Cumple José Tomás 25 años de alternativa, el último gran mito del toreo

La leyenda de su descomunal valor y el aura misteriosa de su personalidad se han acrecentado también a medida que ha ido espaciando sus apariciones en los ruedos.

El torero madrileño José Tomás Román Martín celebra hoy sus veinticinco años de alternativa, desde que el 10 de diciembre de 1995 la recibiera en la Monumental de México para abrir una singular trayectoria que le ha convertido en el último gran mito de la tauromaquia.

Una vez que el mexicano Jorge Gutiérrez le doctorara aquella tarde, el diestro de Galapagar, de 45 años, se definió en muy poco tiempo como un artista de culto, tanto por sus memorables faenas, cargadas irrenunciablemente de pureza y autenticidad, como por las gravísimas cornadas sufridas, alguna de las cuales le tuvo al borde de la muerte.

La leyenda de su descomunal valor y el aura misteriosa de su personalidad se han acrecentado también a medida que ha ido espaciando sus apariciones en los ruedos, al tiempo que, contra la costumbre, también se ha hecho inaccesible a los medios de comunicación, a los que hace dos décadas que no concede declaraciones.

En ese sentido, además de por la consideración de los aficionados, el mítico sello de José Tomás se ha amasado también gracias a la admiración de buen número de intelectuales y artistas que, atraídos por su toreo y su personalidad, le han escrito y hasta cantado, como sucede con Joaquín Sabina, con auténtica pasión.

Pero para que ese mito se mantenga vigente sigue siendo fundamental su trascendente forma de torear, ese concepto de brutal sinceridad que, en la línea de su adorado Manolete, ya decantó desde sus primeros años la figura del madrileño como máxima referencia para devolver al espectáculo taurino la gloria y la emoción de los tiempos legendarios.

En su brillante palmarés, más allá de la calidad de su honda tauromaquia, destacan especialmente sus ocho salidas a hombros de la plaza de Las Ventas en otras tantas tardes memorables que marcaron la diferencia, la última de las cuales data ya de hace doce años, cuando se llevó también tres cornadas en el mismo ruedo de la primera plaza del mundo.

Forjado en México durante sus temporadas iniciales en activo, este familiar del ganadero Victorino Martín irrumpió a finales de los 90, una época en que las corridas de toros sufrían una masificación que desvirtuaba en buena medida la esencia del espectáculo, por lo que, además, su filosofía de comportamiento se tomó como el mejor espejo para intentar evitar esa deriva.

Predicando con el ejemplo, siempre con el más absoluto respeto y la mayor entrega a su profesión, José Tomás mostró la vía de dignidad a seguir por sus compañeros en tiempos confusos, incluso contra los criterios de las televisiones y las empresas que pretendían minusvalorar los derechos de los profesionales, hecho que le acarreó en su momento no pocas críticas y ataques mediáticos.

Tras protagonizar ocho intensas temporadas, en las que marcó también la senda del toreo más auténtico y triunfó en las más importantes plazas del mundo, se retiró en silencio en 2002 y permaneció totalmente apartado hasta que regresó cinco años más tarde en Barcelona, una ciudad que le idolatró antes de esa prohibición política de los toros en Cataluña que ni él pudo evitar.

El 24 de abril de 2010 José Tomás sufrió en la plaza mexicana de Aguscalientes una gravísima cornada que hizo temer seriamente por su vida -por la rotura de las arterias femoral e ilíaca, necesitó de una transfusión de hasta siete litros de sangre- y de la que no reapareció hasta un año y tres meses después en Valencia.


Durante esta última década el gran torero madrileño ha reducido mucho sus actuaciones, no pasando nunca de cuatro por temporada, lo que se ha convertido en argumento en su contra por parte de sus también furibundos detractores.

Pero el hecho es que cada una de esas contadas corridas se convierte en un auténtico acontecimiento rodeado de una desbordante expectación a nivel internacional. Uno de ellos tuvo lugar el 17 de septiembre en el anfieatro romano de la ciudad francesa de Nimes, cuando lidió seis toros en solitario con el resultado de once orejas y un rabo y el indulto de uno de los astados.

El último paseíllo, hasta el momento, de José Tomás fue el del 22 de junio del pasado año en Granada, una vez que la pandemia del coronavirus ha obligado a suspender las corridas en las que se había anunciado en 2020, precisamente, en la misma ciudad de Nimes.

Desde entonces, y como ya es habitual dado su silencio permanente, todas las noticias sobre este excepcional diestro se han basado en constantes rumores sobre su vida profesional y personal. Y, a veces, también en su labor solidaria a través de su activa fundación, con la que también marca diferencias.


  • URL copiada al portapapeles