Talento puro, jugador de época

La inspiración y el hambre por sobresalir convirtieron a Antonio Figueroa en un jugador de época, en ejemplo para las nuevas generaciones  Juan Carlos DE LEÓN  CON UN semblante afable, don Alejandro Trujillo, quien fue preparador del Puebla en 1965, nos abrió las puertas de su casa y se dio tiempo para conversar con El Popular, diario imparcial de Puebla, en torno a los recuerdos que conserva de su amigo y compañero de profesión, Antonio El Burro Figueroa, gloria del futbol poblano, nacido en 1929 y quien el domingo pasado perdió la vida a los 82 años de edad. Pese a que han pasado muchos años desde su primer encuentro, cuando aún eran niños, las imágenes parecen vivas: “Nos conocimos desde chamacos. Él (Antonio Figueroa) estudiaba en el Don Bosco, pues su papá era brazo derecho del Tío Sandoval, quien en realidad era sacerdote y fundó la escuela que por esos tiempos (años 40) fue semillero de jugadores de futbol, sobre todo poblanos. De ahí surgió El Burro Figueroa a practicar este deporte, y como tenía una educación religiosa siempre fue congruente con esa actitud; él era muy derecho y sano”, cuenta don Alejandro. Mientras nos muestra diversas fotografías donde aparece Figueroa vistiendo la casaca de la selección nacional en los años 60, junto al legendario Antonio la Tota Carbajal y Salvador Reyes, entre otros, nos platica que El Burro, apodado así por su semblante taciturno y su boca grande, “fue de los pocos poblanos que llegaron a trascender en el futbol y aun más mostrando sus capacidades desde chico, pues le gustaba andar con un balón de aquí para allá y siempre tuvo la ilusión de llegar a un buen nivel como profesional”. De 1947 a 1955 militó en el Puebla; en 1955 pidió permiso un año para ausentarse de la Primera División y emigró al Irapuato donde jugó de 1955 a 1964; en ese lugar también logró el reconocimiento de la gente: “En Irapuato lo quieren mucho y lo siguen recordando, pues llegó, casi, casi como extranjero; tuvo un buen paso por ese equipo”, explica nuestro entrevistado, y abunda que al final jugó de nueva cuenta con el Puebla de la Franja en Segunda División de 1964 a 1967, hasta que decidió retirarse antes del Mundial de México. Inicios de El Burro en el Don Bosco Tras preguntarle sobre el génesis que llevó a Figueroa a ser jugador profesional, don Alejandro nos comparte que él vivía al lado del Don Bosco, así que entabló amistad con los chicos de su edad, y rememora, con cierta nostalgia en sus ojos: “Yo primero fui mascota del Don Bosco, donde se encontraba Toño. Allí él comenzó a jugar futbol y a destacar; sin embargo, en ese lugar había muchos pobres, niños que recibía el Tío Sandoval y les daba balones para que patearan, pero eso parecía futbol playero, pues todo estaba lleno de arena. “Luego, el padre hizo el Instituto México: allí siguió con el futbol de niños, como pasó con el equipo San Lorenzo de Almagro, que de un grupo de acólitos se formó el equipo profesional; de esta manera, El Burro siguió la filosofía de mente sana en cuerpo sano”. Y agrega: “Cuando El Burro comenzó su carrera de manera profesional, el Puebla ya no tenía mucho dinero para comprar jugadores, así que el club comenzó a buscar jugadores poblanos, pues venían, por ejemplo, de Orizaba, pero tomaban mucho, y obviamente Figueroa era derecho: no tomaba nada y era disciplinado, así que se ganó un puesto por sus propios méritos y por eso mismo llegó a la selección”. Los últimos días de El Burro Al imprimirle un tono más grave a su voz, don Alejandro expone su molestia por la falta de apoyo al jugador poblano de cantera, que en comparación con aquellos años en que El Burro Figueroa jugaba se les daba mayores oportunidades a los mexicanos. Al cuestionarle sobre su relación con él, detalla que hace algunos meses llegaba a visitarlo ocasionalmente, pero “ya no hablaba; de hecho, casi nunca hablaba: era reservado y tranquilo. Yo lo iba a visitar seguido, incluso él me llegó a regalar unos libros de futbol porque también fue apasionado del futbol”. De esta manera, don Alejandro se dice orgulloso de haber conocido a Antonio Figueroa, a quien describe como “un hombre que dejó huella, y que los poblanos deben seguir su trayectoria, además que la ciudad de Puebla debe saber que tuvo buenos jugadores, entre ellos Antonio El Burro Figueroa. También sostuvo que la afición debe saber que el semillero de estos talentos se llamó oratorio de Don Bosco, gracias al Tío Sandoval”. Asimismo, indicó que desconocía si El Burro había recibido algún homenaje en vida de parte de la directiva del Puebla: “Debería haber un homenaje para él, por supuesto, ya que pocos poblanos han sido referentes; sin embargo, cuando él se retiró, el club cambió de dueños y obviamente ni lo conocieron, no le dieron ni cinco centavos; él era muy callado y nunca protestó”.
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