Se necesitan de 50 a 60 carretillas llenas para vaciar de lodo un pequeño cuarto de 2 por 2 metros. Se necesita el trabajo arduo de 4 a 6 personas durante medio día para lograrlo. LLegamos a la calle Julio San Hernández de la colonia Chapultepec, apenas a 30 minutos caminando del centro de Huauchinango; es una de las zonas más afectadas por el desbordamiento del Río Chiquito que ha cambiado su cauce.
Me dice con tranquilidad la señora Fajardo. una mujer de casi 60 años, que junto a su hija me invitan amablemente a pasar a su casa para atestiguar como seis elementos del Ejército Mexicano ayudan a retirar el lodo que arrasó con su patio, su cocina, su comedor, su sala. ![]() Afuera de su vivienda de no más de 100m2 está un pequeño sillón de cojines azules secándose al sol, un garrafón de agua, una silla y una carretilla. Todo ahí está pintado del mismo ocre de la tierra, del mismo ocre del río. La casa está construida entre el borde de un pequeño venero del Río Chiquito y la calle Julio San Hernández.
Su hija me cuenta que apenas y pudo rescatar la ropa y subirla a la segunda planta. Mientras lo hace, utilizo los tendederos de soporte para descender lentamente por un empinado pasillo que me conduce a la planta baja de su casa. El río se ve ahí, a unos 5 metros, nos separa un patio, los lavaderos y espacio de almacenamiento que ahora está cubierto de lodo y que el Ejercito ayuda a liberar, en silencio, con absoluta concentración. Están ahí desde las 6 de la mañana, ya son las 2 de la tarde aproximadamente. ![]() Al cambiar su cauce, el agua por atrás subió de nivel, y por delante convirtió la calle en un río. Cuenta que la subida del río fue muy silenciosa, y que de pronto todo se llenó de agua y lodo. Las huellas de la inundación se pueden observar en las paredes de su cocina y comedor. Su pequeña estufa fue cubierta casi en su totalidad. -Gracias a Dios, todos los vecinos estamos bien- Me aclaran que se organizaron a tiempo, lograron refugiarse a tiempo en el momento más crítico del desbordamiento. Cerca, a unos 100 metros, centenares de elementos de la Marina, la Guardia Nacional, El Gobierno del Estado, la Secretaría de Bienestar Federal, y la Policía estatal, se concentran en una especie de campamento temporal. Quienes ya acabaron su turno reciente, cepillan su ropa para retirar el lodo seco de sus uniformes, otros lucen claramente el cansancio de la faena, se refugian en el celular, la mayoría son jóvenes, todas, todos están ahí apara ayudar. ![]() Me disculpo con las Fajardo, siento la pena de estar invadiendo su espacio, su intimidad, pienso que desde el periodismo con sentido humano, la cobertura de una tragedia no busca la espectacularización del dolor ni la explotación de la desgracia ajena; por el contrario, su propósito es visibilizar la fuerza colectiva que emerge en medio del desastre. Y entonces relato lo que pasa desde la dignidad que permite mostrar la unidad social, el trabajo solidario y la capacidad de resiliencia de las personas. Pienso en todo eso, y ellas me dicen, que no tengo porqué disculparme si ellas no tienen nada que ocultar, que de eso nadie tiene la culpa, que es la naturaleza, y que quizá así llegue más ayuda para toda la comunidad. ![]() ![]() Corro al vehículo, junto lo que puedo. Se lo doy, hay que continuar el camino, soy el último en subir a la cabina. Salir de ahí se torna complicado, mucho tráfico, muchos vehículos entrando a entregar víveres, un deslave reciente, un camino cerrado, un cambio de ruta, un nuevo socavón, un nuevo cierre, otro cambio de ruta, una hora driblando calles en los mismos barrios. La tarde pardea, amenaza con llover. La Nueva Monterrey entre el duelo y la faena.Llegamos a la calle Quetzalcoátl, ahí donde la Familia Cruz Salas, murió tras el derrumbe de un cerro que enterró su vivienda, ahí dónde las hermanas Delia y Juana Monterde salvaron la vida después de no saberse nada de ellas por 2 días. ![]() Una pipa de agua del Gobierno del Estado acaba de llegar, ahí maniobra otra retroexcavadora que acomoda la tierra justo en el terreno de la tragedia. Ahí, una cruz metálica fue montada entre tabiques y losetas entre la tierra, en memoria de quienes ahí tuvieron una vivienda. El vehículo comienza a liberar agua para enjuagar la calle, mientras a unos 50 metros una mujer militar arrastra tierra y libera la calle Fortín. Militares van, militares vienen, la Guardia Nacional cuida el acceso. El ambiente es tenso, y el tremor del río que atraviesa “La Monterrey” es el susurro permanente de que la naturaleza sigue ahí y que en cualquier momento puede ocupar su lugar de nuevo. ![]() Un vecino se acerca, me observa tomando notas, sacando fotos. Denuncia al presidente municipal Rogelio López Ángulo.
![]() Me dice sin pena y denuncia que a un par de calles, en la calle Santa Catarina, maquinaria continúa los trabajos de pavimentación de una calle, una obra activa del alcalde. El repudio al alcalde es generalizado.
Sin duda es importante el dato, pido a uno de mis compañeros que me acompañe a levantar material, el otro camarógrafo se queda, camina por la calle Dr Río de la Loza, donde un perro de buen tamaño, desborda su tensión en su pantorrilla, es una herida considerable. Nos llaman, tenemos que correr en búsqueda de un hospital. |