++ Alejandro Estupiña es paramédico en la Cruz Roja y define su labor como algo grande, porque para él salvar a una persona es la mayor satisfacción que tiene; también refiere que deja de pasar mucho tiempo con su familia; sin embargo, ve a sus compañeros como una segunda familia José Manuel CUATE [gallery link="file"] El hombre estacionó la unidad en la que viajaban, intentó cambiar una llanta ponchada, cuando otro vehículo lo impactó y lo mató al instante, su esposa quien lo esperaba dentro del coche, salió para auxiliarlo, los niños se asustaron al escuchar a su mamá gritar, bajaron del auto y corrieron al lado de su madre, sin embargo, quedaron tendidos metros después. La madre se vio envuelta en instantes en una confusión, sus hijos heridos metros adelante, su compañero de vida muerto, no sabía hacia dónde ir. En ese momento llegamos unos compañeros que auxiliaron a sus hijos, otros le confirmamos a la mujer que su esposo había muerto, fue entonces cuando decidió que se quedaría con su esposo. Esta experiencia la he contado varias veces con mi familia. Vi una escena terrorífica y es la que más recuerdo. Además advierte, porque tiene autorización para hacerlo, que la falta de precaución es la principal causa de los trágicos accidentes que se presentan día con día. Alejandro Estupiña Cuevas, relató cómo aquel día le cambió la visión de su vida. A sus 42 años de edad y con 24 años como paramédico en la Cruz Roja, Caminos y Puentes Federales (Capufe) y en hospitales particulares, Estupiña Cuevas comenta que el ver sangre, muertos y heridos todos los días ya es cosa común; sin embargo, implica ética, capacitación, responsabilidad y vocación para poder ejercer una profesión tan delicada. “Todas las profesiones tiene su grado de dificultad, pero aquí me entregó al 100 por ciento, siento que el trabajar en una oficina no daría todo de mi. Un ingeniero que conecte incorrectamente un cable y lo dañe, sólo busca la manera de repararlo, pero si nosotros atendemos mal a un paciente, muere, todo es cuestión de segundos”. La segunda casa Las actividades inician a las 6 horas del día, Estupiña Cuevas quien además de ser paramédico, también es padre de familia; se levanta, desayuna y se despide de sus hijos y esposa, porque a las 8 horas la Cruz Roja lo necesita para salvar vidas. Horas después, llega a lo que él denomina su “segunda casa” y se une con su “otra familia”, a partir de ese momento, todo lo que ocurra en la institución corre por su cuenta. Sabe que al sonar el teléfono acudirá a lugares desconocidos para atender a personas extraña hasta las 20 horas, de lunes a sábado. “Ahorita estas aquí pero nunca te imaginas donde ocurrirá un accidente o tragedia, no sabes cuantos implicados son o la magnitud de los hechos”, añade el paramédico. Las motivaciones Todo empezó en la secundaria cuando tenía 16 años, los paramédicos de la Cruz Roja llegaron a realizar una demostración de rescate sobre montañas, y entonces sentí una espinita. Al salir del colegio pedió ingresar a la Cruz Roja pero no lo aceptaron, su edad no era la adecuada. Sin embargo, eso no le impidió seguir, acudió a un hospital particular para aprender y fue ahí donde empecé a realizar mis primeros servicios, atendí a heridos y enfermos, desde una cortadura hasta accidentes donde quedaban despedazados. Tres años después ingresó a Capufe, ya tenía 19, ahí tuvo una nueva capacitación. Luego fue de nueva cuenta a la Cruz Roja a solicitar su ingreso, lo aceptaron y desde entonces sigo ahí. El entrevistado recuerda que en su infancia se desmayaba al ver sangre, pero en su juventud enfrentó su miedo y ahora todos los días está implicado en eso. Trabajar como paramédico tiene sus aciertos, y sin lugar a dudas es “la satisfacción que te inunda después de un servicio, sabes que salvaste una vida; las personas, los familiares sobre todo, te lo reconocen, y por supuesto también la institución”. “Te pierdes de ciertos momentos familiares, celebraciones de todo tipo, porque si te toca trabajar no puedes ni debes faltar, este trabajo es de de casi 24 horas, si estás en casa y surge alguna tragedia tienes que ir sin pretexto alguno”. Su meta es seguir adelante como lo ha hecho hasta el momento, es subcoordinador de Socorros de la Cruz Roja delegación Puebla, pero quiere ser director de la noble institución en la que sirve desde hace dos décadas. Alejandro Estupiña, aprovecha y hace un comentario de cómo percibe la ciudadanía a los paramédicos, y pide que la gente les de un voto de confianza, e insiste en que “no otorgan una mala atención”. Sin duda esta aseveración la hace porque se difunde rumores entre la población que las colectas que cada año hacen los paramédicos de la Cruz Roja, no sirven, que se roban el dinero los directivos. Los comentarios sean o no ciertos es parte de la desinformación, por eso pide que la gente se acerque a conocer el trabajo que ellos realizan. “Darlo todo sin pedir nada a cambio”, con esta frase inicia sus labores y con la misma frase se despide. |