Conoce a Érika, una poblana que venció al cáncer

Érika Sánchez Andrade de 49 años de edad, fue diagnosticada con coriocarcinoma cuando tenía 40; un tumor maligno que se desarrolla rápidamente.

La batalla contra el cáncer que ganó Érika Sánchez Andrade
Víctor Garay La batalla contra el cáncer que ganó Érika Sánchez Andrade

La vecindad Podcast

Memorias del Crimen

Hoy en Historias de Vida, El Popular, Periodismo con Causa, te comparte el testimonio de una mujer guerrera y fuerte. Ella venció a una enfermedad que la puso al borde del abismo: sobrevivió al cáncer y ahora vive para contarlo. 

 

Érika Sánchez Andrade de 49 años de edad, fue diagnosticada con coriocarcinoma cuando tenía 40; un tumor maligno que se desarrolla rápidamente y tiene su origen en las células trofoblásticas. Es decir, en las células que se crean durante el proceso del embarazo y que ayudan al embrión a adherirse al útero para así formar la placenta. 

 

Los médicos le explicaron a Érika que su caso fue por un embarazo que no se concluyó satisfactoriamente. Fue un embarazo ectópico, porque el óvulo fertilizado se implantó fuera del útero y no pudo sobrevivir en esa zona. 

 

Al presentar síntomas de inestabilidad, cansancio, agotamiento y mucho dolor de vientre ella llegó a la conclusión de que algo no andaba bien en su cuerpo; pero a su vez se le hizo normal, ya que desde pequeña ha padecido esos dolores y no le dio mucha importancia. Por eso no le preocupó que su menstruación se adelantara o se retrasara y esto hizo que no tuviera sospechas de estar embarazada. 

Lee también: Blue Monday, ¿el día más triste del año?

 

Érika nunca supo cuándo entró en estado de gestación, hasta que un día se percató de que tenía sangrado y sin avisarle a sus familiares inmediatamente se fue al hospital. 

 

Después de realizarle una serie de exámenes médicos junto con un ultrasonido vaginal, los doctores le dijeron que era imperativo practicarle un legrado, porque luego de revisar los resultados de los estudios, el útero estaba ocupado y la placenta se siguió desarrollando mientras Érika desempeñaba sus actividades cotidianas. 

 

Cuando regresó a su casa para recuperarse, recibió la llamada que cambió todo en su vida. Le informaron que tenía que regresar inmediatamente al nosocomio y ahí le explicaron que los niveles de la hormona beta que presenta una mujer normal y sana deben oscilar entre los 0 y los 9 grados, pero pasando de los 10 niveles existe un embarazo, y Érika tenía… ¡más de 36 mil unidades

 

El desarrollo de esa hormona era muy veloz, cada día que pasaba seguía aumentando y se le dijo que eso fue lo que produjo el cáncer, por lo que su médico le ordenó llevar rápidamente a cabo el tratamiento, ya que, si no se trata de manera oportuna, la vida de la mujer afectada puede acabar en un lapso de tres meses.

Sin apenas tener tiempo de pensarlo comenzó a someterse a dos quimioterapias por día, 8 a la semana, durante alrededor de tres meses, mismo lapso de tiempo en que pudo haber fallecido si no se hubiera revisado.

 

Su médico le indicó que se quedaría sin cabello, dientes ni uñas, y lo más peor fue cuando le dijo que otras personas que reciben sólo una quimioterapia descansan 21 días. En el caso de Érika, eran dos diarias y en días seguidos; eso da una idea de la magnitud y peligrosidad que presentaba el mal por el que estaba atravesando. 

 

Al terminar el tratamiento le comunicaron que el cáncer ya estaba encapsulado y continuó en monitoreo cada mes. Al fin, hace apenas dos años, la dieron de alta. Los estragos que le dejó la quimioterapia son terribles. Más allá de lo que la gente cree, de que sólo se cae el pelo, Érika arrastra un mal que se llama fibromialgia. Esto es, dolencia y agotamiento crónico en todo el cuerpo expresados en dolor de cuerpo localizado en la piel, las articulaciones y las venas. 

 

Érika explica que al caerle el agua de la regadera en el cuerpo las gotas le producían muchísimo dolor, e incluso la misma ropa que portaba, recargarse en un lugar y hasta sentarse cargando su mismo peso le provocaban un dolor intenso.

Fueron años difíciles, tanto para ella como para sus seres queridos. No permitió que su hijo, en ese entonces de 16 años, viera el estado en el que estaba, por lo que pidió la ayuda de su mamá para recibir los cuidados necesarios. 

 

Económicamente también se vio muy afectada. Se quedó sin trabajo, abandonó todos sus pasatiempos; su mundo se vino abajo, pero gracias a su esfuerzo y sus ganas de vivir por su hijo, quien -asegura- es su motor, fue que decidió luchar sin descanso. 

 

Actualmente, la vida le concede una segunda oportunidad. Acaba de encontrar empleo como recepcionista en un hotel del Centro Histórico, tiene a su hijo ya profesionista de 25 años de edad, y con eso tiene más que suficiente. Actualmente vive en la colonia Universidades de la capital poblana. 

 

Érika Sánchez Andrade es un digno ejemplo de que sí se puede salir de cualquier adversidad, y al mismo tiempo nos enseña que checándonos cuando hay sospecha que algo no está marchando bien con nuestra salud, nos puede salvar.