Sobre nuestra clase política: crimen y poder en Puebla
Reflexiones para alumbrar tiempos amargos
Por Sergio Mastretta
Es tan burdo el ejercicio criminal del poder que siempre será difícil explicarlo. De vez en cuando alguno de quienes lo personifican termina en la cárcel. Y cuando ocurre, generalmente se debe más a la consecuencia de una reyerta entre pares. Lo normal es que continúen muy tranquilos con sus vidas. No parece que será el caso con el feminicidio de Cecilia Monzón Pérez por el que está acusado y preso el excandidato del PRI a la gubernatura en el año 2010. Grotesco, si no fuera una tragedia. Por eso vale reflexionar en lo que representan Mario Marín Torres y Javier López Zavala desde una mirada histórica y estructural que intente dar cuenta de la existencia de los grupos de poder fáctico que determinan la vida política del país y un estado como el nuestro. Desde una perspectiva, por los crímenes de los que se les acusa, son una anomalía. Desde otra, desde la impunidad con la que se han visto revestidos cuando ejercían sus cargos públicos, no representan ninguna rareza. Mario Marín Torres y Javier López Zavala no son una anomalía. Son la expresión de quien se sabe impune en extremo. Y así se reconocen quienes como ellos han detentado en un momento u otro de nuestra historia el principal grupo de poder fáctico en el estado de Puebla, el gobierno estatal. Desde esa óptica quiero entender el comportamiento de estos dos políticos involucrados en crímenes aberrantes como el de la detención y tortura de una periodista que denuncia una red de pederastia y la ejecución de la mujer que denuncia el maltrato familiar por su expareja a media mañana y a un paso de la principal avenida de la ciudad.
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El gobernador Maximino Ávila Camacho en los años treinta del siglo pasado mandó matar a puñaladas en los portales del zócalo a una persona que se le cruzó en el camino de sus negocios inmobiliarios y le envió flores a la viuda de Leobardo Coca, el líder obrero que se saltó las trancas, a quien sus sicarios habían asesinado horas antes. En los años setenta, soldados del ejército mexicano masacraron campesinos en la Sierra Norte de Puebla para sofocar el anhelo indígena por recuperar sus tierras perdidas (entre 80 y 300 muertos según cuente la historia de lo ocurrido en Monte de Chila en 1970) y policías estatales (26 muertos en Pantepec en 1982). En marzo de 1989. Gumaro Amaro, un joven egresado de la BUAP y líder de un movimiento social que, en su nombre, Unión de Amas de Casa, lleva la carga de la rebelión de los pobres en la ciudad de Puebla, es ejecutado por un sicario a unos metros de la puerta de su casa. Nada ocurre, nadie investiga. Son crímenes del viejo régimen. Y ahí la narrativa de sangre se lleva las palmas. Hay crímenes y delitos más recientes, más de cuello blanco y traslados en helicóptero, como los ocurridos con la expropiación de la tierra de los pueblos cholultecas que hoy llamamos Angelópolis y su feliz entenada, Lomas de Angelópolis, en un hecho que involucra a cinco gobernadores y que dejó también asesinatos en el campo, o la implantación de AUDI con los despojos de la tierra de San José Chiapa y Nopalucan, de la exquisita mano del difunto Rafael Moreno Valle. Represión y despojo, las palabras acompañan “el ejercicio del poder” por la clase política poblana. Si sigo la hebra, los crímenes de los poderosos son innumerables, pero ninguno –salvo Mario Marín Torres con la detención y tortura de la periodista Lydia Cacho en marzo de 2006 como venganza por la denuncia de la red de pederastia en la que participa el empresario textilero Kámel Nacif-- ha llevado a un gobernador a pisar la cárcel por los delitos que se cometen en representación del Estado y el progreso en Puebla. ¡Detenido 15 años después! Lee también: Bancada de Morena protesta y desvalida retorno de Ley Mordaza a la entidad poblana Pensar entonces en eso que llamamos clase política en la construcción de esos inexpugnables castillos de impunidad. De alguna forma hay que encuadrar en una categoría a quienes detentan el poder en nuestra sociedad, aunque se disgusten los estudiosos marxistas --¿deberíamos hablar mejor de clases sociales y lucha de clases para entender la concentración autoritaria del poder en Puebla?--. Clase política, entonces: personas y grupos que controlan el aparato del Estado para su beneficio personal y de sus camarillas: el gobierno, sus finanzas y sus policías, el Congreso y la Auditoría Superior del Estado, el Tribunal Superior de justicia, el clan de los notarios y los medios de comunicación. Lo sabemos, y es tanta nuestra costumbre que ya no nos hacemos las preguntas más elementales: ¿cómo han llegado y en tal oficio de poder expertos estas personas que –me veo obligado a ocupar el presente perfecto— han gobernado Puebla por más de ochenta años? ¿Cómo se ha construido este enredo de empoderamiento e impunidad? ¿Cómo es que se reproducen? Algunos rasgos comunes están a la vista y dan buena cuenta de lo que se trata: no se les conoce otra actividad laboral en sus vidas que no sea la de la ocupación de cargos públicos en gobernación, ministerios públicos, finanzas, construcción de infraestructura, comunicaciones y transportes, salud y construcción de espacios educativos; forman parte ellos mismos de camarillas que los acogen y para las que trabajan hasta despuntar con la propia. Todos, uno por uno, tienen en los negocios inmobiliarios y en el manejo patrimonialista del erario y la obra pública, la principal de sus motivaciones personales. Y, tarde o temprano, les ponen una notaría. Y cuando están a su alcance si son gobernadores, las regalan como pieza de caza a los más fieles de su corte.
Maximino Ávila Camacho, gobernador de Puebla (1937 - 1941)
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Pienso ahora mismo en Mario Marín Torres y en Javier López Zavala. Ambos nombrados notarios, por cierto; el primero en 1998 por Manuel Bartlett Díaz; el segundo por Manuel Velazco Coello en el 2018, ya de salida del cargo de gobernador de Chiapas. Y también, ambos presos, acusados de delitos graves, vinculado uno a una red de pederastia y a la tortura de una periodista y feminicidio de su expareja el otro. Crímenes extremos. El primero lo cometió como gobernador. El segundo lo hizo como civil pero muy involucrado en la carrera que se corre hacia la elección de gobernador en 2024, en particular con quien fuera su director de campaña en el 2010, Alejandro Armenta. Valen entonces las preguntas: ¿Cómo es que llegaron estos personajes a ocupar los puestos que alcanzaron en la estructura de poder político en Puebla? ¿Sus crímenes los desmarcan del habitual comportamiento de quienes han ocupado sus cargos antes y después? Su fotografía tras la reja ayuda a pensar en que estos personajes de nuestra vida pública no aparecen de la nada, se contienen en una urdimbre de hechos y procesos tejida a lo largo de los muchos años que se necesitan para construir un grupo de poder fáctico que los cobije e impulse. La pregunta sobre Marín y Zavala cabe para personajes similares: Mariano Piña Olaya y el fraude en Tlaxcalancingo y Momoxpan cometido materialmente por uno de sus subsecretarios que portafolio en mano recibe en efectivo el pago por terrenos ejidales expropiados a lo largo de la Recta a Cholula y la recién estrenada autopista Atlixco, entre 1989 y 1992; Manuel Bartlett y la lotería constructora del Periférico y Angelópolis en esos mismos terrenos expropiados pero ya con la fachada de Programa Regional Angelópolis, que le da para regalar 45 hectáreas al magnate Carlos Peralta; Melquiades Morales con su propia feria de cambios en el uso del suelo de la reserva Atlixcáyotl-Quetzalcóatl, también muy regalador él de las 20 hectáreas al Tecnológico de Monterrey con el pretexto de que era el único medio para quitarle a Peralta parte del obsequio a 99 años que su antecesor le dio al hijo del empresario de los medidores de CFE, Alejo Peralta; el propio Marín que acabó por vender hasta los camellones de la reserva, una vez que descubrió que Bartlett y Melquiades no le dejaron nada más que ofrecer; Rafael Moreno Valle y los Proyectos de Prestación de Servicios (PPS) con los que ocultó una enorme deuda pública nunca autorizada por el Congreso y con la que construyó la plataforma AUDI y la infraestructura para la implantación de la armadora alemana, pero también la rueda de la fortuna y el teleférico, el CIS y el trenecito a Cholula; Antonio Gali y los 65 espectaculares en el Periférico y Atlixcáyotl y sus barquitos de 200 millones de pesos para el cuento de limpiar el lago de Valsequillo; Guillermo Pacheco Pulido en el interinato de 2019 bajo el sistema de la pirinola “tomo todo” en manos de uno de sus hijos; y el propio gobernador actual, Miguel Barbosa Huerta, con la oscuridad en la que mantiene las adjudicaciones de la obra pública. Son los gobernadores inmobiliarios, cada uno en su momento detentadores de un poder autoritario al que no calificamos así por la costumbre de saber que no vivimos en un régimen democrático. Y no sólo los gobernadores, también los alcaldes como Eduardo Rivera, Claudia Rivera Vivanco, Blanca Alcalá, Enrique Dóger, Luis Paredes. Y tras ellos, en el escalafón de cargos públicos, políticos que esperan el turno como Jorge Estefan, Alejando Armenta o Ignacio Mier, con todos sus derechos adquiridos por haber jugado como operadores políticos desde los tiempos del gobernador Manuel Bartlett Díaz. En torno a ellos, una multitud de servidores de sus pequeñas y grandes cortes, todos trepados en la rueda de la fortuna del poder público que ocupan sus padrinos. Ahí entiendo a la pareja Marín Torres-López Zavala. La clase política no se explica sin esta urdimbre de redes y estructuras en el paso del tiempo. ¿Cómo es que se reproducen y multiplican en tramas locales y regionales? ¿Cómo se convierten en poderes fácticos estatales y nacionales? ¿Cómo participan en ellas actores que no son menores pero que no están tan a la vista, que no ocupan los principales cargos públicos o nunca ocupan alguno, por ejemplo los empresarios inmobiliarios Posada Cueto y Ventoza Aguilera, o los ejecutivos de la trasnacional Volkswagen, los dirigentes de organizaciones políticas como Antorcha Campesina, o los líderes de iglesias llámense la de Catedral, las cristianas o la Luz del Mundo, o los cabecillas del crimen organizado con Lamborghini en los garajes de La Vista?
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Si se sigue el hilo que lleva por nombre Javier López Zavala, ¿qué madeja se desenreda? Y la de Mario Marín Torres, ¿empieza y termina con él? El nativo de Nativitas Cuautempan es el prototipo del político hecho en los sótanos de la Secretaría de Gobernación en la ciudad de Puebla. Guillermo Pacheco Pulido, Mariano Piña Olaya, Manuel Bartlett Díaz, tres tipos con su propia cuerda, con sus propios sótanos y que le dieron en su momento a Marín el tiempo, once años de poder (1987-1998) en la oscuridad de los oficios de la secretaría particular (con el alcalde Pacheco Pulido) y las decisiones que manchan las manos en la Subsecretaría de Gobernación A (con Piña) y B (con Bartlett). En esos años aparece el Asesor López Zavala, un chiapaneco todavía estudiante de Derecho en la BUAP en 1992, ya como licenciado y con Marín de Jefe y como Secretario de Gobernación de Manuel Bartlett Díaz, en 1995. Qué tareas se cumplen en los sótanos de Gobernación: el control electoral, el sometimiento de alcaldes y jefes locales, la represión de los movimientos sociales como los que representan La Unión de Amas de Casa, la 28 de Octubre, los campesinos de Nealtican. Pero también la construcción de redes propias, en los pueblos, en los barrios, las que estarán ahí justo para cuando se presente el momento, a las que llegará como alcalde a construir en las colonias del paracaidismo y la autoconstrucción en el sur de la ciudad banquetas y guarniciones que le sirvan de “indicadores” del combate a la pobreza y le permitan aplicar aquella sabiduría priista del “haz obra, que algo sobra”.
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Recupero, para explicar cómo se formaron los operadores políticos Mario Marín Torres y Javier López Zavala parte del testimonio que denominé La historia de los mapaches en Puebla, contenido en el tercer tomo de la investigación elaborada por Puebla Contra la Corrupción y la Impunidad en el año 2019 Dinero Ilegal 3: Elecciones y operación de Estado Episodio 3: 1988-2019 Para entender esta historia tenemos que remontarnos a los años ochenta. A figuras como Mario Vargas Saldaña (político veracruzano que trabajó como delegado del PRI en Puebla en la década de los 70), el delegado del PRI que vino a enseñar a todos cómo se ganan las elecciones, el verdadero maestro. Son los tiempos de Pedro Luis Salazar (funcionario electoral en el estado de Puebla en los años 80), quien era secretario técnico de la Comisión Estatal Electoral en Puebla en el año de 1988, al que llamo “el eterno hacedor”. Para que me entiendas, son los años en los que Pepe Alarcón era el patrón, formado por Mario Vargas Saldaña. Son los años en los que se forma Omar Blancarte, el operador de la estructura en la era de Manuel Bartlett y, tiempo después, de Rafael Moreno Valle. Eran los tiempos en los que las comisiones electorales eran designadas por el presidente de la república, y en los estados por los gobernadores. Todo lo controlaba el gobierno. El presidente de las comisiones electorales era el secretario de Gobernación, como Manuel Bartlett en ese mismo 1988. Todos los comisionados eran temporales y dependían en su nombramiento del mandatario. En Puebla, el que tenía todo el mando de la elección era el secretario técnico de la Comisión Estatal Electoral, Pedro Luis Salazar, y su secretario operativo era Omar Blancarte. Era un grupo selecto, capacitado, orientado. La mayor parte de la gente que ahí trabajaba se hizo en la guerra, eran mayéuticos, hechos a sí mismos en la batalla electoral, esa era su formación. Cuando llegamos los jóvenes universitarios los encontramos a ellos, tipos hechos para ganar elecciones. También eran los tiempos en que sí mandaban los delegados nacionales del partido, como don Mario Vargas Saldaña. Pero todo se manejaba en Gobernación, una estructura aparte, fuera del organigrama, con pago en efectivo para los que ahí trabajábamos. Ahí se fraguaron todos, con Pepe Alarcón, ahí nos capacitamos, ahí recibimos la instrucción de lo que se tenía que hacer: Omar Blancarte, Sergio Freeman, los hermanos Sánchez Moro, Fernando Camargo, Gildardo Ayala y Mario Blancarte, el hermano de Omar. (…)Trabajamos para el gobernador. En esos años, unas setenta, tal vez ochenta personas. Éramos una oficina alterna, pero manejábamos toda la información que generaban los delegados de Gobernación en cada uno de los municipios. Llevábamos un récord estricto de todo lo que sucedía en el estado, todas las broncas, cada uno de los conflictos; qué pasó, a quién, en dónde; toda la información confidencial del gobierno sobre cualquier asunto, sobre cualquier bronca. Esa fue nuestra tarea principal, la identificación de los hilos del poder en cada región, pueblo y ciudad. Todo lo que ocurre, para nosotros, tienen una razón de ser, cada uno de esos hilos es el que se tiene que mover, y a nosotros no nos importaba cómo se resolvían esos problemas, eso era tarea de otros, la nuestra era la de manejar toda esa información para pensar en las elecciones y en cómo asegurar ganarlas.
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Cómo se producen estos personajes. Es un sistema. Y sin más virtudes que las del poder monopólico. Las rutas personales se entretejen con los procesos de carácter histórico estructural y con las dinámicas de coyunturales. No es sencillo seguir las rutas personales. Se pierden en la maraña de los oficios con órdenes y decisiones que nunca dejaron registro alguno. Pero en esas sesiones nocturnas del gabinete de seguridad para determinar las acciones a seguir contra los paracaidistas de Santa Cruz Buenavista, contra la insurrección de la 28 de Octubre en el centro de la ciudad de Puebla, contra los huelguistas de Volkswagen que combaten la fractalización de las líneas de producción automotriz, contra los campesinos opositores a la construcción de pozos en Nealtican y se manifiestan en el Paseo Bravo para denunciar el despojo del agua que promueve el Programa Regional Angelópolis participarían Mario Marín y sus asesores reclutados en la Facultad de Derecho de la Benemérita. ¿Qué imaginaron para sí Marín Torres y López Zavala cuando se conocieron en 1992? ¿Ya le cantaban al nacido en 1954 en el desierto mixteco de Nativitas Cuautempan, en las cenas íntimas que su corte le organizaba, la consigna “de norte a sur se oye un clamor, Mario Marín gobernador”? ¿Existe una relación de sucesos que dé cuenta de las acciones emprendidas desde esas Subsecretarías A y B de Gobernación estatal? ¿Se pueden imaginar esa cadena de cenas con las que un político intuitivo, ambicioso y sin escrúpulos urde brindis tras brindis su propia red de relaciones y su estructura electoral?
Los pasos de Mario (1987-2020) A los 18 años se afilia al Partido Revolucionario Institucional (PRI) (1972), Secretario Particular del alcalde Guillermo Pacheco Pulido (1987-1989), Subsecretario A de Gobierno con Mariano Piña Olaya (1989-1992), Subsecretario B de Gobierno con Manuel Bartlett (1992-1995), Secretario de Gobernación con Manuel Bartlett (1995-1997), presidente del Comité Directivo Estatal del PRI (1997), candidato del PRI a la alcaldía de la ciudad de Puebla (1997-98), presidente municipal de Puebla (1999-2001), precandidato y candidato del PRI a la gubernatura de Puebla (2002-2003), gobernador del estado de Puebla (2005-2010), suceso Gober Precioso (marzo 2006), exonerado por Suprema Corte de Justicia de la Nación (noviembre de 2007), acusaciones por estupro de una joven de 17 años en 1999, cuando era presidente municipal (junio de 2009), por su “trayectoria, liderazgo y lealtad” hacia el PRI recibe un reconocimiento por el Comité Directivo Estatal de ese partido (julio de 2015), detenido por su responsabilidad en el delito de tortura en agravio de la periodista Lydia Cacho (febrero de 2021)
Mario Marín detenido en Acapulco en febrero de 2021.
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Los pasos de López (1992-2022) Estudiante de derecho en la BUAP (1992), asesor del Subsecretario A de Gobernación Mario Marín (1992-1995), asesor del Secretario de Gobernación Mario Marín (1995-1997), secretario técnico en la Secretaria de Gobernación de Puebla (1997), secretario particular del presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, Mario Marín Torres (1997), director del DIF Municipal en el gobierno del alcalde Mario Marín (1999-2001), coordinador en el Estado de Puebla de campaña del candidato del PRI a la Presidencia de la República (2000), diputado local en la LV Legislatura del Congreso de Puebla (2002-2005), subcoordinador estatal de promoción al voto en la campaña federal para diputados del PRI (2003), coordinador general de campaña del candidato del PRI a gobernador de Puebla (2004), Secretario de Gobernación de Puebla (2005-2007), Coordinador general de promoción al voto del PRI en Puebla en la elección federal (2007), Secretario de Desarrollo Social de Puebla (2008-2010), consejero político del Comité Directivo Nacional del PRI (2008), Candidato derrotado del PRI a gobernador de Puebla (2010), Secretario general adjunto del CEN del PRI (2010-2012), acusa de traición a Mario Marín (2012), diputado por la LXII Legislatura federal, lleva como suplente a Adolfo Karam Beltrán, jefe de la policía judicial en gobierno de Mario Marín, acusado también por el caso de tortura contra la periodista Lydia Cacho (2012-2015), nombrado Notario 215 en Ocozocoautla, en Chiapas, por el gobernador Manuel Velazco Coeto (2018), respalda la candidatura de Miguel Barbosa a la gubernatura por Morena y se presenta como uno más de sus seguidores el día en el que el candidato hace oficial su nominación ante el instituto electoral del estado (octubre de 2017); el PRI de Puebla inicia procedimiento de expulsión del militante Javier López Zavala (2019), detenido bajo la acusación de asesinato de su expareja, la abogada Cecilia Monzón (junio de 2022).
Javier López Zavala detenido el 6 de junio pasado por el feminicidio de Cecilia Monzón
Recupero esta crónica que escribí el 15 de febrero de 2001. El culto golpe de pala El culto a golpe de pala. La figura, en el pedestal de la imagen, no se fragmenta. En la era electrónica, el aparato ya no necesita de las masas. Mejor aún, el milagro de la comunicación: las masas ya no necesitan de los actos públicos. Quebrará el sistema, pero se sostendrán los líderes. En el auditorio de la Reforma los escenarios cambian pero son los mismos. Hace justo un mes Melquiades Morales acaparaba las miradas y los aplausos para confirmar que es el poder presente. Hoy es la fiesta de Mario Marín, y pocas veces la liturgia del Informe reproduce los viejos tiempos. Pero no todos: afuera, en la explanada, no hay masas ni porras ni pancartas. No hay acarreo. Y, a juzgar por el video, no es que el bolsillo que esculpe el monolito de la personalidad del futuro ronde la insolvencia o se rija por pruritos republicanos y austeros. ¿Qué ocurre? Si hoy el viejo sistema se reproduce a la perfección dentro del auditorio, ¿por qué no están las sufridas masas para cantar que sigo siendo el rey y aquí están los altavoces para confirmarlo? Ayer no hubo masas ni porras en la explanada del auditorio de la reforma. Ayer, y apenas entiendo, Mario Marín no acarreó colonos o ambulantes, no necesitó de combis o microbuseros para el oficio del Informe. Los jerarcas llegaron en suburbans. Una mayoría de burócratas ceñida al empleo, llenó la galería y cumplió de corifeo en el rito antiguo de los hombres que se esculpen a sí mismos: orgullosos, solitarios, militantes, se modelan para el poder. Para la historia nuestra, la de ayer marca el día segundo en la construcción de un culto a la personalidad. Hace un año, en el primer informe, Mario Marín dijo: “Es el principio, yo soy el hombre....”. Inició entonces, sin remilgos, ya no en las cenas con la cofradía, sino desde su cargo público, la carrera al trono de nuestro pequeño reino. Ayer se miraba Mario de nuevo en video. Lo miraba Melquiades. Hace mucho que uno y otro se miran a sí mismos, son su espejo, los separa un escritorio. Imagino su monólogo: “El hombre político siembra futuro para llegar al poder. Parte de abajo, caravanea, es su sombra la que mira desde arriba. Esculpe su personalidad en la grilla en corto, en el templete, en la imagen electrónica. En todo momento es ahijado y padrino, aplaudidor y, poco a poco, el aplaudido, el hombre que salió del escritorio oscuro para mirar desde tribuna con el rostro del que salva a las masas, el poseedor del futuro”. Escribo estas frases para el monologo moderno de un político cruzado en el estante del sistema, alentado por los moribundos dinosaurios en el sueño de la Restauración. Dice el italiano Norberto Bobbio que la tarea del hombre de cultura es sembrar dudas, no recoger certezas. Y lo dice siempre ilusionado por entender la relación entre los intelectuales y el poder, pero con la sabiduría de un viejo que ha visto demasiadas equivocaciones como para creer en la salvación por los iluminados. Ayer de tantas certezas electrónicas, de tanta liturgia megalómana, este poder arcaico que domina Puebla, se deshizo en dudas, se desmintió en proezas. Nos presentó a su nuevo así mismo. De Mario Marín ayer guardo dos imágenes: en el video, lo miro paleando tierra a la manera de los grandes e infernales líderes europeos en los años treinta; Mario palea y los fotógrafos lo movilizan al futuro, el suyo es un espíritu que se piensa para las masas que lo admiran porque con él el mundo dejará de ser una desgracia. Y si besa niños y da banderazos de salida a corredores esforzados es porque él bendice y encausa destinos. La otra imagen, terminado el video, se encierra en la entrega del viejo aparato al informante municipal: Mario Marín apenas parado tras la mesa pétrea de Melquiades Morales y Pacheco Pulido, es por un instante el futuro de la cúspide en ese monumento gris a la jerarquía mayor de la burocracia que ha gobernado Puebla desde hace cincuenta años. Entre los santones de la política priista hay uno nuevo, todavía más santón, más joven, mestizo y fiero, para decirles a todos que él es el renacimiento.
Detalle del mural que Mario Marín mandó pintar como alcalde que era y con él como personaje constructor visionario en un salón de los altos del Palacio Municipal de la ciudad de Puebla.
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Hay dinámicas de largo plazo. Hay una que atiende al sometimiento de la sociedad poblana ante el poder central. La subordinación que produce la carencia de dinero público propio. El poder del presidente de la república se manifiesta con la apertura o cierre de la caja de dinero federal y el derrocamiento a petición popular de un gobernador en desgracia. No hay otra forma de generar economía, y pasa por romper las estructuras caciquiles de los poderes locales. Registro cuatro grandes obras públicas en Puebla entre 1920 y 1960 para todo el estado de Puebla, obra pública en la que no tiene que ver el capital del magnate William Jenkins: la pavimentación de la carretera México-Puebla en 1925 –el mismo año de la fundación del Banco de México—, la presa de Valsequillo terminada en 1942 para el distrito de riego que con ese nombre todavía existe en el valle de Tecamachalco, las carreteras que llevan a Oaxaca en el sur y a Teziutlán en el norte y los centros escolares de Puebla y Teziutlán. Puedo sumar el Estadio Zaragoza, inaugurado en 1952 en el agujero dejado por una cantera centenaria al pie del fuerte de Loreto. No más. Tal fue el peso del claustro en el que encerró al estado el clan Ávila Camacho. En la segunda mitad del siglo XX se producen dos momentos de intervención capitalista del estado mexicano en Puebla, y las dos corresponden al sometimiento de los poderes locales por el presidente de la república: en los sesenta la inversión federal apunta a la infraestructura y la industrialización no textilera, con la autopista, el entubamiento del río San Francisco, la implantación de Volkswagen, Hylsa y las plantas del corredor de la autopista, los estadios, la ciudad deportiva y la construcción de la Avenida Hermanos Serdán; y en los noventa con el Programa Regional Angelópolis un proyecto multimillonario, vendido por su promotor Manuel Bartlett como “el reordenamiento urbano que va a recuperar la grandeza de Puebla”, fundado en la expropiación de la tierra campesina en las Cholulas y que de un inicio y de final quedará condicionado por la especulación inmobiliaria. No más. Y treinta años entre una y otra. En ambos casos los recursos son a fondo perdido. Y los dos procesos ocurren con gobernadores impuestos desde la presidencia de la república y el derrocamiento de tres de ellos entre 1964 y 1973. Una tercera ola de inversión pública masiva se produce en la segunda década de este siglo, con Rafael Moreno Valle. A diferencia de las otras dos, los recursos no provienen de la Federación, no son a fondo perdido y sí quedan hipotecadas por dos y tres décadas las finanzas públicas. A diferencia de Aarón Merino Fernández y Manuel Bartlett Días, a este gobernador no lo impone el presidente de la república, pero sí la maquinaria electoral priista de la que echa mano. En ese marco hay transformaciones estructurales más recientes que se traducen en la creciente pérdida de poder del presidente de la república, que pasa de nombrar por Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari sin que nadie chiste a los gobernadores de origen poblano por accidente, Mariano Piña Olaya y Manuel Bartlett Díaz, a dejar con Ernesto Zedillo para los locales el nombramiento del candidato en 1998. O la que se manifiesta con la demanda nacional de reconfiguración del presupuesto federal asignado a los municipios --cercano al cien por ciento en la inmensa mayoría de los 217 ayuntamientos-- y la manera en que se distribuye el dinero público en la línea de ingresos gobierno estatal-ayuntamientos. O la que golpea la línea de flotación de la tenencia social de la tierra con las reformas al artículo 27 que abren la llave de los ejidos a la privatización y la especulación inmobiliaria. O la que reconvierte –reconversión, esa es la palabra que los políticos tecnócratas utilizaron para describir el fenómeno— la economía nacional hacia la exportación a Estados Unidos bajo los términos del Tratado de Libre Comercio en 1993, una apertura comercial que en Puebla ha iniciado a la mala en los años ochenta y ha quebrado a la industria textil, con la pérdida de cuarenta mil empleos en esa década. O la que delinea la pérdida de peso político de los poderes económicos locales básicamente enclaustrados en los textiles, la agroindustria y el capital inmobiliario del viejo casco urbano de la ciudad de Puebla y su, de nuevo, reconversión al capital inmobiliario ligado a los gobernadores y sus programas de expansión metropolitana de la ciudad de Puebla (Julián Ventosa y sus torres JV y los Posada Cueto y su Lomas de Angelópolis). Las consecuencias estructurales en Puebla las vemos en la pauperización de campo y el éxodo masivo de mano de obra rural a Estados Unidos; en la explosión de las industrias maquiladora y autopartes en términos que no son otros más que los del capitalismo salvaje; en la urbanización explosiva y sin programas de ordenamiento territorial que se respeten o que existan en las ciudades de Puebla, Tehuacán, Texmelucan y Teziutlán; en la catástrofe ambiental en la Cuenca Alta del río Atoyac; en la proliferación de la violencia armada con las características fatales del crimen organizado.
La larga ruta de la Federación en Puebla. Manuel Bartlett Díaz, Secretario de Gobernación, un tiempo antes de llegar como gobernador a Puebla.
8 Estas transformaciones se reflejan en la política real. Recupero esta crónica escrita en el año 2004, cuando el gobernador Melquiades, como en su momento Manuel Bartlett, no puede detener la fuerza de la ola que carga a Mario Marín. * Tiempos desfondados en el PRI. 23 de febrero de 2004. Lo que ya ocurrió ahora mismo ocurrirá. Los tiempos en el PRI son tan difusos como los ojos de sus políticos que se disputan el poder: qué miran, cómo miran, a quién miran, para qué miran... Los ojos de los dos políticos sí perfilan estados de ánimo, pero en una asamblea como la del viernes su mirada no se detiene en un punto preciso, y ese desatino es extremo cuando al final los reporteros acribillan en montón a los personajes. Ninguno de ellos logrará penetrar en el pensamiento simple del precandidato: ya gané y todo esto es un artificio; estoy jodido y todavía tengo que hacerle al teatro. Germán Sierra y Mario Marín se han sentado juntos, y codo con codo viven este meneo de discursos priistas en un instante, el de la decisión, que ya dura meses, sobre quién será el candidato. Germán mira a su derecha; Mario a su izquierda. Los reporteros acosan primero al senador. Marín no responde de arranque a quienes lo encaran con las grabadoras, como si considerara incorrecto que los dos respondan lo mismo –como lo harán--, en una réplica: hay que esperar los términos de la convocatoria. Yo quedo entre las dos peloteras de grabadoras y sólo confirmo que sus ojos miran, pero sus miradas están en otro tiempo que igual contiene la quiebra y la dicha que acompañan al ganador y al derrotado en una pelea que ya terminó pero que todavía no se ha dado. Porque hay una mecánica en la asamblea del viernes: nos reunimos --piensan todos y cada uno de los priistas que han acudido--, los amos y los vasallos para decidir lo que ya está decidido pero que todavía no se decide. Y hay unas maneras, las viejas y muy respetadas formas –que son el fondo-- del mundo priista: estamos aquí para acordar lo que ya todos sabemos que han acordado los que todavía no acuerdan lo que hoy acordaremos. Y por supuesto están los impulsos: “Sí, todo esto que ya se acordó por los que todavía no acuerdan, es un acuerdo por mi candidatura”. 2.- Qué se decidió en la asamblea del viernes que ya estaba decidido: la elección abierta a los militantes y simpatizantes. Qué saben todos que ya se decidió pero que no se decidió en esta asamblea: que sólo habrá un inscrito. Y qué también ya estaba decidido y que sí se decidió en esta asamblea: que no habrá más actos masivos. 3.- “Mario Marín cree que ya está todo decidido, pero los otros no están cojos, no están mancos y no están solos –me dice un sirviente de uno de los santones del priismo poblano, Marco Antonio Rojas--. Ellos se han reunido hoy –y se refiere al propio don Marco, a Germán Sierra, a un representante de Pacheco Pulido y a Oscar Aguilar--. Pero si no se da ese frente común, quién sabe qué nos espere en el próximo sexenio.” Don Marco no ha dejado de sonreír en toda la sesión. Germán habla confiado con los reporteros e insiste en que uno de los candidatos ha saltado las trancas en la contienda interna. El presidente del Tribunal Superior de Justicia, Guillermo Pacheco Pulido, santón también él de los priistas, con su mirada siempre ausente, con su mano derecha ajustando siempre la corbata negra, sostiene el bajo perfil de los por lo menos últimos ciento veinte meses. Un sexenio más en el que concluye que este tampoco será su momento. Se entretiene con el enojo del yero del periodista Juan Bustillos, Oscar Aguilar, que carga con la cuenta de quienes levantaron pancartas y reclamaron la traición de Melquiades y se oponen a la selección de quien llaman “un candidato narcotraficante”. No suena mal un bloque opositor a Marín, dirán los seguidores de esos aspirantes. Pero no queda claro si están entendiendo que el asunto se dirimirá en las urnas y con los votos en una elección interna. Lee también: Dan avances sobre feminicidio de Cecilia Monzón en mañanera de AMLO 4.- Manuel Bartlett espera que sólo uno de los candidatos se inscriba. El entra en el capítulo de los que ya saben que en esta asamblea se acuerda lo que ya está acordado. Supongo que en esta nueva era priista el exgobernador forma parte de los que con Melquíades a la cabeza recrean esa mítica figura del Gran Elector. No tiene dudas cuando le pregunto en qué no se parecen estas dos coyunturas de la selección de candidato priista, la de hace seis años, en el 98, y la que nos ocupa: “Melquíades era imbatible”, me dice al término de la asamblea, cuando no lleva ninguna prisa por abandonar el salón de fiestas. 5.- Hay, en esta percepción de los tiempos confundidos, la impresión de que las bases no existen, dado que todos los presentes en ningún momento ponen en tela de juicio que no habrá consulta directa a pesar de que justo eso es lo que hoy ellos mismos han acordado. Y el hecho no es percibido como un asunto que genere crisis por sí mismo. Obvio, la preocupación estriba en el nombre de quien se inscriba. Mario Montero es de los seguros de que el expresidente municipal será el elegido, tanto que está dispuesto al propio sacrificio: “No se pueden tener a los gatos y a los perritos al mismo tiempo”, me dice para que entienda que no tendrá problema alguno con dejarle el campo abierto, supongo yo, al rector de la BUAP Enrique Dóger en la disputa por la candidatura a la presidencia municipal. Ernesto Echeguren empieza por decirme que él ahora no pasa de ser un funcionario de Melquiades. Después –dado que va y viene de su asiento a platicar con quien le llame su atención, como el enviado Gurría cuando se baja del presídium para responder al celular--, revelará qué tanto está al tanto de las decisiones que ya se han tomado y que en la asamblea se van a acordar: “Ya no va a haber actos masivos –me dice--. Y es Germán. Todo estará resuelto antes del día 4”. 6.- Oscar Aguilar confirma que no sólo llegaron juntos los antimarinistas sino que se reunieron en algún momento del día. “Se trata de fortalecer el partido –me dice--. Y yo te pido que vayas a uno solo de los mítines que nosotros realizamos. Mira a los de Marín, tiene que llevar acarreados desde la ciudad de México”. Ya no lo veré al final, cuando los reporteros se quedan para acosar a Germán y a Mario, por lo que ignoro qué ha dicho de los campesinos que armaron el barullo con las pancartas antimarinistas. Por ahora sólo retengo la imagen de un hombre menudo y bien resuelto en su bigote en la consigna de no dejar pasar al chaparrito de Nativitas Cuautempan. 7.- Pasado y futuro de un país contenido en estos modos del PRI. Todo lo que fue sigue siendo para estos hombres que se contemplan como partes de un verbo conjugado en las barrocas y siempre rudas maneras del poder. Existes y no, y la vida, en el instante de una asamblea, es un mero artificio al que se sobrevive por la vieja disciplina, todavía en Puebla bien lustrada por los santones, en el más probado juego de los engaños.
Tiempos felices de las inauguraciones. En septiembre del 2000, Mario Marin, alcalde, Melquiades Morales, gobernador, en la reapertura del Palacio Municipal afectado por el sismo de 1999. Foto tomada de La Jornada de Oriente.
9
Hay coyunturas que proyectan las rutas personales. Hay cuatro momentos que anuncian por igual la debacle histórica del PRI y el surgimiento de nuevas figuras frente a los santones del poder político en Puebla. En sucesivas oleadas sexenales, la recomposición de grupos de poder fáctico dentro del aparato de control electoral priista es una feria de mudanzas de lealtades y traiciones que derivaron en la catástrofe priista pero que no extinguieron y más bien impulsaron la persistencia de los mecanismos tradicionales de reproducción del poder monopólico. Dos gobernadores al hilo, Piña Olaya y Bartlett Díaz llegan sin mayor raíz al gobierno de Puebla. 1987 y 1993. Obligados a fundar alianzas con grupos y cabecillas locales, ambos tienen su propio estilo. El primero reconfigura con militares foráneos la seguridad pública, guarda para sí el negocio constructor e inmobiliario y deja el control político en manos del grupo de poder fáctico en Huauchinango encabezado por Alberto Jiménez Morales, hermano del ex gobernador Guillermo. Toma vuelo el apellido (Melquiades y Jesús) Morales Flores al lado de los otros santones priistas Miguel Quiroz Pérez, Guillermo Pacheco Pulido, Marco Antonio Rojas Flores. Inicia el proceso de especialización del control electoral desde la Secretaría de Gobernación, con “ingenieros” electorales, nóminas y oficinas paralelas clandestinas. Los nombres de Mario Vargas Saldaña, José Hernández Alarcón, Omar Blancarte, Javier López Zavala y, ya en estos últimos tiempos, Eukid Castañón, pasan a la historia como los artífices de la administración y operación de las estructuras electorales para los gobernadores en Puebla y tienen sus orígenes en las camarillas políticas que se reprodujeron desde la Secretaría de Gobernación en los tiempos de Mariano Piña Olaya. El segundo, Manuel Bartlett Díaz, soporta su armadura política local en la estructura que le hereda Piña Olaya, pero no la que representa Melquiades Morales Flores sino una de sus hechuras, Mario Marín Torres. Y desplanta su programa fundamental de gobierno, el proyecto inmobiliario Angelópolis con el trabajo financiero y administrativo de cuadros llegados de fuera (Jesús Hernández Torres y el funcionario de Hacienda José Luis Flores). Bartlett no las tiene todas consigo en asuntos del control político y pierde para el PRI la ciudad de Puebla en 1995 contra un candidato ciudadano, Gabriel Hinojosa, al que un alicaído PAN le da el registro, y la candidatura de su propio partido frente al principal operador político local, Melquiades Morales. “Era imbatible Melquiades”, me dirá años después. A Bartlett, sin embargo, le sobrevive la estrella en ascenso Mario Marín Torres, y por la vía de la operación electoral aludida y la división del voto no priista, el punto real del despegue del grupo de poder fáctico marinista. Todos los gobernadores que les siguieron corresponden en su posicionamiento a figuras y estructuras de poder local por sobre la antigua usanza del gran elector presidencial. Y así ha sido hasta la era y la ola de Andrés Manuel López Obrador que plantó en el poder al actual gobernador Miguel Barbosa Huerta. Ese tercer gobernador que sigue a Piña Olaya y Bartlett Díaz, Melquiades Morales Flores, goza y sufre del rompimiento del poder monopólico de los gobernadores a la hora de nombrar su sucesor. Si en 1998 él mismo es a un tiempo santón priista y opositor dentro de su partido que le arrebata la candidatura de a Manuel Bartlett, en el 2004 la pierde para su verdadero alfil –no Germán Sierra Sánchez, sino Rafael Moreno Valle-- contra la red construida sin rubor alguno en quince años de sótanos políticos por Mario Marín Torres. Pero en su ascenso provoca este cuarto gobernador, el segundo al hilo proveniente de las dinámicas de poder local frente a la nacional, y produce una nueva ruptura de la estructura del poder priista tras su elección. Marín Torres traslada a Casa Puebla el equipo con el que ha gobernado la ciudad. Desplaza a los cuadros de Melquiades Morales y coloca a Javier García Ramírez en el control de la obra pública y a Javier López Zavala en la operación política. Este último será el alfil de Marín en el 2010. Aquel viene desde la administración municipal de Pacheco Pulido cuando es director de la recolección de la basura en la ciudad --operación que por cierto realiza con maquinaria de su propiedad en tiraderos a cielo abierto en las barrancas aledañas al estadio Cuauhtémoc--; tiene a su cargo la oficina de Desarrollo Urbano en la administración de Marín entre 1999 y 2001 y maneja a discreción la obra pública estatal entre 2005 y el 2010; es el principal blanco de denuncias por corrupción en el gobierno de Moreno Valle y, perseguido, hasta la fecha se mantiene prófugo de la justicia. En el año 2006 Rafael Moreno Valle ya es un senador con marca de partido no priista. Aprovecha en su conversión al PAN la debilidad del gobernador Marín Torres que resulta del proceso abierto en su contra y que llega hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación por los hechos que lo vinculan con redes de pederastia denunciados por la periodista Lydia Cacho, a quien su policía detiene y tortura por cuatro días, proceso del que lo salva la coyuntura de la controvertida elección presidencial que en ese año lleva al panista Felipe Calderón, en un acuerdo manifiesto de sobrevivencia entre ambos. En sus términos, Marín “no opera” con su estructura la elección federal a favor de su partido y el presidente electo le salva la cara con la decisión 6 a 4 de la Suprema Corte en el sentido de que el gobernador poblano no ha violado “gravemente” los derechos humanos de la periodista. Pero a Mario Marín se le voltea el chirrión por el palito, como dirían los antiguos. Moreno Valle carga en la mochila todos los trucos aprendidos de la operación electoral priista, ningún escrúpulo para hacerse de recursos públicos y operadores de su ex partido y una lista larga de compadres presidentes y expresidentes municipales propios a los que ha otorgado recursos a discreción desde la Secretaría de Finanzas que encabeza entre 1999 y el 2003.Y con ella una todavía más larga cadena de empresas y contratistas dispuestas a pagar favores a la juvenil y exquisita figura del senador de las república. Y con él asisten a sus mítines de candidato en el 2009-2010 la todavía más larga cauda de compadres del exgobernador Melquiades Morales. De nada sirve querer explicar estas mudanzas en términos partidistas. Operan estructuras locales y regionales que trabajan para la marca Morales Flores-Moreno Valle. Al primero nadie lo acusa de traición a su partido, dado que es su estructura priista la que lo respalda. Al segundo, pocos lo increpan desde el bando panista porque a la vista tienen la posibilidad de un gobierno que pintará con azulejos mal remedo de talavera azul las fachadas del que será el quinto gobierno estatal desde Piña Olaya, el tercero al hilo que representa a los poderes fácticos de casa. Ahí, en la derrota de la marca PRI-Mario Marín Torres, corre la suerte de su antiguo asesor López Zavala. Jugó Marín las reglas del juego aplicadas para él en su trayectoria a la gubernatura: lo hace secretario de Gobernación en 2005 con la función única de operar la estructura electoral priista, y con ella arrasan en las elecciones de 2007; le da en 2008 la Secretaría de Desarrollo Social para que apuntale con dinero público su estructura de operación electoral. Y lo impone como candidato en el 2010. Y pierde, al igual que Bartlett en 1998 y Melquiades en el 2004. Rafael Moreno Valle lo intentará por doble partida. La primera la gana con Antonio Gali Fayad en 2016. Y en una compleja trama de toma y daca y fraude con y contra la ola obradorista, lo repite con Martha Érika Alonzo, su esposa, en el 2018. Con Moreno Valle se rompe la cadena de derrotas de los candidatos que los gobernadores en su salida intentan imponer. Lo hace con las propias armas con las que jugaban aquellos: las que operan las llamadas estructuras electorales a nombre de los partidos PRI, PAN, PRD, Verde y las que se inventa con los membretes PSI y PCPP y que juegan para él sin empacho en la elección de 2016. En el 2018, los viejos campeones de la manipulación electoral, Pepe Alarcón y Omar Blancarte, las hechuras priistas de los años ochenta y noventa, a las que se suma Eukid Castañón, hechura ya de Moreno Valle, encabezan la operación que deriva en la crisis política por la violencia y el fraude en la elección de Martha Érika. Esta operación en la elección estatal explica la diferencia entre su resultado y los números con los que López Obrador gana en Puebla la presidencia. La decisión del Tribunal Electoral del 8 de diciembre del 2018 confirma el hecho insólito de que por primera vez en más de cincuenta años un gobernador logra imponer a su sucesor en el gobierno de Puebla. La caída del helicóptero el 25 de diciembre siguiente destruye en un instante el sueño de un déspota.
Miguel Barbosa, antes y después. La política, antes que cualquier cosa, es asunto de poderes fácticos.
Final
Miguel Barbosa es la consecuencia. Carga en el morral sus treinta años de operador electoral y hereda a los desamparados de todos los bandos, los primeros entre ellos, los desheredados de Moreno Valle. Pero antes que ellos, el descabezado gremio marinista. Eukid Castañón está guardado en un penal de Durango por delitos que nada tienen que ver con el probado espionaje político en la era Moreno Valle y la violencia del crimen organizado en la elección del 2018. Marín y López Zavala están donde están bajo proceso por crímenes aberrantes. Me ayuda entones pensar en todo este como un proceso histórico. Los políticos que hoy conforman nuestra clase política, provienen de una inercia cuyo movimiento aún no termina, el de la ciudadanización de los órganos electorales, el hecho más importante relevante en el arduo camino hacia la democratización de la sociedad mexicana. Mario Marín Torres y Javier López Zavala, en la estela de los viejos santones de la política poblana, son producto de la recomposición de una hegemonía autoritaria que en el control y manipulación de los procesos electorales soporta su existencia. Ellos se explican en dinámicas como la desideologización de la operación electoral, la profesionalización y la calidad mercenaria de los cuadros operadores de la ingeniería electoral al servicio del mejor postor. MMT y JLZ no son una anomalía, dije al principio. Son la expresión de quien se sabe impune en extremo. Y tal lo han sido los exponentes de los grupos de poder fáctico que controla los procesos políticos en México. |