Poblanas se empoderan a través del cultivo de café

Una cooperativa impulsa la producción de café en la Sierra Norte como forma de sustento ecológico.

Puebla acoge una cooperativa cafetera de 29 mujeres que se unieron hace un año y medio para optimizar cada paso del proceso de producción de café, desde la siembra hasta la molienda húmeda, como vehículo de mejora económica y social.

La Cooperativa de Café de Totonacapan, ubicada en la Sierra Norte, ayuda a las mujeres para que sean administradoras de su propia parcela y para que cultiven con las mejores prácticas de café.

El objetivo final de la agrupación de mujeres es que sus familias tengan un sustento digno y sus hijos puedan acceder a una educación y un futuro mejor mientras se perpetua el cultivo de café, un patrimonio de esa zona montañosa.

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Olimpia Gabana, una de las integrantes de la cooperativa de Totonacapan, mantiene a sus dos hijos por su cuenta, después de que su marido emigrara al extranjero.

Desde entonces, Gabana, que habla totonaca y español, asumió la rutina de levantarse cada día a las 4.00 horas de la mañana para atender su parcela cafetera y ocuparse de las cosas de su casa.

"Me voy al molino a esa hora para preparar mis tacos del día, hago mi quehacer de la mañana y me voy al rancho a cuidar mi café. Regreso a casa en la tarde y sigo con el quehacer", explicó la agricultora de 43 años.

La labradora heredó el terreno de su madre, y se dio cuenta de su potencial para hacerlo rentable al ingresar a la cooperativa y participar en las diferentes capacitaciones que allí se llevan a cabo, entre las que se encuentra el programa Prácticas C.A.F.E. de Starbucks, orientado a mejorar las prácticas agrícolas y de administración básica.

"Me regalaron plantas de variedad Marsellesa, entonces empecé a tumbar los árboles viejos afectados por la roya, un hongo que ataca y enferma a las plantas de café, y empecé a renovar, sembrar las plantas nuevas y ahorita mi parcela está muy bonita", explicó.

Gracias al esfuerzo de Gabana, su hijo mayor, de 25 años, estudia una maestría en gastronomía en Puebla, y su hijo menor, de 19, está aprendiendo mecánica automotriz.

Otra de las mujeres totonacas de la Cooperativa de Café de Totonacapan, Natalia Simón, posee 2,25 hectáreas de campo junto a su marido, quien tuvo que emigrar hacia la ciudad hace cuatro años cuando la plantación sufrió una grave devastación.

Desde entonces, esta campesina, que solo habla la lengua totonaca, se unió a la agrupación empresarial y trabaja para recuperar la productividad de su finca, lo que le permitiría vivir junto a su marido y construir una casa para su hija adolescente.

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