El Vaticano publicó “Fratelli tutti”, la tercera encíclica del Papa Francisco

La Santa Sede presentó oficialmente este domingo 4 de octubre la carta, subtitulada “sobre la fraternidad y la amistad social”. El texto completo.

El Papa Francisco firma su última encíclica, titulada Fratelli Tutti (Hermanos Todos), en la cripta donde San Francisco de Asís está enterrado en Asís, Italia, el 3 de octubre de 2020.

El Papa Francisco firmó la encíclica en el Convento de San Francisco de Asís, ayer sábado 3 de octubre, junto a la tumba del santo cuya fiesta la Iglesia celebra hoy. En la presentación, que tuvo lugar en el Aula Nueva del Sínodo, el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, explicó que el Pontífice pone de relieve en su encíclica que “la fraternidad no es una moda que se desarrolla en el tiempo, si no la manifestación de actos concretos”.

Fratelli Tutti (Hermanos todos) es la respuesta que ofrece el Papa para construir “un mundo más justo y fraterno en sus relaciones cotidianas, en la vida social, en la política y en las instituciones” y no perder esta oportunidad sobre todo tras la pandemia de coronavirus.

El extenso documento que lleva el título de una frase de San Francisco de Asís, dividido en ocho capítulos, reflexiona sobre cómo la emergencia sanitaria mundial ha servido para demostrar que “nadie se salva solo” y que ha llegado el momento de que “soñemos como una única humanidad” en la que somos “todos hermanos”. Se trata de un documento que recoge el legado del mensaje del papa en este pontificado, ya que se trata de un resumen de los varios documentos y pensamientos que ha ido desgranando en estos siete años.

La primera parte de la encíclica habla de “las sombras de un mundo cerrado” y pone como ejemplo que al inicio “tomó fuerza el anhelo de una integración latinoamericana y comenzaron a darse algunos pasos. En otros países y regiones hubo intentos de pacificación y acercamientos que lograron frutos y otros que parecían promisorios”. “Pero la historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos”, escribe Francisco.

Lamenta además que “en varios países una idea de la unidad del pueblo y de la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida del sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales”. Describe además los males de nuestro tiempo: el desempleo, el racismo, la pobreza; la desigualdad de derechos y sus aberraciones, como la esclavitud, la trata, las mujeres y el tráfico de órganos.

No existe guerra justa y hay que reformar la ONU

En otro apartado, el papa Francisco afirma que hoy en día “es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible guerra justa”, a pesar de que en el catecismo se hable de la posibilidad de la legitima defensa mediante la fuerza militar".

Advierte que “se están creando nuevamente las condiciones para la proliferación de guerras” y que “si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y los pueblos”.

Añade que “a partir del desarrollo de las armas nucleares, químicas y biológicas, y de las enormes y crecientes posibilidades que brindan las nuevas tecnologías, se dio a la guerra un poder destructivo fuera de control”

Y entonces, a pesar de lo escrito en el catecismo, afirma que “ya no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya”.

“Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!” Ante ello, el pontífice argentino urge "a una reforma “tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones”.

Los derechos no tienen frontera

La encíclica de Francisco propone como respuesta a estas “sombras” del mundo con el ejemplo de la parábola del Buen Samaritano en la que “todos estamos llamados a estar cerca del otro, superando prejuicios, intereses personales, barreras históricas o culturales”.

El Papa reitera el concepto de que los derechos no tienen fronteras y por tanto “nadie puede quedar excluido, no importa dónde haya nacido, y menos a causa de los privilegios que otros poseen porque nacieron en lugares con mayores posibilidades”. “Los límites y las fronteras de los Estados no pueden impedir que esto se cumpla. Así como es inaceptable que alguien tenga menos derechos por ser mujer, es igualmente inaceptable que el lugar de nacimiento o de residencia ya de por sí determine menores posibilidades de vida digna y de desarrollo”, destaca

Una parte importante de la encíclica está dedicada a los migrantes. Francisco denuncia que “tanto desde algunos regímenes políticos populistas como desde planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes. Al mismo tiempo se argumenta que conviene limitar la ayuda a los países pobres”.

“No se advierte que, detrás de estas afirmaciones abstractas difíciles de sostener, hay muchas vidas que se desgarran”, lamenta Francisco.

Para colmo, añade Francisco, “en algunos países de llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma”.

Sin embargo, para el Papa, “son una bendición, una riqueza y un nuevo don que invita a una sociedad a crecer” y pone el ejemplo de que “la cultura de los latinos es “un fermento de valores y posibilidades que puede hacer mucho bien a los Estados Unidos” o que “en Argentina, la fuerte inmigración italiana ha marcado la cultura de la sociedad, y en el estilo cultural de Buenos Aires se nota mucho la presencia de alrededor de 200 mil judíos”.

Señala algunas “respuestas indispensables” especialmente para quienes huyen de “graves crisis humanitarias”: aumentar y simplificar la concesión de visados; abrir corredores humanitarios; garantizar la vivienda, la seguridad y los servicios esenciales; ofrecer oportunidades de trabajo y formación; fomentar la reunificación familiar; proteger a los menores; garantizar la libertad religiosa y promover la inclusión social.

El libre mercado no soluciona todo

La tercera encíclica del papa, tras “Lumen fidei” (2013), iniciada por el papa Benedicto XVI y “Laudato si” (2015) sobre la defensa de la Creación, propone "una política centrada en la dignidad humana y no sujeta a las finanzas porque “el mercado solo no resuelve todo”.

Los “estragos” provocados por la especulación financiera lo han demostrado, explica. “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”, añade.

Francisco aboga entonces por “volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos”.

También reflexiona sobre las palabras “popular” y “populista” en política. Explica que “hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad”, pero que a veces “deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder”.

“Otras veces se busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población. Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad”, denuncia

La presentación

 

El Cardenal Parolin indicó que el objetivo de esta encíclica firmada en Asís por el Papa Francisco “es un recorrido ascendente determinado de la subsidiariedad que, partiendo de la individualidad, abraza la familia, la sociedad”. “Es necesario hacer crecer no solo una espiritualidad de la fraternidad, sino una estructura internacional eficaz”, insistió. También destacó que el Papa en la encíclica no es ajeno a los desafíos que plantea la pandemia en curso de coronavirus. De hecho, el Papa emplea como argumento “la experiencia de la pandemia, que ha puesto en evidencia nuestras carencias”.

Parolin puso de relieve que en la carta se muestra la “abierta contradicción entre el bien común y la actitud de dar prioridad a los Estados”. Frente a ello, “la fraternidad se convierte en el instrumento para realizar un bien común verdaderamente universal”. “Se hace un llamado a la responsabilidad individual y colectiva” y se recuerda que “proclamarnos hermanos no basta”, sino que hacen falta acciones concretas.

Asimismo, el Cardenal hizo hincapié en que “por medio de la cultura de la fraternidad, el Papa Francisco llama a amar a los demás pueblos, a las demás naciones como la propia”.

Además de Parolin participaron en la conferencia de prensa el presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, Cardenal Miguel Ángel Ayuso, el secretario general del Alto Comité para la Fraternidad Humana, Mohamed Mahmoud Abdel Salam, la profesora de la universidad de Durham (Reino Unido), Anna Rowlands, y el fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, Andrea Riccardi.

En su intervención, el Cardenal Miguel Ángel Ayuso reflexionó sobre el papel del diálogo interreligioso en la fraternidad. Señaló que “el diálogo interreligioso está en el corazón de las acciones del Papa Francisco” y llamó la atención sobre el hecho de que “el título mismo de la encíclica expresa un claro deseo de dirigirse a todos como hermanos”. “Somos todos hermanos, nadie está excluido”, repitió el Cardenal. “El camino de diálogo entre personas de diversas tradiciones religiones no comienza ahora”, argumentó, “sino que está en los mismos orígenes de la Iglesia y profundiza sus raíces en el Concilio Vaticano II”.

El Papa “ha abierto una nueva puerta para que el oxígeno de la fraternidad pueda entrar entre personas de diferentes creencias religiosas, entre creyentes y no creyentes, y entre todas las personas de buena voluntad”. Afirmó que “el creyente es testigo y portador de valores que pueden contribuir en gran parte a la construcción de sociedades más sanas y más justas”. “Se trata de dar pasos concretos junto con los creyentes de otras religiones y las personas de buena voluntad con la esperanza de que todos podamos ser llamados a ser mensajeros de paz y constructores de comunión”.

“Dios es creador de todo y de todos y, por lo tanto, todos somos miembros de una misma familia. Ese debe ser el criterio para pasar de la mera convivencia a una verdadera fraternidad”. Además, aseguró que “la fraternidad puede convertirse en el camino de todo credo religioso”.

En definitiva, “el objetivo del dialogo es trabajar entre la colaboración entre creyentes para obtener el bien de todos luchando contra tantas injusticias que afligen el mundo, y luchando contra todo tipo de injusticia”.

Por otro lado, Andrea Riccardi destacó que en la encíclica “la fraternidad se mide con la guerra”. También afirmó que “la mirada de la fraternidad no es nunca miope”. El Papa “expresa con claridad la experiencia de humanidad de la Iglesia: toda guerra deja el mundo peor que como lo encontrar. La guerra nunca hace el mundo mejor”. También criticó a los nacionalismos y populismos que “exaltan el valor de un grupo contra los otros”.

Criticó la tendencia “a desacreditar la estructura de diálogo que previenen los conflictos” y destacó que el Papa considera la guerra como “la derrota de la política y de la humanidad”. “La guerra se convierte en madre de toda pobreza, y se convierta en una escuela maléfica para los jóvenes”. Frente a ello, “la encíclica llama a cada uno a su responsabilidad, recuerda que cada uno es responsable de la paz”. “No podemos limitarnos a ser espectadores, es obligación de todos la construcción de la paz”. “Si tantos en el mundo pueden trabajar por la guerra, muchos pueden trabajar como artesanos de la paz”, insistió. “Aquí el papel de las religiones es fundamental”, al diálogo entre religiones porque “las religiones nunca son instrumento de la guerra, y si lo son es por su manipulación”.

En su intervención, Anna Rowlands dijo que “la idea de que cada criatura tenga origen en Dios Padre, y que en Cristo nos hayamos convertido en hermanos, es una de las más antiguas de la humanidad”. Argumentó que “el hecho de que un tema así de antiguo se proponga de nuevo con esta urgencia se debe al temor del Papa de que se produzca una ruptura en la idea de que todos somos responsables de los demás”.

Por último, Mohamed Mahmoud Abdel Salam aseguró que la encíclica es “un rayo de luz para el mundo entero” y destacó que se trata de una “encíclica fuerte y valiente” que llama a “afrontar el racismo, la discriminación, el odio”.

 

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