Claudia Marcucetti: Contar la verdad desde la mentira

Adelanta, en exclusiva, que para su próxima novela piensa en darle su propio espacio a su personaje Sofía, aparecido en Dónde termina el mar

Claudia Marcucetti: Contar la verdad desde la mentira
Magdiel OLANO | Claudia Marcucetti Pascoli Claudia Marcucetti: Contar la verdad desde la mentira

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A partir de una profunda reflexión, un reencuentro y una situación límite que obliga a actuar, es como la escritora italiana radicada en México, Claudia Marcucetti se adentra en el tema de la senectud, ese momento de la vida estigmatizado, en el que lo que se ha hecho parece casi irremediable.

En su última novela Dónde termina el mar, publicada bajo el sello editorial Planeta, la escritora da vida a Aurelio Autieri, un cazador de ballenas y aventuras, sin escrúpulos. Valiéndose de acciones, el viejo emprende un viaje que lo lleva de Italia a Miami, de la mano de su casi desconocido hijo Antonio, quien le resulta casi un desconocido y que, junto a su esposa, ha hecho de la simulación una manera de sobrellevar la soledad acompañada en la que vive, y de soportar el dolor que les significa ser padres de Sofía, una adolescente darketa y autodestructiva que se autolesiona.

"De alguna manera, la vejez es una oportunidad para remediar ciertas cosas y creo que lo es para todos nosotros", aseguró en entrevista exclusiva para El Popular, diario imparcial de Puebla, Marchetti Pascoli acerca de su obra.

La también autora de Los Inválidos y Heridas de agua, platicó con este medio sobre ese momento biográfico que la llevó a desarrollar la historia. Además, adelantó en exclusiva que para su próxima novela piensa en darle su propio espacio a Sofía, un personaje de este libro.

La novela tiene un tema subyacente que lo atraviesa, relacionado con una, diríamos, situación límite: la senectud. ¿De dónde nace la necesidad de escribir Donde termina el mar?

-Cuando comencé no tenía idea que iba a ser una novela, fue un desahogo a una situación que viví en lo personal. No hablé con mi padre por casi 20 años, recibí una llamada, de pronto él estaba en un hospital en Italia y yo estaba en México; después de reflexionar brevemente tomé el avión y fui. En este momento de choque que tuve, de las primeras reflexiones surgieron las ganas de poner yo misma por escrito estas vivencias(...), en el inter no tenía mucha cabeza para escribir una novela, pero tomaba apuntes y platicaba con mi papá de anécdotas, cuando él murió ya no tenía a quién preguntarle cómo fue la historia real. A raíz de eso empecé a construir mentiras, porque es lo que hacemos los que hacemos ficción, vamos reconstruyendo la realidad a nuestro antojo: tratar de contar verdades a través de las mentiras.

A través de Aurelio, el texto lleva a reflexionar sobre cómo enfrentarse a esta condición "irremediable" que es la vejez. ¿Tenías esa intención desde el inicio?

-Cuando tomé la decisión consiente de escribirla, sí quería, sí quería reflexionar sobre la vejez y sin embargo hay comentarios que esta novela en realidad no es una novela sobre la vejez en el sentido de que, sí hay una intención mía, un pronunciamiento de qué es la vejez para mí, pero al final no necesariamente es lo único que hay.

El mismo Aurelio, a sus 80 años, abandona la reflexión filosófica y se decide a actuar, ¿cuál dirías es lo que lleva hacer esa diferencia sustancial?

-Normalmente me gusta mucho la reflexión en las novelas, ésta tiene mucha más acción, y es un poco simbólico eso porque viene de una profunda reflexión al final. La acción que viene de este viejo que ya pasó casi 40 años de introspección del tren de vida que llevaba, del trotamundos que fue y pasó a retirarse a través de algo grave que sucedió en su vida, luego decide actuar y cambia totalmente la perspectiva de su vida y su perspectiva de vejez. Creo que es un salto que me gusta mucho, también como diferenciación de mis otras novelas.

En cuanto al discurso narrativo, transita en una temporalidad pasado-presente...

-Sí. Tiene que ver con que, yo creo que yo quería entender al personaje, y para entenderlo necesitaba irme al pasado. Y además era justamente crear un discurso narrativo más tenso. Se alternan los capítulos del presente y del pasado, porque son dos historias que si bien se juntan en diferentes puntos, pueden ser independientes. Hay una historia en el presente que es la vejez, y una historia en el pasado que te remite a entender por qué llegó a esa vejez solitaria, abandonada.

En algún momento mencionas "La vida es una ilusión que puede terminar en cualquier momento". Ante esta fragilidad de la existencia, ¿cómo romper estigmas de lo que se puede/debe hacer, sobre todo en la edad adulta?

-Yo creo que leyendo esta novela es una buena manera. Muchos ancianos me dicen que no la quieren leer porque les da miedo lo que los va a llevar a hacer, pero justo la tienen que leer para ver lo que todavía son capaces de hacer. Creo que mientras no perdamos facultades, sin duda tenemos todavía un mundo por delante, incluso con facultades perdidas en los espacios donde todavía podemos colarnos y mantenernos vivos, creo que es importantísimo aprovecharlo porque la vida es una sola y hay que vivirla a todo.

¿Qué te ha dejado la escritura de esta novela?

-Era una novela en la cual no creía tanto. Hay novelas en las que uno deja el alma y es la razón por la que cree que debe tener aceptación, en esta yo no tenía tantas esperanzas y sin embargo ha tenido una gran recepción, grandes comentarios, y me va dejado en lo personal la satisfacción de haber cumplido un cometido muy personal que es rescatar mi relación con mi padre, lo que pasó y cómo se cerró el ciclo con él. Siempre es algo que digo a los posibles lectores, ojalá y esta novela si de algo puede servir, además de entretenerlos, sea para hacerlos reflexionar, ponerlos a actuar.