Oreja para Hermoso de Mendoza y Spínola

Jaime OAXACA  Maratónico festejo de cuatro horas fue el del cierre de temporada en la plaza México. Se lidiaron dos toros para rejones de Julio Delgado, cinco de Lebrija chicos y descastados y uno de Javier Garfias que sustituyó a uno que se rompió un cuerno que, aunque descastado, dio mejor juego. Pablo Hermoso de Mendoza ha lucido con sus cabalgaduras, fiel a su costumbre elige toros sin bravura a los que obliga a embestir poniendo muy cerca las cabalgaduras, sin embargo en la última parte de sus faenas realiza desplantes como tocar el testuz con la mano y con el codo a sus toros, cuando los pobres casi no se pueden menearse por el exceso de castigo, el rejoneador cabalga al derredor de los astados y la gente se lo festeja sin darse cuenta que las reses ya casi no tienen fuerza. Lo más espectacular de su toreo es durante el segundo tercio, el de banderillas largas cuando logra que los toros correteen muy cerca de las cabalgaduras, se los deja llegar y los torea con las jacas. A su primero lo mató de un rejonazo trasero pero no fue obstáculo para cortar una oreja. Al otro lo despachó de rejón trasero, metisaca y echó pie a tierra para descabellarlo, tuvo división de opiniones. Fermín Spínola banderilleó con lucimiento a sus dos astados, sobre todo al segundo al que le realizó un enorme cuarteo y también un par al violín luego de gallear. Su primer toro lo sentía y ahí se ponía para sacarle los muletazos, lo mató de buena estocada, como la gente pedía la oreja el juez la soltó. Su segundo, el de Garfias, recibió dos puyacitos lo que dio oportunidad a un tercio de quites, Macías dio tres saltilleras y Fermín ligó dos veces chicuelina y tafallera; el garfeño empezó con cierta emotividad pero terminó soseando, el diestro logró algunas tandas que poco transmitieron, mató de pinchazo y estocada tendida. Arturo Macías El Cejas se la jugó con el capote al realizar una tanda de gaoneras ajustadas y sin moverse; con la muleta inició a pies juntos, luego realizó una faena templada por el lado derecho logrando momentos importantes, terminó con joselillinas pero le echó demasiada confianza ante el soso enemigo y dos veces fue arropado aunque sin consecuencias, caló con la espada al astado, luego se puso pesado y sólo le sonaron un aviso cuando el tiempo se alargó mucho más de lo permitido. Su segundo prometía un poco, pero terminó acabándose pronto, mató de entera caidita. Fermín Rivera se llevó los dos huesos del encierro. Su primero era incierto, lo mismo salía con la cabeza arriba que buscaba las pantorrillas del torero a ese le realizó un quite por fregolinas, con la muleta inició por alto ligando hasta en cuatro ocasiones, Rivera siempre estuvo en la línea de fuego. Con la gente abandonando la plaza Fermín bregó muy torero al octavo de la noche, con la muleta poco le pudo hacer al burel que se fue a refugiar a tablas, mientras algunos barbajanes arrojaban cojines al ruedo.
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