Este barrio fue considerado de los más peligrosos, es conocido por los índices de inseguridad y una de las pandillas más famosas, Los Pitufos; ha disminuido el número de narcomenudistas y asaltantes, afirman Mario GALEANA En las entrañas del barrio de San Antonio se libra una batalla que, a diferencia de otras épocas, no es protagonizada por las pandillas locales en su obtusa búsqueda por controlar la distribución de la droga. No. Desde hace 12 años un grupo de exchavos banda alzó la mirada y lo que vieron a su alrededor, su barrio, no fue de su agrado. Por ello decidieron recomponer el camino y eligieron a la cultura como vehículo para subsanar la violencia que se vivía desde la década de los 70. Desde entonces, la asociación civil Banda Urbana y su director general, Miguel Díaz Hernández, han organizado concursos de grafiti, rap y skateboarding, además han llevado la lectura a cada vecindad de la zona para rescatar de las garras del crimen al que fuera designado como la primera zona de tolerancia en la capital, el barrio de San Antonio. Barrio de San Antonio, marginado Desde el año 1555, el Cabildo virreinal designó a todos los barrios fundadores de la capital, entre los cuales se encuentran El Alto, La Luz, Xanenetla y San Antonio, como asentamientos para indígenas, mismos que no eran considerados dentro de los ejes principales de la ciudad de Puebla. Durante el siglo 19 el gobierno poblano regularizó la prostitución y designó al barrio de San Antonio como la primera zona roja establecida en la capital, condición que duraría hasta el año 1957, cuando la puesta en marcha del Plan General de Mejoramiento Urbano echó abajo la regulación del oficio más antiguo del mundo. Un siglo después, el barrio quedó solo, marginado. En él habitaban los grupos más vulnerados de la capital, que dieron inicio a diversas pandillas, entre las que destacan la banda de Los Pitufos, la más famosa y peligrosa de ellas. Desde entonces, el barrio de San Antonio fue conocido tanto por los índices de violencia y atracos que se daban en la zona, como por los altos niveles de consumo de drogas que se vivían en él, a tal grado que los psicoactivos eran consumidos por niños con edades de 6 años. En la actualidad, el Consejo de Integración Juvenil (CIJ) mantiene al barrio de San Antonio como una “zona de alto riesgo de atención prioritaria”, debido a las condiciones sociales que en ella prevalecen y a la accesibilidad de las sustancias ilícitas. De hecho, para los vecinos el consumo de drogas es aún imagen frecuente en las áreas verdes y calles que lo conforman. Sin embargo, indican que la mayoría de los jóvenes que son vistos consumiendo marihuana e inhalantes proceden de otras colonias. “Sí, se vienen aquí con su bolsa de resistol o con su marihuana. Y las patrullas vienen, pero no les hacen nada. Regularmente son muchachos que vienen de otros barrios, de La Luz o así. Porque aquí los muchachos, algunos, no todos, ya empezaron a calmarse”, indicó María Huerta, locataria en la zona. “Ya no hay muchas bandas, ya se separaron o ya crecieron y cambiaron, o simplemente ya no vienen mucho. Lo que sí sigue son los asaltos. Hasta pusieron cámaras en las calles hace dos años para poder tener más vigilado el lugar”, indicó Fernanda Lara, residente del barrio de San Antonio. Cambiar las armas por los libros Sin embargo, hace apenas 12 años las cosas eran peor. Fue después de que un grupo de exchavos banda decidiera cambiar el rumbo de su barrio y generar las condiciones necesarias para mejorar la vida de los colonos y comerciantes, cuando la presencia de narcomenudistas y asaltantes descendió poco a poco. Entre los reformados chavos banda se encuentra Miguel Díaz Hernández, director general de la asociación civil Banda Urbana, quien desde hace más de 10 años emprendió labores culturales para rescatar a la juventud de las adicciones. “Yo no soy chavo, pero sigo siendo la banda. El hecho de haber conjuntado una de las bandas más fuertes de Puebla nos dio la responsabilidad de modificar muchas cosas. Sí fuimos malos, porque lo fuimos, lo reconozco con toda tristeza, pero nos propusimos hacer algo para cambiar”, indicó. A través de fomentar el arte, la lectura y los deportes, Banda Urbana indica que al menos en un 90 por ciento se han disminuido los índices de consumo de enervantes que antes prevalecían en la zona. “Antes creíamos que la cultura sólo eran los grandes museos o los grandes teatros, pero entendimos que no, que nosotros tenemos nuestra propia cultura y es con la que estamos trabajando”, agregó. Entre las propuestas encabezadas por Banda Urbana se encuentra la del grafiti urbano, y la de La Tamalera, denominado así debido a que consta de un triciclo “en donde popularmente compramos tamales, pero que ahora fue acondicionado para llevar libros a cada una de las vecindades del barrio”, explicó Miguel. |