Periodismo con causa

Encuentros en la oscuridad

Encuentros en la oscuridad
ESPECIAL-COOLONIAL Encuentros en la oscuridad

La vecindad Podcast

Memorias del Crimen

Las Termas fue creado hace 19 años por Eugenio Alonso, quien decidió construir un espacio de encuentro en Puebla para miembros de la comunidad gay Alejandro CAMACHO* Apesar de que Puebla sea percibida como una sociedad mora­lista y en extremo conservadora por sus cientos de iglesias o, sólo por su nombre ori­ginal, Puebla de los Ángeles, no ha sido impedimento para que sus habitantes encuentren la for­ma novedosa para divertirse. La capital cuenta con infini­dad de lugares de recreación para toda la familia distribuidas a lar­go de su territorio, como el Cen­tro Histórico, Los Fuertes, pla­zas comerciales como Angelópo­lis, Las Ánimas y, el más reciente, Galerías Serdán, pero además de estos lugares de recreación existen unos muy peculiares, no tan fami­liares, como el cine Colonial y el cine Teresa, espacios para los fil­mes porno, o Las Termas, un lugar donde se permiten los encuentros sexuales entre hombres. Hace muchos años, los cines Colonial y Teresa eran concurri­dos por parejas y familias para ver estrenos como El exorcista y Los diez mandamientos, pero con el paso del tiempo y tras el surgimien­to de grandes corporativos cayeron en decadencia y resurgieron como el ave fénix gracias al cine porno. En la calle 2 Poniente, entre la 11 y la 13 Sur, a unos metros del Paseo Bravo, justo frente a una concurrida parada de autobuses, se encuentra el cine Colonial, un espacio en el que a todas horas se ve gran cantidad de personas quie­nes, a sus puertas, esperan el colec­tivo que los llevará a sus destinos. El costo de entrada es de 35 pesos; la taquilla es atendida por una señora que explica a los asistentes que pueden perma­necer en la sala hasta el térmi­no de la última función, a las 20 horas. Las proyecciones empie­zan desde las 10 horas. El boletero explica por dónde es el acceso; al entrar a la sala se per­cibe un olor a cuarto sucio y viejo; es posible apreciar, gracias a unas pequeñas luces en los pasillos, a no más de 10 personas, apenas se dis­tingue su sexo, todos son hombres, jóvenes y adultos mayores. Al inicio, todos se encuentran sentados, atentos a la película; conforme pasa el tiempo voltean como si buscaran algo… como si se hablaran con la mirada. Uno de los asistentes se para de su butaca y se dirige al lado de otro especta­dor. De inmediato, caricias, besos y sexo oral se desarrollan ya no sólo en esos dos asientos, si no en unos cuantos más también, para entonces hacen olvidar la pelícu­la heterosexual tres equis que se presenta en la pantalla. El cine Colonial cuenta con un zona VIP para parejas hete­rosexuales, una sala reservada a la cual no se permite la entrada a personas del mismo sexo; en esta área, según el boletero, las per­sonas empiezan acudir cuando oscurece, a partir de las 19 horas. Un lugar muy parecido es el cine Teresa, inmueble cercano a la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), en la colonia Santiago, a unos pasos del panteón de La Piedad. El precio de entrada es de 40 pesos, 5 pesos más elevado que el cine Colonial… y con justa razón, ahí los asientos están colocados de forma más espaciada, hay menos basura, su ubicación permite a los asistentes contar con estaciona­miento en la vía pública y un fra­nelero que indica las tarifas. Incluso la clientela es más selecta, pues además de los per­sonajes tradicionales que se ven en estos lugares, en el Teresa sue­len acudir jovencitos curiosos, algunos con uniforme de futbol y otros con pantalones ajustados; hombres con cabezas rapadas y de camisa, licenciados de corbata y mocasines que tratan de cazar algo o alguien para la cena. Las Termas Un lugar ubicado en la calle 5 de Mayo 2810 en la colonia Mártires del Trabajo, fue creado hace 19 años por Eugenio Alonso, quien decidió construir un espacio de encuentro en Puebla para miem­bros de la comunidad gay. Tocas el timbre y te dan acce­so, tienes que subir 20 escalo­nes para llegar a la recepción, un joven de cerca de 25 años está detrás de la ventanilla de cristal; más allá, una toalla y otra tela acomodadas juntas, en pares, sobre una mesa. Locker o privado, tú eliges; pagas 70 pesos por el primero o 100 pesos por el segundo. Con cualquiera que elijas, te dan una toalla y la tela que es usada como pareo. Te proporcionan la llave con el número asignado, caminas unos pasos al frente y encuentras el área de lockers, con 100 de ellos en un espacio muy reducido y una banca donde los hombres se des­pojan de su ropa hasta donde se sientan cómodos. Caminas y lo primero que encuentras son dos escaleras; unas en dirección ascendente y otras descendente, pero si sigues tu paso y las ignoras, descubri­rás un área de privados, cuartos con una cama de 50 centímetros por 2 metros de largo. Entre pasillos oscuros, ilumi­nados por una luz azul tenue, lle­gas a la sala de video, 15 sillas de plástico y una pantalla plana conforman el lugar. Una pelícu­la porno gay se reproduce mien­tras seis hombres observan, algu­nos con la entrepierna abultada y los demás masturbándose, sin descaro, en completa desnudez. “Las escaleras que van para abajo son las que resguardan el menor pudor, el camino hacia la derecha te lleva hacia otra área de privados, el de la izquierda te lleva hacia el mismo diablo, se pone muy rico el ambiente, vas a encontrar de todo: fresas, cha­calones, viejitos, mucho chavo joven y sabroso”, comentó Car­los, joven de 20 años, estudian­te de Economía, que visitaba el lugar por quinta ocasión. Sujetos caminan de aquí para allá, toman cerveza y fuman, algunos en toalla, otros sólo con el pareo y otros más en ropa inte­rior o traje de baño. Un jacuzzi es lo primero que se deja ver, alre­dedor de siete hombres están en el interior, tres de ellos se besan, se acarician y hacen movimientos que poco dejan a la imaginación. Frente al jacuzzi, un cuarto; el vapor resultaba, para algunos, sofocante después de un tiempo. “Ya me abro, no aguanto”, dijo un señor mientras caminaba a la salida, a dos más no les importó el calor y practicaron sexo oral en presencia de los incontables espectadores debido a la poca visibilidad del espacio. Casi al lado se encuentra el cuarto oscuro, una recámara muy pequeña en donde si te vas a parar es porque quieres sexo; hombres altos, chaparros, delgados, gor­dos, jóvenes, adultos mayores, con toalla o desnudos… se besan, se masturban, practican sexo oral y, los más despreocupados, pene­tran a alguien más. Al fondo de este piso se encuentran los baños no del todo limpios y las regade­ras sin separación, en donde o te preparas para entrar o te preparas para despedirte del lugar. En el tercer piso están unos camastros y un techo de cristal que permite la entrada del sol; “El Solá­rium”, le llaman. Es la parte más vacía, sólo se ven a dos hombres. “Yo vengo acá porque no hay pena y nadie te juzga, vengo al jacuzzi, al vapor, a ver hom­bres desnudos o semidesnudos, a ver si alguien quiere pasar un rato agradable, porque aunque digan lo que digan, aquí se vie­ne a coger”, aseguró Adrián, un señor de 40 años que deja claro que el conservadurismo pobla­no no es impedimento para vivir “experiencias novedosas”, pues a los cines porno ni a Las Termas se va por casualidad… Total, “una canita al aire no le viene mal, de vez en cuando, a nadie”. *Estudiante de Ciencias de la Comunicación de la BUAP.