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Canoa no se arrepiente A 44 años del linchamiento

Canoa no se  arrepiente A 44 años del linchamiento
Canoa no se arrepiente A 44 años del linchamiento

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Memorias del Crimen

**Habitantes comienzan a admitir su participación, aseguran que sólo defendían su fe  Víctor HERNÁNDEZ  SAN MIGUEL Canoa.- Han pasado 44 años desde aquel 14 de septiembre de 1968, fecha que marcó para siempre a esta junta auxiliar y a sus habitantes, quienes a pesar de nacer varios años después, hoy tienen que vivir con el estigma de gente peligrosa y problemática. Después de ese día, tras el asesinato de cuatro personas, dos de ellas trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), la localidad quedó en el olvido durante más de una década. San Miguel Canoa se encuentra a escasos 20 minutos de la capital de Puebla, pero después de lo que la gente denomina “el suceso”, pasaron 15 años para que el gobierno del estado o el Ayuntamiento le brindara apoyo al pueblo, simplemente no existía. Apenas 6 años antes, en 1962, San Miguel Canoa era un municipio, pero precisamente en ese año perdió la municipalidad y pasó a formar parte de la ciudad de Puebla como junta auxiliar, lo mismo que San Felipe Hueyotlipan, Ignacio Romero Vargas, Sebastián Aparicio, entre otras. Poco después, los 10 barrios que la componían dejaron de serlo y se volvieron secciones por decisión del cura Arcadio Muñoz. En aquel entonces, para los habitantes, el sacerdote del pueblo tenía mayor jerarquía que el propio presidente auxiliar. Félix Pérez García nació en 1973, cinco años después de la matanza, hoy trabaja como secretario de la presidencia, es la mano derecha del edil, José Tomás Salomón Pérez Marcial, y aunque no vivió el incidente como tal, recuerda las historias que le contaban su abuelo y sus tíos paternos. “Mi abuelo me contaba que el cura, Enrique Meza Pérez, era visionario, preparado y quería mucho a San Miguel Canoa. Cuando él llegó, se vivía en la serranía, no había servicios públicos, ni forma de comunicarse y él nos ayudó a todo eso, quería que progresáramos”, refirió Félix. Cuentan que Meza Pérez (el cura involucrado en la matanza), al darse cuenta de las condiciones en que vivían los habitantes de Canoa, se puso en contacto con un amigo suyo -Pepe Soto- de origen español, a través de quien gestionó ante las autoridades la construcción de la carretera, y la dotación de servicios como agua, luz y teléfono. Ahí, consideran, fue donde comenzó todo. Enrique Meza terminó de edificar la iglesia del pueblo, pero nada era gratis, a los pobladores se les pidió cooperar, aportar para el progreso de la junta auxiliar y en ocasiones no sólo debían aportar dinero, sino que eran obligados a hacer faena. Se les pagaba con arroz y frijoles, pero no había forma de conseguir suficiente dinero para las cooperaciones, pues la mayoría de la gente se dedicaba a la venta de leña y carbón, no les alcanzaba y tomaron una decisión. La gente comenzó a salir de Canoa, inmigraron hacia otras juntas auxiliares, otros formaron nuevas colonias y eso Enrique Meza lo vislumbró como la disminución de feligreses de su iglesia, cosa que dicen, no le gustó en lo absoluto. Lejos del mundo Félix Pérez recuerda que su abuelo y sus tíos le decían que el mundo para San Miguel Canoa, no existía, “nadie sabía qué era la televisión, menos las olimpiadas, nadie compraba el periódico o escuchaba noticias, es más, me atrevo a decir que el uno por ciento de la población de entonces, hablaba español, el resto se comunicaba en náhuatl”. Sin embargo, el único que tenía acceso a una televisión y a los periódicos, era el cura, quien estaba al tanto del movimiento comunista y encontró en él la forma de evitar que la gente del pueblo se continuara yendo a otros lugares. “Les dijo que los comunistas eran malos, que tarde o temprano llegarían a apoderarse de sus casas, de sus mujeres, que violarían a sus vírgenes, pero que lo peor era que se adueñarían de su iglesia, que destruirían a sus santos para ellos ocupar su lugar, y así los convenció de quedarse”, relata Pérez García. El resto de la historia se conoce, es algo que los marcó para siempre y que creen, nunca se podrá olvidar en el colectivo social. “Cuando llegas a la capital a pedir trabajo o a veces solamente de visita, te preguntan de dónde vienes y con sólo mencionar Canoa, la gente nos dice que somos peligrosos, y comienzan a hablar del suceso”. Segunda parte En la segunda parte, Félix Pérez García relata lo que en Canoa conocen como “la verdadera historia” del linchamiento, la persecución de los agresores, la historia contada por la película y la situación que vive el pueblo, que, a decir de sus habitantes, “sólo defendían su fe”.