Palmarito Tochapan, una década de violencia
Testimonios refieren que aunque la disputa por el huachicol ha ido a la baja, mafias locales persisten con secuestros y robo de camiones
La comunidad de Palmarito Tochapan, municipio de Quecholac, se ha visto dominada por grupos dedicados al robo de combustible, quienes se diversificaron al robo de transporte en carretera, incluso en la actualidad sus habitantes viven en relativa calma pero persiste la presencia criminal. Durante la administración de Mario Marín, la disputa se centró entre las familias Fuentes y Aquino, identificadas por las secretarías de Seguridad Pública (SSP) y de Gobernación (SG), como mafias locales, en disputa por el control de la plaza. Han pasado 10 años desde que la violencia en la comunidad de Palmarito Tochapan se volvió incontrolable, y persiste la vida criminal. Dominada anteriormente por grupos dedicados al robo de combustible, que diversificaron su actividad al robo de transporte en carretera —principalmente—, la localidad vive en relativa calma, sin que se acabe la presencia de delincuentes. En 2008 y 2009, todavía tiempos del marinismo, la disputa en la comunidad la protagonizaban las familias Fuentes y Aquino, identificadas por las secretarías de Seguridad Pública (SSP) y de Gobernación (SG), como mafias locales, en disputa por el control de la plaza. Ahora, en el inicio del 2020, Palmarito Tochapan parece diferente. No saltan a la vista letreros con mensajes de odio dirigidos al Ejército. No hay advertencias contra personas extrañas, ni rastros de los líderes de bandas provenientes de otras entidades, como El Bukanas, que entre 2011 y 2018 ordeñaron ductos y enfrentaron a las fuerzas armadas y encontraron en este pueblo un refugio. No obstante, dijeron pobladores, los delincuentes “locales” siguen ahí, sólo que ya no con el huachicol como actividad principal. Secuestro o extorsión son los delitos más socorridos, cuando antes pinchaban ductos y vendían gasolina a bajos precios y, como resultado de eso, enfrentaron constantemente al Ejército y también a la Marina con resultados sangrientos. Testimonios aseguraron que de alguna forma los delincuentes de esa localidad regresaron a sus orígenes, a las formas en las que ya delinquían antes de 2010. “A eso se dedicaban antes de que fuera un negociazo lo del huachicol; secuestraban, robaban los camiones en la autopista (Puebla-Orizaba), así que ya saben a qué le tiran, conocen bien esas cosas, cómo hacerlo y dónde hacerlo, no hay nada diferente,” afirmó un habitante. La gente cuenta episodios de la comunidad con prudencia. Miran a todas partes para verificar que nos los vigilen por platicar con alguien ajeno al pueblo. “Ya no salimos tanto en las noticias porque bajó eso del huachicol, pero muchos se siguen dedicado a cosas malas y hay que tener cuidado; parece todo tranquilo, pero aquí todo sigue peligroso,” añadió. El Popular, diario imparcial de Puebla buscó al presidente municipal de Quecholac y originario de Palmarito Tochapan, José Alejandro Martínez Fuentes, para conocer la perspectiva de la autoridad en el caso, aunque no obtuvo respuesta. Zona de muerte Durante la década, Palmarito se convirtió en una zona de muerte, al contabilizarse 47 personas asesinadas —incluidos los casos de enfrentamientos entre Ejército y pobladores—, con base en reportes periodísticos. Más de la mitad de esos casos, también a partir de los informes en medios de comunicación, estuvieron relacionados con la rivalidad entre grupos delincuenciales. José —como se identificará a este testimonio— indicó que los pleitos entre los Fuentes y los Aquino trajeron constantes enfrentamientos con saldos fatales, en ocasiones un muerto, a veces dos o tres. “Los de esas familias fueron los que nos trajeron la muerte acá, porque éramos un pueblo tranquilo hasta que comenzaron a hacer negocio con el robo de los ductos, y cuando lo hicieron, pues como no querían compartir se empezaron a matar unos y otros,” relató. “Lo que estaba en disputa era quién controlaba el ducto, cuando apenas comenzaba esto. Se disputaban con todo y por eso mandaban a matar a uno y después los otros se vengaban; así dejaron muchos muertos,” reiteró. Desde entonces, dijo, la autoridad quedó en segundo plano, porque nunca tuvo ni equipo ni inteligencia para frenar el poder de las familias, y tampoco pudo revertir su crecimiento después que se convirtieron en bandas asociadas a grandes grupos criminales. A la fecha, comentó Daniel, otro habitante que pidió protección para contar su testimonio, nada ha cambiado en Palmarito Tochapan. Quizá hay menos personas muertas producto del crimen organizado, pero persiste la violencia. “Si seguimos escuchando que ya mataron a alguien en un lado o que arrojaron el cuerpo de otro por ahí; a lo mejor ya no sacan tanto de los ductos, pero aquí la violencia sigue, la inseguridad está fuerte,” refirió. Buscan resurgir No todos los habitantes son delincuentes ni asociados al robo de combustible, y tampoco al secuestro ni a cualquier otra área criminal. Así lo comentaron habitantes que buscan despojarse del estigma de formar parte del Triángulo Rojo. Sin embargo, comentaron que hay muchos elementos en contra, principalmente los hechos de 2017, cuando el enfrentamiento arrojó 10 personas muertas y la ejecución extrajudicial de un poblador, identificado como presunto huachicolero. “¿Cómo le haces para que ya no sigan diciendo que somos huachicoleros? Ya no sabemos cómo hacerle, pero estamos buscando la forma; queremos que nos reconozca por otra cosa o de plano que ya no nos digan que somos el pueblo del huachicol”, comentó una mujer, a la que se llamará Graciela —para proteger su verdadera identidad—. Explicó, acompañada de otras dos mujeres, que ya han platicado con el presidente municipal para que eliminen la etiqueta, sin que hasta el momento exista una estrategia efectiva para lograrlo. Un poco nerviosa, dice que sí hay inseguridad pero ya no como en los años anteriores, en los que eran constantes las incursiones del Ejército para catear predios. Ahora, coincidió con otros testimonios, se cuidan de las familias locales que todavía mantienen actividades criminales, pero ya con menor presencia. “A los que quedan sí los pueden combatir porque ya no tienen el poder de antes, pero todavía da miedo. De todas formas, lo que queremos es que ya no nos llamen huachicoleros, ya lo otro después poco a poco,” insistió.
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