturar las imágenes de la ciudad y sus habitantes, así como evidenciar su amplio abanico cultural. La otra foto En un recorrido cultural por la ciudad de Puebla, con materiales sencillos de conseguir que despiertan la imaginación, es como el colectivo La Pesera ha logrado capturar imágenes de sus habitantes, sus tradiciones y sus inquietudes. “No hace falta una cámara de 50 mil pesos para hacer algo artístico”, aseguran sus integrantes. Los miembros de La Pesera, como grupo de autogestión, realizan sus propias obras y talleres, pues su trabajo debe “tener un contenido, una propuesta estética”. Con esas premisas, el recorrido desde hace dos años ha sido imparable, y como muestra bastó una parada en el barrio de San Antonio, donde descubrieron los contrastes con los cuales viven sus habitantes. El primer reto en esta intervención en la comunidad fue adentrarse, saber cómo eran los pobladores, sus intereses, pero el camino no resultó sencillo, pues Nereo comenta que en el barrio “antes era cotidiano ver problemas sociales, digamos drogadicción, vandalismo, delincuencia, entre otros, esa situación era el modus vivendi de los vecinos”, por lo tanto, intervenir en este lugar significó llegar y establecerse con sus propios recursos y herramientas y cuestionarse cómo la gente se iba a interesar en su trabajo. Fue entonces que la fotografía se hizo presente. Abordar en San Antonio “El barrio es un lugar de mucha historia y por medio de la fotografía fue como invitamos a los habitantes a documentar su propio entorno; buscamos que la gente hiciera un hincapié al comprender que su barrio es muy valioso”, relata Agnija al exponer que querían mostrar aquellas historias de tradición y de identidad que permitieran a sus habitantes reflexionar sobre su situación social y transformarla. “Queremos que se vea la otra cara de San Antonio. Queremos que la gente, a partir de pocos recursos, pueda hacer algo artístico y bien hecho”, comenta el colectivo, pues muchos de los alumnos en los talleres provienen de hogares de escasos recursos. Sin embargo, eso no significa que el trabajo tenga que truncarse, por el contrario, “buscamos romper el esquema de lo digital en una sociedad que abusa de la tecnología y llega a banalizarla. Utilizamos la tecnología como una herramienta que nos permite conjuntar proyectos con técnicas analógicas, algunas casi en desuso y otras vistas como obsoletas”. LLegamos al museo Así, el colectivo busca resignificar materiales mínimos y cotidianos para crear arte. Esto se refleja en los talleres que imparte, tales como fotografía digital y análoga, electrónica, cianotipia y estenopeica, esta última ha demostrado que a partir de sencillos materiales, como cajas de cartón, latas y botellas de vidrio, los niños pueden crear y capturar imágenes cuya exhibición no se ha limitado únicamente en el barrio, pues La Pesera sube a bordo el trabajo fotográfico que realizan los alumnos para llevarlo a recintos formales como Capilla del Arte, Fototeca “Juan C. Méndez”, entre otros. “Se trata de vincular las comunidades perimetrales del centro de la ciudad con instituciones culturales y, a su vez, llevar recursos culturales para que los habitantes los aprendan, se involucren y transformen su comunidad”, señalan. La ruta continúa A raíz de esta vinculación, La Pesera ha contribuido para que los espacios culturales y de esparcimiento poco a poco ganen terreno, “los habitantes querían hacer un centro comunitario, pasó el tiempo y el espacio se habilitó, así siguen creando comunidad, además, integran acciones junto a otros colectivos en este lugar, tales como la creación de las Bibliotecas Tamaleras, Torneos de Futbol de Barrios, grafiti, hip-hop. Nereo señala que, a pesar de ubicarse muy cerca del primer cuadro de la ciudad, las cuestiones de violencia no permiten que los jóvenes conozcan más allá de su propio barrio, por eso es la necesidad de acercar la cultura. De esta manera, el lenguaje para crear actividades artísticas se vincula con el arte urbano, el hip-hop y el grafitti, pese a su estigmatización, desarrollan la capacidad creativa de un niño o joven, “es una forma de ver el mundo de otra manera, y así se rompe con la cotidianeidad de la violencia”, proponen Agnija y Nereo. De esta manera, el colectivo sigue trazando la ruta, y en el camino, las imágenes que niños y jóvenes poblanos capturan construyen una historia de la ciudad.
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