Quiero regresar a Honduras para recoger mi victoria: Hernán

En el invierno de 2018 llamaron a Hernán a una comunidad rural de su natal Honduras a compartir con jóvenes su mayor logro espiritual

En el invierno de 2018 llamaron a Hernán a una comunidad rural de su natal Honduras a compartir con jóvenes su mayor logro espiritual: perdonar al hombre que diez años antes irrumpió en su casa, y frente a su madre y hermanos mató a su padre. En medio del júbilo por tal testimonio, la mujer que orientaba el encuentro presagió: "viajarás a tierras desconocidas y Dios probará tu fe. Tu palabra será usada, resistirás dolor pero tu victoria será infinita".

Siete meses después, Hernán vive con 17 menores en la Casa del Adolescente Migrante en Puebla, modelo único en el país que resguarda a menores rescatados por el Instituto Nacional de Migración en distintos operativos en el estado.

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La suerte no me sirve

El 12 de junio de 2018 viajaba con su familia rumbo a una playa. Se disponían a pasar un fin de semana para celebrar el cumpleaños de su madre, pero un grupo armado secuestró el camión. 

Los subieron a una camioneta mientras su madre rogaba que lo soltaran. No recuerda más que el llanto de la mujer y el de sus dos hermanas pequeñas. Tampoco supo si a ellas también se las habían llevado, o si otros pasajeros formaban parte del secuestro.

Hernán pasó varios días en un automóvil con sus captores hasta el 24 de junio, cuando le abrieron la puerta para dejarlo libre en Tehuacán, Puebla.

"Pregunté a una señora que dónde estaba y me respondió que en Tehuacán. Le escuché hablar diferente pero no sabía que había llegado a México. Luego corrí hacia una patrulla, pero también era diferente a las que hay en mi país y pregunté a la policía que dónde estaba, me dijeron que en Tehuacán. Ahí les conté que me habían secuestrado en Honduras y que no sabía cómo regresar a mi país."

Hernán confiesa que le daban de comer y que nunca lo golpearon, "pero yo siempre les bendecía para que no me hicieran nada", narra con aplomo poco frecuente en un niño de 16 años. 

La conversación la interrumpe Edwin, un niño agricultor de 16 años que trabajaba en campos de maíz en Guatemala y que detuvieron en Puebla cuando viajaba a Chihuahua; dice que tanto Hernán como él tuvieron suerte.

Hernán le corrige: "La suerte no me sirve a mí, Dios me salvó de que me mataran."

Quiero que me deporten

Hernán casi tiene lista la masa para el pastel de carne hondureño que compartirá; antes de retirarse a comer confiesa: "Cuando los hombres que me secuestraron me dijeron 'hasta aquí llegaste' pensé que me matarían como a mi padre y tuve mucho miedo, pero cerré los ojos y llamé a Dios."

Con una sonrisa sigue: "no me dio tiempo de renegar de él (Dios) porque me aventaron a la calle y se fueron. Ahora sólo quiero que me deporten; porque como Job, también resistí y nunca me revelé. Y sólo quiero llegar vivo con mi madre para recoger mi victoria".

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