Decepcionante corrida en Tlaxcala

Se lidiaron animales de la dehesa de Montecristo que no tenían trapío; el público no protestó Jaime OAXACA   A pesar de las tres orejas que se cortaron en la corrida realizada en la plaza Ranchero Aguilar de la ciudad de Tlaxcala, una por coleta Federico Pizarro, El Juli y Joselito Adame, el festejo ha sido un fiasco por el vergonzoso encierro que mandó el ganadero Germán Mercado Lamm, propietario de la dehesa de Montecristo. El público que llenó la plaza salió decepcionado de ésta. Se lidiaron animales sin trapío, con muy poca cornamenta que difícilmente tendrían los cuatro años de edad reglamentaria; además, descastados, mansos y débiles. Por si fuera poco, el quinto con un visible defecto físico en una de las patas. Mientras el público no proteste le seguirán dando gato por liebre o dicho en términos taurinos, novillo por toro. Los toreros, han estado voluntariosos, sacando agua de las piedras, exponiendo el físico, pero emocionando poco porque en los toros no se notaba el peligro que debe tener el toro de lidia. Pizarro realizó una faena porfiando al que abrió plaza y logró salir al tercio. El otro dio una machincuepa por clavar los cuernos en la arena, probablemente se lesionó así que poco le pudo hacer el torero, lo mató de una buena estocada y le concedieron la oreja. Julián López El Juli, autor principal del lleno en el tendido y de elegir ese tipo de ganado, descastado y sin trapío, ha realizado una faena variada, con maestría logrando muletazos largos, sin enmendar terreno, llevando muy templado a su enemigo. Con lo buen torero que es, ante reses tan insignificantes, pareciera que está jugando al toro. Pinchó a su primero y al segundo le dejó una buena estocada que le valió una oreja. A Joselito Adame el público no lo pudo ver a plenitud; sin embargo, le apreció lo buen torero que es, el hidrocálido toreó a media altura a un torete para que no se cayera, luego le puso los muslos en los pitones para obligarlo a embestir, citó a recibir en la suerte de matar, el toro no acudió y Joselito se volcó en un volapié, cortó la oreja. Al cierraplaza sólo voluntad y lo mató de feo chalecazo, lo que merecía todo el encierro de Montecristo.
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