“La crónica mantiene con el lector un pacto de verdad”
La presidenta del PEN México estará el fin de semana en Puebla para impartir el taller Crónica para reconstruirnos
Para Magali tercero, presidenta del PEN México, la crónica, madre de la historia, es memoria. Al respecto comenta que "una buena escritura hecha desde el amor al lenguaje, propicia la mejor comprensión de los temas desde un lugar muy importante: el corazón". A propósito de la participación de la periodista y escritora, especializada en crónica, en el Centro de Producción de Lecturas, Escrituras y Memorias (LEM), donde este fin de semana imparte el taller Crónica para Reconstruirnos, El Popular, diario imparcial de Puebla tuvo la oportunidad de contactarla y comentó al medio, desde su experiencia como una de las cronistas latinoamericanas más reconocidas, lo que las letras pueden ofrecer y cómo este género encara la realidad. Para la escritora, ganadora de los premios Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez (FIL 2010) y de Excelencia Periodística en crónica (SIP 2007), las letras pueden decir "todo lo que quepa en un corazón humano".
La crónica tiene una forma peculiar de narrar, ¿qué es lo que la convenció para adentrarse en este género? -La crónica es un género narrativo, es la madre de la historia y el resultado de nuestro amor por contar historias. Los seres humanos contamos antes que nada con la crónica oral, un arte que ejercemos con mayor o menor fortuna entre nuestros seres queridos. Como hija de dos periodistas, QEPD, viví rodeada de libros y cronistas como Jorge Ibarguengoitia y Vicente Leñero; además de escritores mexicanos e internacionales, lo cual fue fundamental. García Márquez ha hablado de escribir cuentos reales. Creo que una crónica, desde un margen de intimidad si está muy bien escrita y estructurada, es un cuento real. Hay diferencias, desde luego, entre literatura y la crónica. Como decía el novelista Martín Solares, en alguna de esas discusiones deliciosas que llegan a armarse en Facebook, el cuento borda sobre la imagen, además de la historia. La crónica sirve para construir una historia, pero mantiene con el lector un pacto de verdad.
Como periodista y escritora, ¿cómo marcaría usted la diferencia entre una crónica periodística y una historia de vida? -Comienzo a aprender sobre las historias de vida gracias a la invitación de LEM. Creo que si una persona escribe su historia personal, no sólo desde el testimonio, sino con las herramientas usadas por del periodismo para contar historias de la comunidad (microcosmos y macrocosmos), el texto puede crecer mucho.
¿Qué tan fiel a la historia puede ser una crónica periodística? -La crónica periodística y la crónica literaria se deben a la verdad. Los autores con imaginación literaria, esa es la gran diferencia entre ellos y los autores periodísticos, transforman la realidad sin darse cuenta. No mienten, necesariamente, aunque ya contaré durante el curso alguna historia sobre García Márquez, a quien se le ha reprochado escribir periodismo imaginario. Hay incluso tesis neoyorkinas sobre el tema. Me causa mucha gracia. Era un escritor de pies a cabeza y también un periodista de cepa, qué le vamos a hacer.
Desde su quehacer, ¿cómo es que la escritura puede encarar problemáticas sociales, digamos la impunidad, y aportar no sólo a visualizarlas, sino a minimizarlas? -El reportaje, narrativo o no, es un gran instrumento. Una buena escritura, hecha desde el amor al lenguaje, propicia la mejor comprensión de los temas desde un lugar muy importante: el corazón. Un buen reportaje siempre hará visible la realidad, y la misión del periodismo es dar testimonio sobre lo que no debiera ser.
Si en un punto pudiéramos emparentar a la crónica con el documental, ¿cuáles serían los elementos intraducibles para la crónica en la pantalla? -Es una pregunta difícil, pero definitivamente la crónica y el documental son primos hermanos. De hecho, gracias a Luciana Kaplan, directora de Documental en el Centro de Capacitación Cinematográfica, he podido dar un curso de crónica que se imparte simultáneamente con un experimentado documentalista. La primera parte consiste, para los alumnos, en escribir la crónica que dará lugar al guion de su ejercicio. La segunda, de la mano del profesor documentalista, implica realizar un corto basado en una historia real investigada por los alumnos durante la etapa dedicada a la crónica.
En este contexto, ¿qué más tienen que decir las letras, además de la verdad? -¡Tantas cosas! Todo lo que quepa en un corazón humano.
Un punto central en LEM es el de la recuperación de la memoria, y evidentemente la crónica es un género que la aborda. Desde su experiencia, ¿cómo comenzar a enfrentarnos a nuestra propia historia, como individuo? -Sólo he escrito una vez sobre mi propia historia o, más bien, sobre mi historia personal. En mi libro Cuando llegaron los bárbaros. Vida cotidiana y narcotráfico tuve que contar, para dar contexto sobre la historia de Sinaloa, un fragmento de vida de mi abuelo asesinado en 1941. La crónica, madre de la historia, es memoria. Sin memoria no somos nada. La memoria nos da un nombre. Sin nombre no existimos. La historia de mi abuelo comenzó siendo un fajo de 30 páginas escritas en primera persona. Les juro que chorreaba miel. Decidí entonces escribirla en tercera persona y quedó en seis páginas. Costó mucho trabajo pero quedó ceñida y elocuente. Cada caso es distinto, por supuesto.
¿Se puede enseñar a hacer historias de vida? -Más que enseñar, es posible conducir los esfuerzos de otros, aportar la visión crítica que otorgan la experiencia al texto de otra persona. Por supuesto, con todo el respeto del mundo.
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