Calaveritas de azúcar, una dulce tradición

Don Emilio es continuador de esta tradición en la que está involucrada la familia Quintana desde hace cinco generaciones

Como cuando era apenas un niño de 10 años, don Emilio vierte una mezcla de azúcar y agua sobre los mismos moldes de cerámica que usaban sus abuelos hace más de 100 años. Media hora más tarde están listas para decorar: son las tradicionales calaveras de azúcar de la familia Quintana, cuyo taller se ubica a una cuadra del Parián, en el Centro Histórico.

Antes de establecerse en la capital, sus calaveritas atravesaron varias fronteras. San Francisco, Chicago, París y otras ciudades europeas comenzaron a realizar pedidos y a solicitarle talleres presenciales desde finales de los 80; querían conocer una de las técnicas que mejor representa al Día de Muertos, una mezcla de respeto y celebración que se manifiesta en cráneos dulces y coloridos.

En este negocio está involucrada toda la familia desde hace cinco generaciones. Ernesto, quien está encantado de trabajar con los niños en los talleres que imparten en las escuelas, se dice por otro lado entristecido por el olvido de algunas personas respecto de las tradiciones mexicanas.

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“Mi papá tuvo que abrir mercado en el extranjero, fuera de México. Ahora nos hemos dado cuenta que es con los niños con los que debemos trabajar, para que de grandes ellos les inculquen la tradición a sus hijos.”

El taller de la familia Quintana está abierto todos los días y cualquiera que lo desee puede pasar hasta la cocina, a conocer el proceso de elaboración de los dulces típicos poblanos; en estas fechas, las calaveritas. Observar cómo se les decora e incluso preparar las propias en talleres personalizados que tienen un costo accesible.

“Se llevan un pedacito de nosotros, y de lo que significa el Día de Muertos,” dice Ernesto.

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