Escribir desde el dolor: Madame Curie

Rosa Montero ha logrado una peculiar forma de narrar la vida de la científica Marie Curie a través de su libro La ridícula idea de no volver a verte

Hace unos días se hizo el lanzamiento oficial del tráiler de la película Radioactive, sobre la vida de Marie Curie, interpretada por Rosamund Pike y dirigido por Marjane Satrapi, dos mujeres con una importante historia en el cine.

La actriz tiene un gran reto por delante: reflejar el carácter “radioactivo” de Madame Curie, la seriedad que siempre la caracterizó desde muy joven, pero que era el resultado del amor por la ciencia, de una pasión tan grande por su trabajo que incluso la llevó a morir por él.

A propósito de esta cinta, es importante mencionar un libro que va más allá de las tradicionales biografías de la científica más famosa de la historia. Se trata de La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero.

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El “tejido”

Rosa Montero aborda la vida de Marie Curie desde un ángulo muy singular: el sufrimiento. Sin embargo, lo va tejiendo con sus experiencias, sus ideas y hasta su propio dolor; en una especie de acompañamiento del duelo, pues ambas perdieron al amor de su vida.

La autora le dice a Curie “yo te entiendo”. Montero entiende la pérdida tan pronta del esposo, el vacío y la tristeza, pero también entiende la lucha por destacar en un mundo machista que limita a las mujeres, que les dice “tú no puedes hacerlo”.

A partir de fragmentos de Los diarios de Madame Curie, Montero se sumerge en el dolor de la científica tras la muerte de su esposo Pierre Curie. Y revela detalles íntimos, trágicos y hasta morbosos, como aquél en el que cuenta que Marie guardó en un pañuelo restos de los sesos de su esposo, los cuales recogió del pavimento después de que Pierre fue atropellado por una carreta.

Montero enlaza la vida de Curie con su propia biografía, crea una charla entre ambas, le presta su voz y traduce el sufrimiento de la científica con sus propias palabras:

“El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja, estás de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la palabra.”

La escritora cuestiona también los obstáculos a los que se enfrentó Marie por ser mujer, como no poder subir al estrado a recibir su primer Nobel y que sólo su esposo pudiera hacerlo; o que le negaran asistir a la entrega de su segundo galardón porque la acusaban de poseer una moral reprobable por tener un amante.

La autora se da cuenta entonces que no han cambiado mucho los estigmas para las mujeres, y que a la par siguen existiendo otros elementos tradicionales que frenan la creatividad femenina, trampas culturales como el cuidado de la familia o la culpa por ser exitosas.

Montero describe a Marie como maniática, perfeccionista y testaruda, cualidades que en un hombre serían admirables y hasta aplaudibles, pero que en una mujer son señaladas como locura.

La narrativa de Rosa Montero acerca a lo humano de Madame Curie, a que el lector se identifique con sus dudas y vacilaciones, pero también con su pasión y entrega por la ciencia.

La historia

Marie Curie nació en 1867, cuando Polonia no existía como país, pues estaba dividido entre Rusia, Austria y Prusia.

Marie (su nombre de soltera era Marya Sklodowska) creció en el contexto de la represión rusa, en la que se le prohibía hablar su lengua, estudiar su historia y que las mujeres asistieran a la universidad. Los lugares de las mujeres de clase media con cierta independencia eran limitados a monja, prostituta o viuda.

Marie estudió en París dos licenciaturas: física y matemáticas; cuando estaba por doctorarse, se hizo el descubrimiento de los rayos X, un campo novedoso que ella eligió para investigar. Así descubrió y midió la radiactividad, además, del polonio y del radio. Desde muy joven siguió el positivismo de Comte y puso en el centro de su vida a la ciencia.

Ganó dos premios Nobel: uno de Física (1903), junto con su marido Pierre Curie; y otro de Química (1911), en solitario.

Su hija mayor, Irene, ganó en 1935 un premio Nobel de Química, la segunda mujer en obtenerlo, 32 años después que su madre.

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