Embalsamar, un oficio para maquillar la muerte

Becker realiza unos de los trabajos más difíciles, sobre todo cuando los cuerpos manifiestan la violencia que se vive en el estado

Becker tiene 26 años, pero por sus manos han pasado más de 4 mil cadáveres en la última década.

Todo comenzó cuando su madre, como castigo, lo envió a trabajar con un primo en una capilla de velación; en poco tiempo se ocupaba ya de la desinfección y la limpieza de los cuerpos. “No estaba planeado, nunca se me hubiera ocurrido; casi casi me andaba desmayando al ver sangre, imagínate un muerto.”

El joven explica que lo primero que hace es una pequeña incisión en el cuello para encontrar la arteria carótida, desde donde se inyectará una solución especial para retrasar el proceso natural de descomposición; después otro corte, directamente a la yugular, para que el cuerpo se desangre.

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Becker procede a realizar una última puntada con el bisturí, ahora en el abdomen, en donde introducirá una barra de metal que, conectada a una bomba, comenzará a sacar los fluidos, gases y heces acumuladas en los órganos internos a los que perforará con fuerza.

El vientre del embalsamado, que estaba hinchado al llegar a la funeraria, comienza a perder volumen. En una hora ha perdido cerca de 15 kilos, recuperado un poco de color; sus músculos, totalmente rígidos en un primer momento, empiezan a relajarse.

En el último paso del proceso, el embalsamador procede a suturar las heridas con hilo encerado, rellenar con algodón las cavidades e incisiones, sellar la boca con pegamento instantáneo, vestirlo con las prendas escogidas por sus familiares, peinarlo y, con cierta maestría, maquillarlo para que recupere el color, el aspecto y la serenidad de sus mejores años. “Todo se hace siempre con mucho respeto para con el finado y sus familiares. Me siento muy honrado de trabajar con estas personas y acompañar a los deudos en su duelo.”

Los cuerpos también hablan

Uno de los fuertes de Becker y la funeraria donde trabaja con su padre es el trabajo con casos legales, en la Fiscalía y el Semefo. A decir del embalsamador, los cuerpos dan cuenta de la violencia generalizada que se vive en el estado, del grado de dolo y perversión que registran los cuerpos que recibe por feminicidio y homicidio; también por accidentes viales aparatosos, violentos.

“Puebla está en foco rojo. No se develan la cantidad de muertos por estos delitos que suceden todos los días, a veces porque los familiares piden que no se hagan públicos sus casos.”

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