En esta junta auxiliar de Tepeaca conviven siete religiones; los tres mil habitantes han logrado una comunidad llena de tolerancia y armonía: la docencia, uno de los pilares Álvaro RAMÍREZ Enviado San Bartolomé Hueyapan.- Aquí la bíblica Babel, la utópica reunión de lenguas y creencias distintas y hasta antagónicas, se materializa, pero en un paraíso de tolerancia religiosa. En esta junta auxiliar del municipio de Tepeaca conviven siete distintas religiones sin que haya enfrentamientos, disputas o el deseo de aniquilarse entre sí por profesar distinta fe, a diferencia de otras regiones del país y del mundo, donde se han librado y se combate en guerras milenarias por la intransigencia. Las iglesias Católica, Adventista del Séptimo Día, de Cristo Restaurada, Metodista, de Dios Séptimo Día, Testigos de Jehová y hasta una familia de judíos, cohabitan en paz y buena voluntad en esta comunidad de tres mil habitantes que se fundó aproximadamente 150 años atrás, por jornaleros que servían en la otrora Hacienda de San Nicolás Tolentino, cuyos habitantes en sus inicios fueron exclusivamente católicos, pero que al paso de los años comenzaron a cobijar otras creencias. En este poblado la migración es otra de las características, pues se calcula que la mitad de sus originarios, un tanto más de tres mil personas, está en Estados Unidos, principalmente en California, trabajando la agricultura y enviando dólares a sus familiares, quienes a pesar de las diferencias de credo conviven en paz, en esta tierra que adquirió el estatus de pueblo hace unos 60 años. Pueblo de maestros En esta población, muchos de sus habitantes son agricultores u obreros que trabajan en la ciudad de Puebla o concentraciones urbanas cercanas, aunque destaca el enorme número de profesores oriundos de la comunidad y que laboran en esta región. Ellos han ido cimentando una autonomía educativa al menos hasta la educación secundaria, pues esta fue la primera población de la zona con kínder, primaria completa y secundaria, destaca en entrevista con El Popular, diario imparcial de Puebla, el exalcalde auxiliar y “anciano” (pastor) de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, José Donato Pérez Aranda. “A esta población también se le conoce como El Pueblo de los Maestros, porque muchos tenemos esa profesión”, añade con expresivo orgullo. Día de guardar Hueyapan, en donde aproximadamente la mitad de los habitantes son católicos y la otra mitad se divide entre una mayoría adventista, quienes tienen un ejercicio doctrinario iconoclastas y privilegian “el estudio completo de La Biblia”, y las demás religiones, tiene una dinámica de vida distinta de otras poblaciones de la región y del estado. Dado que una cantidad significativa de sus vecinos son de las iglesias del Séptimo Día, de Cristo Restaurada y de Dios Séptimo Día, el sábado tiene un sabor y ritual especiales en esta población centenaria. Para estas religiones, todas ellas escindidas de la original adventista que llegó a la zona en los años postrevolucionarios, el sábado es el día de guardar, así que las celebraciones se realizan cada semana en sábado, a diferencia de los católicos, quienes acuden a sus misas en domingo. Esta diferencia contribuye a la paz que se respira. Incluso, la familia de judíos que radica en esta junta auxiliar tampoco ha tenido conflictos en su convivencia; la tolerancia es aquí un asunto cotidiano y consuetudinario. Esteban Martínez Ramírez, juez de paz de la junta auxiliar con casi tres años en el cargo, asegura que los pocos casos que como autoridad le ha tocado conocer y resolver, no han tenido nada que ver con las religiones. “Como muchos somos profesionistas, profesores como en mi caso, el nivel educativo nos ha permitido respetar las ideologías de cada una de las iglesias. Cada quien respeta sus ideologías, porque de cualquier modo están enfocadas a un dios universal y nos respetamos mutuamente, incluso he tenido oportunidad de acudir hasta con ‘los hermanos’ a sus asambleas y reuniones. Culturalmente es nutrido para ambos, porque tenemos un conocimiento más amplio. Cada quien tiene el derecho de guiarse por la religión que quiera; es una decisión de cada persona”, subraya el también integrante de la Mayordomía de la Iglesia Católica. Amor, sociedad y escuelas Sin embargo, la convergencia de varios credos, con sus formas distintas de celebración y de rituales, ha tenido que ser consensuada en la calle, los espacios de convivencia social, las decisiones administrativas y hasta las escuelas, sin que hasta ahora se hayan desbordado pasiones de fe ni se haya extraviado ese respeto que caracteriza a San Bartolomé. Hasta el amor de pareja ha sabido encontrar los caminos para florecer en esta comunidad politeísta, de fes distintas y distintos credos milenarios. “Mi esposo era evangélico y yo soy católica. Su familia es nacida en esa iglesia y siempre hemos convivido todos… Pero siempre respetándonos… si se hincan o hacen tal cosa, es cosa tuya, yo en mi iglesia me persigno y eso es cosa mía. Hay quienes saludan ‘a vos paz’, pero yo digo ‘buenas tardes’. Mi esposo ahora es católico y llevamos 16 años de casados”, dice Joaquina Castillo Suárez, en entrevista con El Popular, en la explanada que reúne a los dos templos católicos: el antiguo que data del siglo 18 y el moderno, que fue inaugurado en el año 2000. La convergencia de religiones y el respeto en calles, casas, espacios comunes y decisiones de autoridades civiles, también se ha trasladado a las escuelas, en donde no se fuerza a los estudiantes a actuar de tal o cual manera y hasta se ha llegado a un acuerdo verbal, describe Joaquina Castillo: “Las graduaciones no son en sábados (por judíos y adventistas), pero tampoco en domingo (por católicos y otros credos que lo tienen como su día de guardar). Sábados sabemos que no se pueden hacer, por ‘los hermanos”. Y llegó el séptimo día… Entre 1905 y 1908, en los años previos al estallido revolucionario, a Hueyapan “llegó el mensaje protestante”, para luego, alrededor de 1915, afincarse la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que de inmediato sumó a muchos feligreses, la mayoría desertores del catolicismo y, casi en paralelo y con una influencia decidida de la nueva forma de fe, se dio la independencia como pueblo con un gobierno propio, narra Donato Pérez, quien también posee en su comunidad una autoridad moral y de respeto que le permite la convivencia cercana con todos, sin que los credos distintos sean obstáculo. De la división de los adventistas del Séptimo Día, hace alrededor de 30 años vino la creación de la Iglesia de Cristo Restaurada y Dios Séptimo Día, con la característica de que las tres tienen al sábado como día de guardar. La tolerancia religiosa se refleja en cada actividad de la vida cotidiana de la comunidad, en el tiempo transcurrido sin conflictos, en la convivencia de unos y otros, de familias donde los padres pueden profesar un credo y los hijos otro sin que haya conflictos intestinos ni externos. “Aquí la mayoría somos una familia”, dice Donato. Gobierno e identidad La identidad, arraigo y la cohesión social, son los elementos que aquí han construido y apuntado la tolerancia religiosa. El gobierno auxiliar se ve también permeado por este clima de armonía, pues a pesar de que la mayoría de los alcaldes alternos han sido católicos, “nada pasó” cuando Donato tomó las riendas de esta junta hace nueve años, a pesar de ser adventista. Sin embargo, su llegada como máxima autoridad local tuvo que ser consensuada con los católicos, de los que sumó a cinco a su equipo en la Presidencia Auxiliar. Rechazo a la concupiscencia En esta comunidad politeísta hay también una característica que llama la atención: no hay bares y los pocos que han intentado establecerse a las afueras “no han pegado”, pues los habitantes, en su mayoría llenos de fe, no importa cuál de las siete sea, no se entusiasman con la concupiscencia y los “placeres mundanos”, como el alcohol o la prostitución. A esto, los adventistas suman el rechazo al tabaco e incluso el café y consumo de carne de cerdo. También condenan el concubinato, el que anula la posibilidad de acceder al matrimonio formal. “En esta vida hay más cosas que nos unen que las cosas que nos dividen, sólo que a veces invertimos las cosas”, asegura Donato Pérez, quien también es uno de los “ancianos” (dirigentes) de su congregación adventista. |