Viernes 12 Septiembre 2025

La pobreza en Puebla no es un problema reciente ni ajeno a la historia. Dos libros de la historiadora Lourdes Herrera Feria abren una ventana al pasado para entender cómo ha cambiado la atención a los sectores más vulnerables, desde los tiempos coloniales hasta el siglo XXI.

En su obra “La asistencia pública y sus instituciones en Puebla”, Herrera Feria explora cómo surgieron los primeros hospicios y casas de beneficencia en la ciudad, en su mayoría impulsados por órdenes religiosas o particulares con vocación caritativa. El auxilio a los pobres, explica, dependía en gran parte de la voluntad de las autoridades civiles y eclesiásticas, y con el tiempo fue evolucionando hacia políticas públicas más estructuradas.

Uno de los momentos clave que la autora analiza es el año 2012, cuando el gobierno de Rafael Moreno Valle extinguió el Instituto para la Asistencia Pública del Estado de Puebla y en su lugar creó un fideicomiso para ayudar a personas en situación vulnerable, financiado con fondos públicos y la iniciativa de filántropos privados.

El segundo libro, titulado “Piedad y lealtad en la correspondencia del Ilmo. Victoriano López Gonzalo, 1779-1813”, rescata la historia poco conocida del obispo que intentó fundar un hospicio para niños en situación de abandono.

A través del análisis de correspondencia privada entre el obispo Victoriano López Gonzalo y su secretario Don Manuel González del Campillo, la autora reconstruye la historia de una obra inconclusa que tardó décadas en hacerse realidad.

 

Preocupado por el destino de niños mayores de siete años que quedaban fuera del sistema de ayuda, el obispo impulsó la creación de una casa de asistencia en el antiguo Colegio de San Ildefonso, ubicado hoy sobre la avenida Reforma, en el Centro Histórico de Puebla. Para ello, logró convencer a las familias más ricas de la ciudad para que aportaran donativos, que se guardaban en un cofre especial dentro de la catedral. Se llegaron a reunir más de 50 mil pesos en oro, una fortuna para la época.

Pero el destino le jugó en contra. Justo cuando la obra estaba por completarse, fue enviado a una diócesis en España. Encargó entonces a Don Manuel custodiar el dinero y terminar el proyecto. Aunque los obispos que le siguieron no mostraron interés, su secretario se mantuvo firme en proteger los fondos, incluso ante presiones.

La historia da un giro inesperado. Con el inicio de la guerra de Independencia, los recursos destinados al hospicio fueron confiscados por Félix María Calleja, quien los usó para financiar la lucha contra los insurgentes. El hospicio tardó más de una década en abrir sus puertas: fue hasta 1832, después de consumada la independencia, cuando finalmente comenzó a operar, cumpliendo —aunque tarde— el deseo del obispo López Gonzalo.

Ambas obras, respaldadas por el Archivo General del Estado de Puebla y financiadas por la Secihti (antes Conahcyt), revelan no solo los inicios de la asistencia pública en Puebla, sino también el papel clave de personajes olvidados que intentaron mejorar las condiciones de vida de los más necesitados.

Para la historiadora Lourdes Herrera, la historia del auxilio social no solo se cuenta con cifras y leyes, sino con las voces de quienes intentaron —desde la fe o el compromiso personal— cambiar la realidad de los más pobres.