¿Comprar o rentar casa? Jóvenes poblanos no tienen muchas opciones dignas

A pesar de que la base de todo es la vivienda, pocas personas pueden cumplir el sueño de adquirir una propia.

Al llegar a cierta edad las personas buscan independizarse; pagar sus gastos, sus gustos, vivir a su manera. Comienza también el deseo de encontrar un espacio propio —una casa, un departamento— en el cual puedan vivir su historia personal, ya sea en solitario o con una pareja.

Sin embargo, las desventajas socioeconómicas que enfrenta la mayor parte de la población mexicana, especialmente la joven, frenan casi de tajo ese sueño.  

Puebla es parte de la tendencia nacional, en la entidad poblana las posibilidades de comprar e incluso de rentar una vivienda son reducidas. Sin quejarse, la mayor parte de la población tiene que aceptar las pocas opciones existentes, aunque en muchos casos no sean espacios dignos, pues contar con un lugar en donde resguardarse no es opcional: es una necesidad básica.   

 

El obstaculizado camino para comprar una casa

Para comprar o rentar una vivienda en México, la mayoría requiere de una estabilidad laboral en el sector formal e informal: un ingreso constante, aval de renta y créditos hipotecarios. En el que la mitad de los mexicanos se encuentra imposibilitado de cumplir. 

“Al menos por la vía formal (a través de un crédito) hay muy pocas posibilidades de comprar una casa. Depende mucho de factores multidimensionales, sobre todo del tema de la estabilidad laboral y del ingreso. En esta parte se descarta un gran porcentaje de la población”, expone la arquitecta y Maestra en Ordenamiento del Territorio Lorena Cabrera Montiel, en entrevista para El Popular.

La especialista de IBERO Puebla detalla que la mayoría de la población económicamente activa en el país queda descartada para ser acreedora a un crédito hipotecario —ya sea en una institución pública o en un banco— debido a que laboran en el sector informal.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México la tasa de informalidad laboral es del 56 por ciento; en Puebla alcanza el 72 por ciento.

Además, la especialista considera que existe una gran mayoría de profesionistas en el sector formal que están contratadas bajo esquemas —como el outsourcing (subcontratación) — que no les permiten cotizar o ganar puntos en el Infonavit.

“Quitando el crédito hipotecario, la adquisición de una vivienda tendría que ser a través de un préstamo por otra vía (la informal), de una herencia o de algún ingreso fuerte para poder utilizar ese dinero para adquirir la vivienda o para comprar un terreno y construir la casa. La gran mayoría de la población tiene ingresos bajos, por lo menos el 50 por ciento, y además no hay una estabilidad laboral, sobre todo cuando son jóvenes”, apunta Cabrera Montiel.

 

Un espacio propio para los jóvenes

A los jóvenes les resulta más difícil adquirir una vivienda, pues les cuesta más encontrar un trabajo estable, formal, y contar con un seguro en el IMSS o en el Infonavit; debido a la falta de experiencia laboral. 

Según el INEGI, en México el 60 por ciento de la población joven labora en el sector informal; en Puebla el porcentaje aumenta a 68 por ciento.

Además, para ser candidatos a un crédito hipotecario requieren de mucho tiempo, pues se toman en cuenta otras cosas como la edad, el salario, el saldo que se va acumulando en la cuenta, las semanas que se tengan cotizadas. 

Asimismo, las personas jóvenes no cuentan con un ahorro significativo y no tienen el suficiente historial crediticio. 

Pese a esa incertidumbre socioeconómica, varios jóvenes deciden aventurarse a buscar un espacio propio, rentado o comprado, ya sea porque están iniciando una familia. 

En México, un 43 por ciento de jóvenes considera que es mejor independizarse entre los 25 a 30 años, de acuerdo con la encuesta “Millennials mexicanos y vivienda, ¿qué buscan y cómo quieren vivir?” de la consultora inmobiliaria Vivanuncios.

De acuerdo con el estudio, el 70 por ciento de encuestados no tiene planeado comprar una vivienda. La mitad porque no cuenta con recursos económicos y el 21 por ciento porque considera que ya tiene una vivienda propia con familiares.

La encuesta también indica que sólo el 21 por ciento de los jóvenes paga totalmente la vivienda que habita; el resto comparte el pago con sus padres, familiares, amigos y parejas (36 por ciento) o no aporta ningún recurso económico y cede totalmente esa tarea a las personas cercanas mencionadas anteriormente (43 por ciento). 

Actualmente, las personas tardan 20 años en alcanzar los requisitos necesarios para obtener un crédito en el Infonavit, y otros 20 o 30 años en pagarlo, es decir que, si alguien comienza a trabajar formalmente a los 20 años, podría obtener un crédito hasta los 40 y lo terminaría de pagar hasta los 60 o 70, explica la Maestra en Administración Pública con enfoque en Políticas Ambientales y Urbanas Assenet Lavalle Arenas.

“Mientras tanto tienes que ver cómo le haces, si rentas, si vives en una casa prestada, en un asentamiento informal”, expresa a este medio Lavalle Arenas quien refiere que está dinámica ha cambiado totalmente en las últimas décadas, ya que, por ejemplo, su padre obtuvo un crédito hipotecario “a los treinta y tantos, y a los cuarenta y tantos ya lo había pagado”.

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¿Qué pasa con la renta?

Otra opción para tener un espacio “propio” es rentar; pero la renta siempre conlleva sus riesgos, pues pagar una cantidad de dinero cada determinado tiempo requiere de una estabilidad laboral, la cual desaparece progresivamente en el país.

Esto implicaría que al no contar con un empleo y en caso de que no se tengan ahorros suficientes la persona o las familias podrían ser desalojadas al momento de no pagar la renta.

Assenet Lavalle menciona que ni a nivel nacional ni estatal hay una regulación en la renta de inmuebles que pueda evitarlo.

“Los arrendatarios rentan al precio que quieren, bajo sus condiciones. Debería haber una política de regulación de las rentas, es decir, que los dueños de las casas paguen impuestos y que se tengan condiciones en las que se ponga de renta una casa por lo menos en contratos de 1 año para que no desalojen a las personas”, detalla.

Lavalle Arenas expone que esa regulación es especialmente importante en Puebla, pues a la capital llegan muchos estudiantes de distintos lugares del país para habitar temporalmente mientras toman sus clases.

Lorena Cabrera indica que al no existir crédito o planes de financiamiento para la renta, para pagarla las personas tendrían que descontar directamente de su salario recibido, por lo que se podrían descuidar otras necesidades básicas como la alimentación.

Asimismo, la arquitecta refiere que en las zonas urbanas consolidadas de Puebla no hay muchas alternativas en cuanto a la renta de vivienda, debido a que no hay espacios disponibles o a que el costo es elevado, por lo que en varias ocasiones se tiene que optar por las zonas periféricas, en las que hay una alta probabilidad de que no estén disponibles todos los servicios básicos

 

El problema de las viviendas en las periferias

Aún con los recursos económicos suficientes para comprar o rentar una casa, habitar en una vivienda digna no está garantizado; pues dependiendo de la localización del inmueble pueden faltar servicios elementales como el agua potable, drenaje o la luz.

Un crédito hipotecario —principalmente para personas que no ganan más de 8 mil pesos al mes—, por ejemplo, puede alcanzar únicamente para comprar una casa o departamento en las periferias de las zonas metropolitanas, en donde el desarrollo urbano está inconcluso.

El problema de las viviendas en las periferias tiene que ver con la distancia. En la mayoría de los casos, entre más lejos esté un lugar de la capital más carencias sociales enfrenta.

Esto representa un grave problema pues las viviendas disponibles en las zonas céntricas son escasas o tienen un costo elevado, y la población que migra de otros municipios no tiene otra opción que adaptarse a las zonas periféricas o conurbadas.

La economía y la población de la zona metropolitana poblana crece, pero la calidad de vida de la mayoría de sus habitantes no mejora e incluso puede empeorar, apunta el estudio “Análisis de la Pobreza Urbana en el Municipio de Puebla 2000-2015”, realizado por el Doctor en Ciencias Socioeconómicas Francisco José Rodríguez Escobedo y el Maestro en Administración del Desarrollo Regional José Manuel Medel Sánchez.

“Dichos ciudadanos sufren segregación espacial, social y económica al habitar en zonas con instalaciones y servicios precarios y de escaso valor en el mercado urbano”, dice el estudio. “Los hogares pobres tienden a asentarse en zonas que no son apropiadas para el uso habitacional, pues con frecuencia sufren inundaciones, contaminación y los peligros de la zona”.

Las viviendas son más baratas, pero su ubicación y su baja calidad en la construcción —techos o muros poco resistentes, piso de tierra— conllevan gastos extras —para las reparaciones o para los traslados—, que sumados, pueden provocar que en el caso más radical se abandone el inmueble por no poder cubrirlos, señala Lorena Cabrera.

En México, de acuerdo con datos del Infonavit, hay más de 650 mil viviendas abandonadas, ya sea por la precariedad de los inmuebles o por el desplazamiento que sufren algunas personas por el crimen organizado. En Puebla, se calcula que son alrededor de 9 mil.

Los complejos habitacionales suelen ser de mala calidad y con espacios reducidos en los que se incrementan las posibilidades de hacinamiento (cuando más de dos personas duermen en una misma habitación). Tiene mucho que ver la superficie en donde están construidos, entre más elevado sea el precio del suelo, menor es la calidad de la vivienda de interés social, explica Cabrera Montiel.

La especialista destaca que entre el 2000 y el 2012 —cuando fue el boom de las viviendas en la periferia de la capital poblana— muchos conjuntos habitacionales poblanos fueron considerados como los peores en el país.

La investigación de Rodriguez Escobedo y Médel Sánchez refiere que hasta el 2015 los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) indicaban en el municipio de Puebla el número de viviendas no había crecido a la par que el de habitantes, lo cual refleja que el hacinamiento aumentó (más personas viven en una misma casa) o que la población que comenzó a vivir en la capital “se distribuyó en lugares y zonas apartadas, generando asentamientos irregulares y conurbación”.

En los municipios que están fuera de la zona metropolitana de Puebla el costo se reduce, y es más factible una vivienda de mejor calidad. No obstante, las oportunidades laborales y económicas también escasean, por lo que las personas de igual forma tendrían que acercarse a la capital y deberían pagar más por sus traslados.

La vivienda no es una mercancía, es un derecho fundamental

A la vivienda se le hace ver como una mercancía, pero no, tener un espacio para habitar es un derecho fundamental, un derecho humano consolidado en la Constitución mexicana, asegura Assenet Lavalle.

Esta perspectiva distorsionada sobre la vivienda, provocada principalmente por el sector inmobiliario y los intereses particulares, hace ver a la adquisición o renta de una casa o un departamento como un negocio, y no como un proceso para satisfacer una necesidad básica que lleve a las personas a tener una vida digna.

“Es muy grave. Lo que pasa, no sólo en Puebla, sino en todo el país, es que las condiciones reales en cuanto a la vivienda se contraponen con lo establecido por la Constitución”, expresa Lavalle Arenas.

Para ambas especialistas la regulación de la vivienda y la inclusión de este tópico en los planes gubernamentales son algo fundamental, en especial cuando aún hay tiempo para evitar fenómenos como la gentrificación —el cambio que se produce en la población cuando personas de un estado socioeconómico superior llegan a desplazar a los habitantes previos— o la inquilinización —proceso por el cual la gente cada vez  se ve más obligada a rentar al no contar con los recursos suficientes para una vivienda propia—.

En lugares como la Ciudad de México dichos fenómenos tienen más presencia, y el acceso a una vivienda se ha complejizado aún más.

Lorena Cabrera menciona que en Puebla aún prevalece la población que tiene una vivienda a su nombre; sin embargo, la tendencia cambia de a poco, y eso puede notarse en las zonas metropolitanas. En la entidad poblana el 70 por ciento de los habitantes viven en casa propia, en la capital ese porcentaje baja al 63.

Assenet Lavale subraya que “el acceso a la vivienda le da la base a una región para el desarrollo de las familias, de la educación de los niños, para formar nuevos negocios, para asociarse, para tener una convivencia afectiva, para tener condiciones de seguridad, para pagar impuestos; la vivienda es la base de todo el desarrollo de las ciudades, a partir de la vivienda se crean calles, negocios, espacios públicos, se crean museos, se construyen hospitales, la base de todo es la vivienda”.

 

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