Hacer la vida en el Xilotzingo

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MERCADO Hacer la vida en el Xilotzingo

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Chava pertenece a la primera generación de comerciantes del mercado, ubicado al sur de la ciudad, la cual ha crecido en últimos años  Mario GALEANA MERCADO“La vida siempre ha sido el comercio”, dice Salvador, quien desde los 17 años, junto con sus padres y 15 locatarios más, dieron luz al mercado Xilotzingo, creado en 1990 debido al crecimiento hacia el sur de la capital. Era el Xilotzingo, en aquel entonces, el centro de abasto popular de tan sólo un par de conjuntos habitacionales. Sin embargo, los años fueron avanzando de a poco, mientras la colonia y sus alrededores sumaban cerca de 60 mil habitantes, según estimaciones de los propios locatarios. Así Salvador, o Chava, aprendía todo lo relacionado a la salchichonería, carnicería y abarrotes. Sin imaginarlo, se convertiría incluso en el pozo de desahogo de diversos clientes. “En este oficio conoces a muchas personas. En ocasiones te involucras en su vida, porque llegan y te cuentan sus problemas. Y a lo mejor no somos psicólogos, pero llega un punto en el que se desahogan, y te da gusto que tengan amistad y alegría contigo”, cuenta. Locatario, oficio heredado Salvador no duda, el oficio que desde el principio su familia y él “han manejado”, ha sido el de locatario. Sus padres, quienes dedicaron al menos 45 años de su vida a dicha labor, fueron al igual que dentro del mercado Xilotzingo algunos de los fundadores del zoco “Melchor Ocampo”, mejor conocido como El Carmen. El desarrollo poblacional en distintas direcciones de la capital, sobre todo hacia el sur, generó la necesidad de nuevos centros de abastos populares, con o sin el apoyo del gobierno municipal. Fue así como Salvador y sus padres, junto con cerca de una quincena de locatarios, iniciaron labores en el Xilotzingo; “empezamos con carnicerías, pollerías y recauderías. Pero después esta colonia fue urbanizándose y llegaron más locatarios”, narra. Como el de Salvador y sus padres, la mayoría de los locales ubicados en dicho mercado son “negocios familiares”, ya que “empezó el papá y luego ya va la segunda generación. Y hay algunos que incluso pronto van hasta por la tercera generación”, añade. Convertirse o no en locatario Pero, ¿qué lleva a convertirse en locatario? Para Chava la decisión no costó demasiado: “el trabajo llama”, responde. “Desde que entré estuve trabajando aquí 20 años, y luego seis años estuve fuera. Pero el trabajo llama y ya estamos de nuevo aquí. Somos la segunda generación y aquí estamos”, cuenta el locatario, padre de dos hijos. No obstante, Salvador revela que con él podría terminar la herencia familiar del oficio, aunque este haya bastado para poder sacar adelante a su familia. “Yo creo que prefiero que hagan una carrera, que sobresalgan. Estar en un negocio es muy absorbente, te privas de varias cosas; yo lo que quiero es que salgan a probar otras cosas, no encasillarlos en algo que sea por herencia. Que ellos tengan la opción. Si quieren, que se involucren. Pero no que yo los obligue a ello”, decide. Aunque no duda en calificar dicha labor como compleja y, en algunos casos, inclusive como un arte sea una carnicería en una tienda de abarrotes. “Hay mucho que aprender. En la carnicería, por ejemplo, además de los cortes hay que saber elegir los cortes. En los abarrotes, aunque parezca que no, son más demandantes, se requieren más esfuerzos y también lleva su sacrificio”, añade. Oficio de trato con la clientela No obstante, la labor del locatario, dice Salvador, engloba también sortear una serie de problemáticas que de manera general pueden resumirse en las bajas ventas y en la clientela que las grandes cadenas comerciales han arrebatado a los centros de abasto populares. “Sí, ha pegado a establecimientos como los mercados. Antes, el centro de reunión de esta colonia era el mercado, pero ya hay más espacios. Aunque sigo pensando que los mercados podrían seguir siendo un buen punto de reunión para las familias que vienen a hacer sus compras durante el fin de semana”, señala. El espíritu del locatario es difícil de doblegar, pues debe permanecer altivo para escuchar, en muchas ocasiones, los problemas personales de los clientes, añade Salvador.