Memorias Del Crimen: Benjamín Arellano Félix, el capo que cayó en Puebla

Uno de los más narcotraficantes más temidos, Benjamín Arellano Félix, encontró en Puebla su camino a una prisión en Estados Unidos

Memorias Del Crimen: Benjamín Arellano Félix, el capo que cayó en Puebla
Especial | El día que lo agarraron estaba en una de sus casas en Puebla Memorias Del Crimen: Benjamín Arellano Félix, el capo que cayó en Puebla

“Señor, por favor baje el arma. Ya se terminó todo”, esas fueron las últimas palabras de Benjamín Arellano Félix, uno de los narcotraficantes más temibles en la historia de México, cuando fue arrestado en su casa, en Puebla. Declaraciones como esa fueron capturadas por Carlos Reyna en colaboración con Farrah Fresnedo, que plasmaron en el libro “El extraditado”.

El capo había encontrado en la Angelópolis la ciudad perfecta para que sus hijos estudiaran. De acuerdo con algunos medios, la hija del apodado “El Min”, tenía una deformidad en la cara y era su adoración, y habría sido por ella, que el narcotraficante buscó un poco de paz, en su vida de criminal.

“El Extraditado” fue escrito luego de una entrevista al capo en la prisión, ahí, según narran los autores, los recibió un hombre tranquilo, despabilado y cortés.

Benjamín contó que el día que lo agarraron estaba en una de sus casas en Puebla, era de tarde y su hija había regresado de la escuela y fue recibida por su mamá; luego, la mujer de Benjamín llamó al resto de sus hijos para que bajaran a comer. Arellano Félix vestía todo de negro, usaba un Rolex en la muñeca izquierda y leía un periódico. “¿Cómo te fue en la escuela?”, le preguntó a su hija. “Igual que siempre”, respondió ella.

La familia se sentó a comer, y mientras lo hacía, Benjamín recibió una llamada a uno de sus múltiples celulares, él se paró y contestó en otra parte de la casa. Momentos después entregó un fajo de billetes a uno de sus hombres a la vista de toda su familia. “Luego regresó a la mesa, donde les contó aquella vez que el abuelo, a quien no habían podido conocer, salvó a un hombre de morir aplastado por su troca”.

Cuando acabaron de comer, cuenta el libro, la hija del capo subió a su cuarto a hacer la tarea, pero fue interrumpida por su madre, quien la había notado extraña. “Todo estaba bien”, dijo la esposa de Benjamín. “No, no lo está”, respondió la joven; “por qué tenemos que mudarnos siempre de ciudad, extraño a mis amigos”, agregó.

Dos horas después, la familia escuchó ruidos de autos y furgonetas a metros de la casa. “¿Oíste?”, le preguntó su esposa a Arellano Félix. En ese mismo instante la puerta se reventó. Su mujer, al ver al pelotón con ametralladoras, le gritó que huyera apuntándole hacia el baño, pero El Min corrió a tomar un arma, apenas se percató, ya estaba rodeado de hombres, se hincó y dirigiéndose a quien parecía el líder le dijo: “Señor, por favor baje el arma. Ya se terminó todo”.

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Le pusieron el dedo

Benjamín Arellano Félix, en la entrevista, acusó a su cuñada, Evangelina Casillas, esposa de su fallecido hermano, Ramón, de haber delatado su ubicación.

El Min contó que semanas antes de su aprehensión, su cuñada había ido a su casa para estar presente en el funeral de Ramón; esa había sido la primera vez que alguien ajeno a su familia entraba a la casa donde vivían sus hijos.

“Ella fue la que me puso. Lo hizo porque de seguro hizo un trato con los gringos”, dijo el narcotraficante. Y reveló que ella siempre había querido vivir en Estados Unidos, además de que él le dio 2 millones de dólares para que desapareciera: “A Evangelina no se le podía tocar ni con el pétalo de una rosa. Era muy prepotente y ambiciosa”, arremetió.

Cuando los entrevistadores le preguntaron acerca de la versión que apuntaba a que El Chapo lo había delatado, Benjamín replicó: “Es mentira ¿qué iba a saber ese cabrón? A mí no me puso nadie porque yo era el único que sabía dónde estaba, ni mi familia sabía dónde pasaría la noche”.

“¿Había imaginado ser capturado así, frente a sus hijos?”, le preguntaron. “Jamás pensé dejarme agarrar, antes que eso me pegaba un tiro igual que mi hermano”, sentenció.

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Benjamín, el ascenso

La historia de uno de los señores herederos del emporio de narcotráfico que edificó Miguel Ángel Félix Gallardo, comenzó cuando se involucró en las ventas de su padre, quien contrabandeaba con electrodomésticos traídos de Estados Unidos a su natal Culiacán, en Sinaloa. Con el paso del tiempo, junto con sus hermanos, particularmente Ramón, se hizo de contactos que los metieron al mundo del tráfico de marihuana.

De acuerdo con versiones periodísticas, Benjamín conoció a Javier Caro Payan, un trabajador de Félix Gallardo, y habría sido este quien se lo llevó a Tijuana. Con el paso del tiempo ascendió hasta ser el líder del llamado Cártel de Tijuana, ratificado por el “Jefe de Jefes”, Miguel Ángel Félix Gallardo.

Sin embargo cuando Félix Gallardo cayó, las regiones que había logrado unificar se separaron en lo que se conoce como el Cártel de Juárez, a cargo de Amado Carrillo, El Señor de los Cielos; el Cártel de Sinaloa, a cargo de Joaquín El Chapo Guzmán; y el Cártel de Tijuana, con los hermanos Arellano Félix, dando comienzo a una guerra entre estos últimos contra el Chapo.

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Guerra contra el Chapo

Cuando el gran cártel liderado por Miguel Ángel Félix Gallardo se derrumbó, los hermanos Arellano Félix y El Chapo Guzmán desataron una guerra por el control del trasiego de drogas en México.

El primer golpe lo habrían dado los hermanos en un intento fallido por asesinar a Guzmán en 1991; los siguientes dos años, el cartel de Tijuana reclutó pandilleros y los adiestro en entrenamiento militar. Eran los primeros en hacer esto.

El 23 de mayo de 1993 volvieron a atacar al Chapo en Guadalajara, ellos lo dieron por muerto después de un tiroteo en el aeropuerto de esa ciudad, pero quien en realidad murió fue el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

La muerte de “uno de los príncipes de la iglesia” desató la presión social y las autoridades comenzaron con la cacería de los hermanos. Guzmán Loera cayó semanas después pero su ingreso a la cárcel sólo lo fortaleció; afuera, los hermanos comenzaron una guerra, ahora contra El Señor de los Cielos y el Cártel de Juárez. La guerra continuó mientras perdían fuerza de exportación y el Cártel de Sinaloa quedó a cargo de Ismael El Mayo Zambada.

El 10 de febrero de 2002, Ramón Arellano Félix recibió un reporte de que El Mayo estaba en Mazatlán y se trasladó a esa ciudad con la intención de matarlo, sin embargo, el hermano de Benjamín habría cometido una infracción de tránsito, fue detenido por un agente de tránsito y él respondió a balazos. La versión oficial indica que el agente, sin saber que se trataba de un narco pesado, respondió el ataque y lo mató de un tiro en la cabeza.

El cuerpo de Ramón fue llevado a la casa de Benjamín en Puebla para el funeral. Lugar al que había ido su viuda, a quien Benjamín, culpa por su captura.