Raspados, tradición que se derrite

Raspados, tradición  que se derrite
RASPADOS1 Raspados, tradición que se derrite

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**José Cárdenas, vendedor ambulante, es testimonio de una tradición que se derrite entre el alza de insumos, lo que atenta con la supervivencia de su profesión  Alberto BENÍTEZ RASPADOS1 JOSÉ CÁRDENAS es un poblano de 52 años que se dedica a la venta de raspados, uno de los oficios más tradicionales de Puebla. Este producto consiste en un delicioso refresco formado por hielo cuidadosamente troceado al que se le añade sirope o jarabe de varios sabores sobre su superficie para proporcionarle un inconfundible sabor. A diferencia del resto de compañeros de profesión, José lleva apenas seis meses en el negocio. Admite, con una sonrisa, que por desgracia han sido las necesidades económicas y la falta de trabajo los factores que le han empujado a dedicarse a ello. Explica, con sumo cariño, que la venta de raspados es una tradición que ha tenido mucho peso en su familia, y que, debido a ello, con lo difícil que está la vida tuvo que aprender de sus allegados los mejores trucos de este humilde trabajo para dedicarse con garantías también a él. “La difícil situación que muchas personas vivimos en Puebla provoca que tengamos que dedicarnos a veces a cosas que antes ni nos planteábamos”, lamenta José mientras raspa con su cepillo un enorme bloque de hielo. Sin embargo, cuando se le pregunta sobre la elaboración de sus productos, cambia radicalmente a un tono más amable y dedicado, que denota que, a pesar de llevar poco tiempo en el oficio, lo realiza con total entrega y dedicación. “La preparación es fundamental, es como la comida. Unos lo preparan de una manera y otros de otra. Cada persona le da su toque. “El mío es el sabor, que tenga un buen jale. Si vas a comer memelas y te gusta la salsa, regresas, y si no, no. En mi caso es igual, la clave es mi salsa”, comenta con orgullo mientras llena un vaso de plástico de hielo recién raspado. Tradición añeja El vendedor ambulante cuenta que la tradición viene desde muy antiguo. “En Izúcar de Matamoros era típico”, comienza a relatar, pero se ve obligado a realizar una pausa para señalar a un cliente que por hoy ya se acabaron. “A un familiar le iba excelente y me convenció para que continuara con la tradición”, explica. Agridulce Pero en el oficio de los raspados no es todo tan dulce como parece. José vuelve a sacar el tema de la difícil situación que atraviesan muchos poblanos, en parte, por subidas sin control en los precios de los productos. “Todo ha ido a menos. El azúcar sube y baja y eso nos afecta de forma considerable. Ahora está carísimo y sólo nos da para sobrevivir”, denuncia el vendedor ambulante. De este modo, manifiesta que, sin duda, se trata de una profesión que está en declive. “Antes hacía la nieve sabrosa, pero ahora ya no puedo ofrecerla de tanta calidad debido a que los limones están por las nubes, por ejemplo”. José explica que lo que gana lo invierte en los productos que utiliza, por lo que su ganancia es escasa. “Por culpa de esto, la juventud no quiere trabajar en esta profesión, por lo que corre el riesgo de desaparecer”, sentencia. Inversión vs. ganancias Por último, antes de continuar su camino, indica que el elevado precio de los productos que utiliza es el primer factor que impide que la profesión se conserve. “Por ejemplo, tengo que trabajar un día entero para poderlo invertir en la compra de azúcar”, explica. Cuando se le pregunta hacia dónde va, ríe. “Donde sea, donde me compren”. Relata que es difícil que los vendedores como él estén parados, que su vida está en continuo movimiento. La venta de raspados, una de las profesiones más antiguas del país, corre el riesgo de desaparecer debido a las continuas subidas en alimentos básicos como el azúcar. Si las autoridades no hacen nada por solucionar este delicado problema, por desgracia profesionales como José Cárdenas se verán obligados a dejar un oficio que ha endulzado la vida de muchos poblanos.