Familia Flores, continuadora de una sabrosa tradición

Los Flores tienen más de 40 años comerciando con barbacoa y mole de panza, en los diferentes tianguis de la capital poblana.

Conoce la historia de la familia Flores en Puebla
V. Garay Conoce la historia de la familia Flores en Puebla

Puebla por excelencia es una entidad con una gran variedad gastronómica. Su comida típica siempre llena y gusta a los paladares más exigentes. Los moles y las barbacoas abundan en puestos a lo largo del territorio poblano, pero solo algunos permanecen y transmiten las recetas de generación en generación.

 

Tal es el caso de la familia Flores, quienes tienen más de 40 años comerciando con birria y mole de panza, en los diferentes tianguis de la capital poblana.

 

Marco Antonio Flores, continúa con el legado de sus padres y decidió ser parte del negocio familiar, la comida tradicional poblana, porque, ¿qué es un domingo sin un molito de panza?

La receta del mole de panza y de la barbacoa es la misma que le enseño a hacer su mamá, y desde un día antes comienzan a preparar todo para la vendimia.

 

La familia Flores es originaria de San Antonio Juárez se localiza en el Municipio Tzicatlacoyan, Ahí la familia de Marco y su esposa Rosi decidieron ir vendiendo la comida casa por casa, pero el papá de Marco le dijo que tenía un espacio en el tianguis  de San Miguel, justo en la esquina del calle camino al Batan y la calle Anáhuac, al final del tianguis. Un punto Perfecto pues el puesto de comida no se pierde de entre los puestos.

 

El local está atendiendo no solo por marco y su esposa, también le ayuda su pequeña hija de 10 años, una hermana y una tía, que se encargan de amasar y tórrese las tortillas para los comensales.

 

Sin embargo, este no es el único punto de venta de la familia Flores, también tiene un puesto en Tepeaca, donde se colocan de igual manera en el tianguis de dicha comunidad.

Marco cuenta que son afortunados siempre tiene el puesto lleno de gente, sonríe diciendo que es por el buen sazón y la buena cara que ponerme para atender a la gente.

 

Aun así, cuando llegó la pandemia y los obligaron a no ponerse fue muy duro para ellos, pues fueron siete semanas sin poder vender en ninguno de los tianguis. Después cuando se permitió vender solo para llevar, Marco asegura que la gente regresó y hacían sus pedidos para llevárselos a su casa.

Al momento de la reactivación económica, el puesto volvió a recibir a sus comensales que, a decir de Marcos, muchos ya son frecuentes de cada domingo o por lo menos dos o tres veces en el mes.

 

Marco y su esposa esperan que su hija continúe el negocio familiar, razón por la cual la llevan al puesto cada fin de semana cuando se pone el tianguis.