Guía para enfrentar un duelo de muerte… y cuidar tu salud mental

Cuando un ser querido muere no hay mucho que hacer, su ausencia es inevitable. Lo único que queda es agradecer haber coincidido y lo recuerdos

Guía para enfrentar un duelo de muerte… y cuidar tu salud mental
David Ruiz Guía para enfrentar un duelo de muerte… y cuidar tu salud mental

La vecindad Podcast

Memorias del Crimen

Cuando se hunden las naves  

no hay mucho que hacer  

todos corren a la orilla a ver qué ocurrió 

no hay nada que rescatar  

todo se fue en alta mar  

tu corazón brillará  

solo debajo de mar  


“Los muertos” - Prehistóricos 


Cuando un ser querido muere no hay mucho que hacer, su ausencia es inevitable. Aquella persona desaparece del plano físico y se convierte en memorias. Lo único que queda es agradecer haber coincidido y hacer sobrevivir a través de los recuerdos y las enseñanzas su figura. 

Pero para llegar a este punto hacen falta varios meses, y en algunos casos hasta años; además, claro, también se necesita un trabajo emocional muy extenso. 

Tras la muerte de algún familiar, amigo o persona cercana el dolor es absoluto, se extiende por todo el cuerpo y por todos los sentidos. Surgen los “hubiera”, aparece el llanto, la incredulidad. Es un mar de emociones poco controlable. 

A diferencia de otro tipo de duelos —como el de terminar una relación sentimental o el de mudarse a otro lugar—, el duelo de muerte provoca cambios irreversibles en la vida de quien lo enfrenta y una intensidad de dolor mucho más aguda; “se tienen pérdidas irremplazables”, señala la psicóloga Guadalupe Martínez Espejel. 

Guadalupe Martínez dirige, junto a su esposo Luis Anatolio Dueñas Escobar, también psicólogo, el Centro de Bienestar Constelaciones Familiares Andal, en el cual se ofrecen terapias individuales, familiares y de pareja, así como talleres, enfocadas en el desarrollo humano. En entrevista para El Popular ambos comparten parte de su experiencia en las terapias de duelo de muerte. 

¿Cómo es el duelo de muerte? 

Un duelo es un proceso de adaptación emocional posterior a dejar de estar con algo o con alguien; se presenta en cualquier despedida. Las personas pueden enfrentar un duelo por terminar una relación sentimental, por perder el empleo, por mudarse a otra ciudad o país, por cambiar su modo de vivir (como en la pandemia), y claro, por la muerte de un ser querido. 

Cada tipo de duelo tiene sus implicaciones, pero el duelo de muerte tiene una característica principal que lo hace el más complicado: en este se enfrenta una situación irreversible. En el ámbito laboral, por ejemplo, se puede encontrar otro empleo o en el sentimental se puede encontrar otra pareja. 

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“No importa lo que hagas, no habrá forma de que esa persona pueda regresar. En el caso de los padres o madres aunque se puede cubrir, por ejemplo, el rol de cuidadores o de proveedores, el rol de los progenitores, de las figuras materna o paterna, desaparece; se distorsiona la conexión que se tenía con esa persona. La pérdida es irremplazable. No es algo negociable, ya no hay signos de vida y se tiene que tomar tal cual”, apunta Guadalupe Martínez. 

Debido a esto, agrega Luis Dueñas, el dolor y el malestar por un duelo de muerte son más agudos y más intensos, y su afectación a nivel racional, emocional y del alma es mucho más drástica. 

El impacto de este proceso puede reflejarse en diferentes ámbitos: el emocional, el espiritual, e incluso el físico. En otras palabras, el dolor por la muerte de alguien puede extenderse por todo el cuerpo y toda la mente.

Los especialistas explican que en el ámbito físico se pueden presentar rasgos de ansiedad, dolores en el pecho, dificultades para respirar, terrores nocturnos, pesadillas y diversos trastornos del sueño, dolores en el estómago, en la cabeza.  

“De alguna forma el cuerpo expresa esa adaptación, ese choque de confusión de que ya no va a ser posible que esa persona esté contigo, y por eso es que se generan los síntomas”, expone Martínez Espejel. 

“Orgánicamente el cuerpo también expresa el dolor”, dice Dueñas Escobar, quien refiere que también se pueden presentar unos fenómenos conocidos como “lealtades”. Las lealtades, explica, suceden cuando un dolor o padecimiento pasa de los muertos a los vivos, por ejemplo, un dolor de rodilla que pasa del papá fallecido a un hijo. 

A él le pasó que en el cumpleaños de su mamá, meses después de su fallecimiento, le empezó a salir mucha cera de sus oídos, un inconveniente del que se solía quejar su madre. 

Por otro lado, agrega el especialista, en el sentido emocional y social también pueden presentarse complicaciones; la persona que enfrenta el duelo puede estar distraída y sufrir un accidente, puede perder su empleo, terminar una relación, enfermarse, romper vínculos. “Se genera una conexión energética hacia la muerte”, puntualiza. 

Las etapas del duelo 

El duelo de muerte se desarrolla en varias etapas. Los nombres de estas pueden variar según el autor o la autora, pero siempre son muy parecidas. 

Por ejemplo, el autor William Worden las describe como cuatro tareas que se tienen que completar tras la muerte de un ser querido:

La primera se trata de aceptar la pérdida, la segunda de sentir, trabajar y expresar las emociones generadas por el suceso, la tercera tiene que ver con adaptarse al entorno en el que el difunto ya no estará presente y en la última se busca reubicar a esa persona, entender que ya no regresará, que es parte del pasado, pero que no por eso va a dejar de tener un significado, un modo de injerencia en la vida y en las decisiones propias. 

También pueden verse de una manera más tradicional, aunque con conceptos muy similares, como en el caso de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, que enumera cinco fases: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación.  

Las etapas no están seriadas, explican ambos psicólogos, pues las personas pueden brincar de una a otra a lo largo del proceso. Al ser humanos no se puede generalizar, hay otros factores que pueden tener injerencia en el orden con el que se lleven estos procesos, dice Guadalupe Martínez. Entre esos factores se encuentran la estabilidad emocional, la edad y la forma en la que viven las personas. 

Duelos sanos o duelos dañinos 

De acuerdo con los especialistas un duelo de muerte dura en promedio de 9 meses a un año, aunque puede alargarse a varios años si no se lleva un proceso sano.  

Luis Dueñas indica que es muy normal que a lo largo del proceso se pase de una etapa a otra, que en un momento la persona que enfrenta el duelo esté en la ira y de pronto pase a la depresión o a la negación. Mientras esas idas y venidas no se estanquen por demasiado tiempo en una sola etapa el proceso continúa de una manera natural. 

Pero si esas etapas se quedan por meses, la forma de afrontar el duelo comienza a ser dañina, se convierte en un duelo complicado, el cual ya sólo podrá ser desenredado con ayuda profesional y acompañamiento psicológico. 

“Si son tiempos cortos todo va bien porque no te estás atorado en una sola cuestión, estás dejando que las emociones caminen, que vayan fluyendo. Pero si ya llevas mucho tiempo en una etapa se comienzan a generar todas las complicaciones alrededor de un duelo”, explica el psicólogo.  

La forma en la que murió la persona y su vínculo con sus familiares o amigos también puede complicar el proceso de duelo. Dueñas Escobar señala que los duelos más complejos ocurren cuando el ser querido fallece de una manera súbita, es decir, sin ninguna preparación previa, como en un accidente automovilístico. 

Pasa lo contrario cuando la salud de la persona lleva meses deteriorándose por una enfermedad o una condición, en este caso la despedida sucede poco a poco. “Como que se va anunciando, a veces hasta se siente un alivio por que la persona ya estaba sufriendo mucho”, dice el especialista. 

Por otro lado, menciona que cuando mueren los hijos, la pareja y los padres es cuando más complejo resulta el duelo. 

Los tiempos en los duelos de muerte varían, pero Luis Dueñas comenta que por el tercer mes el proceso comienza a complicarse para todas las personas. Esto debido a que ya pasó un tiempo significativo en el que se ha lidiado con dicha pena. Para algunas personas la etapa de la negación, la inicial, continua, pues aún esperan que en algún momento regrese su ser querido. 

Asimismo, tras este periodo, la compañía comienza a ser menos, se regresa a un ritmo habitual y el cuerpo comienza a mostrar signos de agotamiento; se ha reducido esa adrenalina con la que tras el fallecimiento se había continuado una vida regular pese a la pena.

Cuando se atiende un duelo complicado, los especialistas tienen que localizar en qué área se han quedado atorados los pacientes, si vuelven mucho a la misma o si continúan estancados en alguna. 

“Hay personas que ni siquiera han asumido la realidad de los hechos, por ejemplo, ya pasaron dos años del fallecimiento de un hijo y ni siquiera han limpiado el cuarto donde dormía, porque quieren que todo quede intacto por si en algún momento regresa. Evidentemente la persona no ha asumido la realidad de la pérdida”, dice Martínez Espejel.  

Un parámetro para identificar si una persona necesita una intervención profesional, señala Luis Dueñas, es su disposición para estar con otras personas o en reuniones familiares. Si la persona no asiste a las reuniones o acude pero sin hablar con nadie necesita de un acompañamiento psicológico. 

Es importante expresar las emociones y darse tiempo 

En algunos casos las complicaciones vienen por reprimir las emociones. Guadalupe Martínez menciona que suele ocurrir que las personas no lloren tras el fallecimiento de sus familiares o amigos debido a que están muy concentradas en resolver cuestiones relacionadas con el funeral o el entierro. 

Además, hay ocasiones en las que la misma persona no se permite expresar sus emociones para no mostrarse débil ante sus hijos o incluso porque culturalmente está premiado que una persona salga pronto del proceso de duelo, pues con eso demuestra fortaleza. 

Para poder enfrentar un duelo de muerte de manera sana es necesario permitirse sentir las emociones, darse espacio para poder hacer que las emociones se sientan, señala Dueñas Escobar.  

Otra cosa que ayuda mucho es permitirse tomar los ritos o rituales —religiosos o culturales— como un soporte para comenzar la despedida. En la religión católica, por ejemplo, existen la velación o los novenarios. 

En ese sentido, la especialista explica que estos ritos funcionan mucho en los primeros días, pues aunque el estado de ánimo sea pésimo, estos eventos generan una expectativa relacionada con ver a ciertas personas que hace tiempo no veían y un motivo para salir por unos momentos del letargo para organizar asuntos como el lugar donde se hará o la comida que se dará.   

Asimismo, también es importante aprender a cuidar los vínculos cercanos que se tienen, pues en esa época, al estar irritadas o decepcionadas, las personas que enfrentan el duelo pueden provocar el alejamiento de las personas. 

Por otro lado, Guadalupe Martínez destaca que otro punto que ayuda en este proceso es el equilibrio emocional y el cuidado de la salud mental. La psicóloga detalla que si en años pasados se tuvo un duelo y no se vivió de la manera adecuada, cuando se enfrente otro de estos procesos la carga será doble, lo mismo que si hay problemas emocionales previos. 

Las adicciones a algunas sustancias también son negativas ante este proceso. Si la persona está bien, dice la especialista, en ámbitos como el económico o el laboral, además de contar con otro tipo de recursos como una buena autoestima y una red de apoyo será más fácil afrontar este proceso. 

Acompañar, no resolver 

La compañía es algo fundamental en el duelo, aislarse podría complicar el proceso. Pero no toda la compañía es asertiva. 

En un principio, dice Luis Dueñas, hay muchas personas que están presentes, principalmente en eventos como el funeral o el entierro. También, abundan las llamadas o los mensajes preguntando por el suceso. Sin embargo, tras unos meses, el número de personas que apoyan a quien enfrenta el duelo disminuye significativamente. 

Por ello es importante que quienes continúan cerca de la persona intenten ser comprensivos en cuanto a la frecuencia o los temas que tratan en una charla. 

Dueñas Escobar apunta que la forma más acertada de acercarse a una persona que vive este proceso es con un aire de cotidianidad, hablando cada semana y platicando sobre cualquier tema como deportes o el trabajo, ya que si se insiste en hablar sobre la muerte de su difunto, la persona buscará alejarse.  

No obstante, el especialista aclara que hay que estar abiertos a que en cualquier momento la persona quiera hablar sobre el tema. “Se trata de acompañar, no de resolver. Va a tener ese consuelo en su corazón, de saber que la vida sigue, que la vida continúa. Y sobre todo de que hay gente que quiere hablar con él o con ella y que es importante para ellos”. 

Recordar a nuestros seres queridos 

Es importante mantenerse en la vida, dice Guadalupe Martínez, continuar con los sueños, los planes, entender que la muerte es una cita de la que nadie puede escapar y que el duelo es parte de ella.

“Es importante que te quedes en la vida y puedes hacer algo bueno con aquellas enseñanzas que esas personas te dieron, no solamente hablamos de una herencia económica sino de esa herencia de los recuerdos, de la fortaleza, del cariño. Todo eso lo debes tomar y ofrecerlo ahora de una forma diferente a la vida“, expresa la especialista. 

Por su parte, Luis Dueñas apunta que es de vital importancia ver con amor a los muertos y poder recordarlos con cariño, pese a los conflictos que pudieron ocurrir cuando vivían. Asimismo, destaca la forma con la que la cultura mexicana ve a los difuntos. Es importante manifiesta, estar abiertos a la convivencia con ese otro mundo.

Cuando se acaba la noche  

no hay mucho que hacer  

los que esperamos tu beso 

nos fuimos sin tí  

puedo ofrecerte de altar

los caminos que he de andar  

mi corazón brillará  

cuando se recoja el mar