La movilidad es la carta de presentación de una ciudad: Armando Pliego Ishikawa
"Deseo que salir a la calle sea motivo de emoción y de disfrute. Que podamos salir a la calle para vivirla con emoción en vez de padecerla".
Armando Pliego Ishikawa es un activista urbano, usuario de bicicleta, en sus palabras, “flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones”, como diría Oscar Athie. “Pero sí tengo muchas ilusiones”. Se cataloga como un enamorado y firme creyente de vivir la vida más despacio. Pliego Ishikawa es egresado de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) de la carrera de Comunicación, y también estudió Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre 2018 y 2021 se desempeñó como Jefe de departamento de Cultura Vial y Promoción de la Movilidad Urbana Sustentable del Ayuntamiento de Puebla. Actualmente colabora aportando sus ideas en la Secretaría de Movilidad y Transporte (SMT) de Puebla. “Entendiendo la ciudadanía como una identidad sociopolítica, una camiseta que está colgada y que me pongo. Me pongo la camiseta y digo “ok, reconozco al estado, reconozco su legitimidad, reconozco las obligaciones, las responsabilidades y mi corresponsabilidad como habitante de un espacio”, en tanto ciudadano, y por ende exijo”.
¿Cómo te la rifas en la lucha por un mejor esquema de movilidad? “Con muchas ganas. Esta es una agenda que habla del derecho derivado de satisfacer otros derechos y otras necesidades primarias para la sociedad”. “Mi entrada a los asuntos de movilidad tuvo que ver con el activismo en seguridad vial. En marzo de 2015 logramos que se cancelara el proyecto del puente peatonal en Cúmulo de Virgo, enfrente de la Facultad de Comunicación de la BUAP y logramos además que se realizara mejor un paso a nivel de suelo”. Lee también: El feminismo, horizonte de plenitud para las mujeres: Natalí Hernández “Entendí que la clave en el activismo es la constancia. Estar encima de los temas. No sólo es opinar y compartir ideas en redes sociales. Hay que aterrizar esas ideas en trabajo. En ponernos a redactar, en aprender el organigrama de la administración pública, cuáles son las atribuciones y qué le toca a cada quién. Entendí además que hay un activismo efectivo: el que conoce la ley y la usa a su favor”.
¿El azar ha jugado a favor o en contra tuya? “A favor cien por ciento. Maquiavelo dice “fortuna y virtud”. Una cosa es la virtud y lo que nosotros podamos tener respecto a valores y capacidades. Pero, en mi caso, tuve la fortuna de nacer en una familia en donde gran parte de mi educación la tuve en instituciones privadas”. “En mi educación superior, yo trabajé por elección, pero no tenía la necesidad de trabajar para comer y eso me dio la libertad para dedicar mi energía y tiempo en las cosas que me interesaban y no solo a sobrevivir”. “Sé que eso es un privilegio. Estoy consciente que mucha parte de la población que está en edad para ir a la universidad, no puede ir a la universidad. Me tocó nacer en cierto grupo demográfico, de cierto nivel socioeconómico, además producto de una mezcolanza interesante, entre orígenes japoneses y chiapanecos”. Para él, la suerte se manifiesta también en la época en que le tocó vivir: “soy millenial y nos ha tocado ver momentos históricos interesante; no quiero ser un simple espectador, quiero tener cierto protagonismo dentro de mi propia historia”.
¿Por qué apostar por la defensa de una mejor movilidad? “La movilidad es la carta de presentación de una ciudad. Cuando vamos de turistas a algún lado, la experiencia que nos llevamos es el cómo recorrimos. No solo son los lugares a los que vamos, sino cómo llegamos a ellos. No existe la posibilidad, por ejemplo, en Puebla, a decir que “me metí al atrio de la catedral en coche”. “Los lugares más emblemáticos del Centro Histórico, como el Parián, al Barrio del Artista, El Carolino, la Calle 5 de mayo, Los Sapos, tienen en común que son peatonales. Los hitos urbanos del Centro Histórico son los espacios en los que se ha privilegiado a la movilidad de los peatones” “En cualquier ciudad de cualquier parte del planeta, los sitios más interesantes son los que nos llaman a ver, a recorrerlos. No a experimentarlos a través de un parabrisas, ni otra forma de desplazarse”. “Al dejar un predio entramos al reino de lo público y nos desplazamos a través de él con las calles, que son el ochenta por ciento del total del espacio público que tenemos o más”. Nos comenta, que no se puede entender la democracia sin entender los espacios públicos y cómo se relaciona la gente que no se conoce. Sobretodo, en que lugares se reconoce la identidad colectiva de lo poblano. “¿Cómo interactuamos en el espacio geográfico que compartimos? En la calle. Las políticas de movilidad son las que van definiendo cuáles son los derroteros por los que se construyen esas interacciones”.
¿Qué has perdido para poder lograr tus metas en materia de movilidad? “En 2012 yo estaba estudiando física en la BUAP. Me tocó que en esa época se atravesara el movimiento estudiantil de #YoSoy132, aquel histórico 11 de mayo, cuando los estudiantes de la Ibero en Santa Fe de la Ciudad de México hicieron una protesta contra el entonces candidato Peña Nieto y dije bueno, aquí hay algo sucediendo, yo quiero ser parte de esto, no me lo voy a perder”. “Entré y eso provocó eventualmente que tuviera que pelearme con absolutamente todos los amigos que tenía entonces y hacerme de un círculo social nuevo. Decidir es renunciar. Me convertí en otra persona”. “Creo que, si quieres una vida nutritiva y que valga la pena ser vivida, tiene que haber mucha renuncia de uno mismo porque también hay mucho que entregar. Entregar a la comunidad, al entorno, hacernos responsables de ello, más allá de nosotros mismos. Reconocer que yo no soy sin el otro y entonces renunciar a un poquito de mi para los demás. Renunciar a creer que somos el centro del universo, es aprender a dar un paso hacia fuera de mi para entender nuestras responsabilidades con los otros”.
¿Cuándo te has sentido en la cuerda floja? “Justo antes de las campañas presidenciales de 2018 entré en una depresión severa. Acababa de terminar la universidad. Estuve viviendo seis meses viviendo en el sillón de mi amigo, Manu. Trabajaba en una librería del centro, realizando gestión cultural, pero no me dedicaba a lo que quería. Así que di un salto al vacío”. “Intenté una candidatura independiente a una diputación local. Tenía que atreverme a hacer una cosa así de pública, con un nivel de responsabilidad grande, con responsabilidades administrativas, si no hacia bien la fiscalización de mis gastos me podía inhabilitar para el servicio público, por ejemplo. Tomé una decisión audaz que al final sí me permitió crecer”. “Me considero una persona sensible a la crítica y la mirada ajena. Aprender a lidiar con ello ha sido complicado. He gastado muchísimo en terapeutas estos años, pero eso me ha ayudado a sentir que tengo las herramientas para mantenerme equilibrado en esta cuerda floja”.
¿Cómo sería el mundo ideal en tu lucha como activista urbano? “Estoy consciente, lo tengo claro, de que es algo que no veré en vida, no podría terminar en mi vida el trabajo necesario para ello. Me toca iniciar procesos, fortalecer los ya iniciados”. “Lo resumiría en una frase: que salir a la calle sea motivo de emoción y de disfrute. Que podamos salir a la calle para vivirla con emoción en vez de padecerla”.
¿Qué cambiarías en la sociedad para lograr un mejor esquema de movilidad? “Estamos enfermos de velocidad como sociedad. Ese es el gran problema. A partir de la Revolución Industrial, el camino perdió valor, el destino es lo importante. Yo creo que el camino es lo importante, la posibilidad de detenernos”. “Cuando toda la sociedad decide hacer todo más rápido, más acelerado, llenamos nuestro día de cosas de hacer. Hemos perdido la capacidad de contemplación de lo más breve. De los instantes bellos, de los vistazos de la vida en los que reconocemos que sencillamente somos y sentimos, que experimentamos”. Argumente que si pudiera cambiar algo, sería que por un momento todos pudieran detenerse a contemplar y reflexionar sobre sus vidas: “Que la contemplación se volviera una actividad cotidiana y no un privilegio o un lujo de quienes no tienen que estar pensando en el día a día, en qué van a comer mañana”. “Por eso me gusta la bici o caminar. Porque me dan momentos sublimes. Eso es lo que yo quisiera que la gente pudiera experimentar, es lo que me gusta transmitir”. “Cuando alguien me dice que empezó a andar en bici, más allá de ser una buena decisión y en el tiempo de tráfico, les comento que es una experiencia que te hace estar en contacto en el aquí y el ahora. Te pones a pensar en lo que sientes, al aire chocando contra uno, en el entorno. Es una experiencia estética”. “Si pudiera cambiar algo en la sociedad sería que todos por un instante pudiéramos dejar atormentarnos por el pasado, dejar de preocuparnos por el futura y detenernos a ver el aquí y el ahora”.
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