Testigos del caos: relatos personales del temblor de 1985 en la Ciudad de México
Cada año, el 19 de septiembre todos los mexicanos recuerdan la catástrofe que fue el terremoto del año 1985
Cada año, el 19 de septiembre todos los mexicanos recuerdan la catástrofe que fue el terremoto del año 1985, el cual dejó en la memoria colectiva de los mexicanos el recuerdo de una tragedia. Luego, en 2017, otro movimiento telúrico sacudió con brusquedad al país, afectando a varios estados de la nación.
Ahora, casi 40 años después del primero, el de los 80 sigue siendo uno de los mayores desastres naturales que ha atravesado el país. Y es así como lo recuerdan Ubaldo Velázquez Santilla y Horacio Argoth, dos hombres adultos a quienes en su momento les tocó vivir la experiencia de residir en una ciudad con una catástrofe, en diferentes zonas y contextos. El terremoto del 19 de septiembre de 1985 inició a las 07:17:49 de la mañana y alcanzó una magnitud de 8.1 en la escala de Richter con un epicentro que se localizó en el Océano Pacifico, con una duración de 2 minutos.
La sorpresa llegó en la mañanaEse día un joven Ubaldo de 25 años salió de su casa en la zona sur de la Ciudad de México para ir a correr con un compañero de la Facultad de Arquitectura de la UNAM; ambos jóvenes realizaron sus actividades de manera normal cuando a las 7:17 de la mañana comenzaron a sentir el movimiento telúrico de la tierra. Ubaldo lo describe como un movimiento que se fue intensificando de una manera irregular y atípica por la zona en la que se encontraban. “Yo veía cómo se movían cables, los árboles. Cómo se agitaba pero al final, como es una zona del Pedregal terminó el movimiento y le dije a mi amigo -sí estuvo fuerte- y en ese momento nos fuimos a correr y ya cuando regresamos llegamos a casa de mi amigo y su papá habló para avisar que el terremoto se había sentido aún más fuerte donde él estaba”, explicó. Hasta ese momento Ubaldo y sus amigos aún no tenían idea de la gravedad del terremoto; fue hasta que regresó la señal en los televisores cuando se dieron cuenta de la devastación que ocasionó el terremoto en la zona centro de la Ciudad de México. Ubaldo relató que en las horas y días posteriores al sismo, la sociedad organizó brigadas de apoyo; en su caso participó en las que gestionó la UNAM en la Facultad de Arquitectura, a la cual pertenecía. Ubaldo señaló que él no tuvo “el carácter” para participar en las brigadas que estaban apoyando a retirar los escombros. Relató que entre sus compañeros hubo quien sí se anotó y las historias que logró escuchar sobre cadáveres que estaban entre los restos de los edificios no le permitieron tener la fuerza para acudir, por lo que decidió quedarse en las brigadas de recolección de víveres para los damnificados. Algo que Ubaldo no olvida es el olor que comenzó a emanar de las calles aún con escombros, un olor que, a casi 40 años del suceso, aún logra describir pues se encuentra como un recuerdo tangible en su memoria: el olor a muerte, como dice él. “El olor que pronto se empezó a generar debido a que no había la misma capacidad con la cual tal vez se cuenta hoy para rescate, el olor a muerte también es una parte importante. El olor que de pronto empezó a emanar de (sic) y que llevó a empezar a retirar más escombro. ¿Quién sabe cuántos seres humanos se hayan ido ahí entre los escombros?”, relató. Terremoto del 2017 en un cuarto pisoDe manera breve, Ubaldo recordó también el sismo de 2017, el cual relata que le tocó vivirlo en su departamento, en un cuarto piso en la zona sur de la Ciudad de México. Ese día acababa de llegar a su domicilio para comer y posteriormente regresar a su trabajo. Sin embargo, al igual que le ocurrió en 1985, el sismo no se sintió tan fuerte como en las zonas del centro de la ciudad. Ubaldo recuerda que el sismo del 2017 fue de menor intensidad que el del 85, por lo que no tuvo el mismo impacto de daño en las zonas; sin embargo, sí le dejó ver la poca cultura sísmica que existe en el país, pues contó que en su trabajo sí hubo más personas con miedo al siniestro. Además, señaló que, de todo lo malo, el poder ver la solidaridad entre los mexicanos participando en la reconstrucción de la ciudad, en la búsqueda de las personas que quedaron debajo de los escombros y recolectando víveres es el sentimiento que más le genera buenos recuerdos de la tragedia. El temblor del 85 en la prepaHoracio Argoth es un joven que en 1985 tenía solo 15 años de edad y que, al igual que Ubaldo, su primera impresión del terremoto no fue de espanto. El miedo llegó al observar la catástrofe que dejó a su paso y al sentir la réplica del 20 de septiembre. Horacio relató que cuando comenzó el sismo él se encontraba en clases de preparatoria en el Colegio de Bachilleres Plantel 20, ubicado en la colonia Del Valle, en Ciudad de México. Un joven Horacio relata que vio cómo sus compañeros se asustaron, salieron de sus salones y se reunieron en el patio de la escuela. Los jóvenes y docentes del plantel se quedaron incomunicados por un momento, por lo que tuvieron que esperar para saber la magnitud del sismo. Posteriormente, el director del plantel les indicó que las clases se suspendieron pues habían recibido información de que la ciudad había sufrido daños estructurales. Con las líneas telefónicas cortadas y el servicio del metro suspendido, Horacio tuvo que encontrar la forma de llegar a casa, y decidió que él y un amigo tomarían una Ruta 100 para poder acercarse lo más posible a sus casas. Durante el trayecto, Horacio y su amigo no se percataron de nada hasta que el camión pasó por la Colonia Roma, donde comenzaron a ver mucho movimiento de la gente. “Recuerdo muy nítidamente que el cielo se veía con tierra, como cuando cae ceniza del Popocatépetl ahí en Puebla, eso me impresionó mucho”, explicó. Cuando llegaron al metro Chapultepec, Horacio y su amigo se separaron y él tomó una combi que lo dejó cerca de casa, en donde ya había llegado la luz. Cuando encendió la televisión vio que el periodista Jacobo Zabludovsky se encontraba realizando un recorrido por la ciudad; esto dejó impresionado al joven de 15 años que no daba crédito a lo que sus ojos estaban observando. La emoción de Horacio al relatar su historia se puede percibir en el temblar de su voz cuando describió las imágenes que veía a través de su televisor, imágenes de gente con la cara cubierta de tierra, de edificios derrumbados en su totalidad y de muerte en toda la ciudad que recorría de manera tranquila en otros momentos. Al igual que Ubaldo, Horacio también quiso formar parte de las brigadas de ayuda, por lo que al día siguiente –el 20 de septiembre– acudió junto con un amigo a los centros de acopio de la Cruz Roja para ver en qué podían ayudar. La solidaridad de la ciudadanía estaba en su máximo esplendor; Horacio relata que ahora cuando cuenta su anécdota aún se le pone la piel chinita de recordar el apoyo que emanó de los habitantes de la ciudad. Horacio relató que el grupo en que le tocó estar acudió a la empresa de agua Electropura, la cual donó dos camiones llenos de garrafones de agua, y de ahí se dirigieron a Tepito y a la Lagunilla, donde se encontraba la zona de derrumbes. Ese día, a Horacio y a su amigo les ganó la noche, por lo que decidieron regresar a sus casas; no obstante, en el camino al joven le tocó sentir una réplica. Una réplica de 7.6 de magnitud que lo marcó de por vida, pues el temor de que fuera de la misma intensidad del que se produjo el día anterior y la alarma de no tener a sus familiares cerca lo invadió durante dos minutos que, a decir de Horacio, se sintieron como si hubieran sido horas. “Ha sido la peor experiencia en mi vida; o sea, he vivido muchos temblores en la Ciudad de México, pero justo traía la onda del día anterior y de toda la devastación (…)Y esa réplica que fue en la noche a mí se me hizo eterna, no sé cuántos segundos fueron, pero para mí fue eterno. Yo me puse a rezar porque tenía mucho miedo, porque nos agarró en una calle donde se encontraba un edificio derrumbado”, relató. Horacio también vivió el temblor del 2017; sin embargo, al igual que Ubaldo, no sintió que lo marcara de la misma forma que el acaecido en 1985, pues Horacio señala que desde ese 19 de septiembre de hace 38 años sus piernas tiemblan cada que escucha la alerta sísmica. |