Comunidad LGBT+ toma acciones para erradicar la pandemia del VIH en Puebla

Las asociaciones civiles mantienen una actividad constante para detectar y medicar a pacientes de VIH; mientras padecen el abandono del sector salud.

A Jorge Arturo le diagnosticaron VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) cuando tenía 20 años. Fue una época compleja; al enterarse tuvo miedo, se sintió perdido. No sabía qué pasaba con él ni qué pasaría con su cuerpo. Pensó, incluso, que iba a morir. 

Tras el diagnóstico aparecieron el miedo a los estigmas y a la discriminación, el sentimiento de culpa y la intención de ocultar su situación. Debido a estos factores pasó aproximadamente cuatro años sin buscar atención médica ni tratamiento.  

Su familia se dio cuenta de su situación hasta que, por complicaciones en su estado de salud, ingresó en un hospital. Estaba en un estado crítico de la infección, en la etapa del Sida (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), una etapa en la que “casi casi estás en la cuerda floja”. 

“Me faltaba informarme”. Admite que le faltaba conocer a detalle las implicaciones que genera la infección por este virus y, sobre todo, enterarse de que para una persona portadora del VIH la vida no termina en el momento en el que la prueba serológica —con la que se detecta el virus— arroja un diagnóstico positivo. 

A sus 29 años, Jorge Arturo, estudiante de Psicología y Drag Queen en Puebla, reconoce la importancia de la difusión de información acerca del VIH, de la prevención, de la vigilancia y, por supuesto, del tratamiento.  

Sin embargo, no pasa lo mismo con las autoridades de salud pública en la entidad poblana, en donde las acciones para controlar y erradicar la pandemia de VIH están lejos de ser las ideales.  

Los estigmas que giran en torno a la infección, así como el escaso interés de las autoridades en la difusión de información y la detección del virus entre la población, han provocado que su propagación esté lejos de ser controlada, asegura el presidente de la asociación civil —que trabaja en favor de las personas que viven con VIH— Quimera Puebla, Eduardo Gamboa Corona. 


Fotografía de Anna Shvets

“Hemos tenido avances, pero todavía nos falta mucha sensibilización y concientización entre la población. Este virus está presente y le puede llegar a cualquiera”, dice Gamboa Corona en entrevista para El Popular. 

En los últimos 10 años la incidencia de VIH en Puebla ha aumentado progresivamente. Según el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de VIH de la Secretaría de Salud federal, en 2001 la entidad poblana registró 414 diagnósticos de infección por este virus; para 2019, la estadística ya se había duplicado.  

En 2019, Puebla fue el quinto estado con más casos de VIH diagnosticados en México, al registrar 872 casos. El año pasado la incidencia disminuyó significativamente, al bajar a 598 casos.   

Pero esta disminución no fue la consecuencia de un control epidemiológico eficiente. En realidad, fue por el efecto de las restricciones de movilidad por la pandemia de Covid-19, que frenaron las campañas de detección realizadas, en su mayoría, por la sociedad civil. 

De acuerdo con el registro histórico de la Secretaría de Salud, desde 1983 —año en el que se diagnosticó el primer caso de VIH en México— hasta el segundo trimestre de 2021 —última actualización—, en Puebla se han registrado 14 mil 739 casos positivos por VIH, un 4.6 por ciento del total histórico de casos en el país (quinta entidad con mayor incidencia). En los primeros seis meses de este año en la entidad poblana se registraron 392 casos. 

El escaso interés de las autoridades de salud pública 

Las acciones de las autoridades sanitarias en este tema son mínimas, explica Eduardo Gamboa, quien refiere que muchas de las personas a las que apoya su asociación le han comentado que cuando quieren hacerse una prueba serológica en instituciones públicas les dicen que no tienen pruebas o que ahí no se ofrece ese servicio, “en pocas palabras, me los bateaban”. 

“El panorama era desolador desde antes de la pandemia de Covid-19, y ahora lo es mucho más. Todos le están apostando a la Covid-19 y se están olvidando que está pandemia (VIH) tiene 40 años”, expresa Eduardo. 

La situación no es nueva, acusa el presidente de Quimera Puebla, las campañas que ofrecen pruebas gratuitas y difunden información casi siempre vienen de la sociedad civil. Las acciones gubernamentales se enfocan únicamente en el tratamiento de las personas que viven con el virus —en algunas ocasiones con retrasos y deficiencias—, dejando de lado la prevención y la detección, puntos centrales en el control de cualquier epidemia.  


La disminución en el número de campañas de detección por las restricciones de movilidad fue especialmente riesgosa, ya que, señala Eduardo, las personas no dejaron de tener sexo durante el confinamiento, y aunque supieran de un posible riesgo, no tuvieron las opciones suficientes para tener un diagnóstico, por lo que es probable que el virus se haya replicado en una medida significativa.  

El estigma 

Otros obstáculos que no permiten avanzar la prevención, la detección y el tratamiento son la discriminación y la estigmatización. Gamboa Corona lamenta que la sociedad mexicana sigue usando un lenguaje excluyente y despectivo: “ahí va el sidoso, el que se infectó, el que contagia”. 

“Entiendo que hay un shock para ambas partes, obviamente por lo mismo de la desinformación. Esto lleva a que la gente no pueda o no sepa afrontar la situación y se vaya por la salida fácil de ocultarlo (por las personas portadoras del virus) y de discriminar o no aceptarlo (por el resto de la población)”, dice Jorge Arturo.

En su caso, esto le ha provocado disgustos en su familia, pues a pesar de que han pasado varios años su padre no acepta su diagnóstico. “A mi papá no le puedo mencionar como tal las palabras VIH y Sida, piensa que lo que tengo es diabetes y que el medicamento que estoy tomando es para controlar esa enfermedad”. 

A Arturo le costó mucho tiempo aceptarlo, la culpa y los señalamientos le carcomían la mente. Hubo ocasiones en las que en redes sociales lo señalaban con frases como “no estén con él porque tiene Sida”. A veces la gente puede ser muy mala, lamenta.

Cuando hizo público su diagnóstico se sintió más tranquilo, más libre. Pero para ello fue fundamental un extenso proceso de terapia psicológica, con el cual pudo contrarrestar esas sensaciones negativas sobre su situación. 

El acompañamiento psicológico para las personas que viven con VIH en Puebla es otro gran pendiente de las autoridades sanitarias, señala Eduardo Gamboa, quien apunta que el acompañamiento disponible en las instituciones de salud pública “no es el más adecuado, es demasiado lineal”. Además, refiere que al igual que con las campañas de detección y difusión de información, gran parte del trabajo realizado en esa área viene de las asociaciones civiles. 

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Por otro lado, la desinformación sobre el VIH impide que la ciudadanía se interese en el tema y que considere importantes las opciones de cuidarse y de hacerse una prueba serológica. 

“Los sábados y domingos realizo jornadas de prevención y detección en el zócalo capitalino (de Puebla), pongo dos lonas grandes que dicen ‘Ven y hazte la prueba, es gratuita, es confidencial’. Estoy desde las 11 de la mañana hasta las 8 de la noche, y créeme, no hay gente que quiera acercarse para ver de qué se trata. Como ven que es VIH les causa risa, les causa morbo, pero no se atreven a hacerse una prueba”, cuenta Eduardo Gamboa. 

Falta sensibilización, subraya el presidente, tanto en la sociedad civil como en las instituciones públicas de salud —desde el guardia de la entrada hasta el personal médico—. 

“Muchas personas encargadas de la seguridad que están en las entradas de las instalaciones hospitalarias no tienen la más mínima sensibilidad. Aquí la gente puede venir y sentirse muy mal por la situación que están viviendo, muy sensibles, y casi casi les dicen, de manera acusatoria, que por qué quieren hacerse una prueba, para qué. Desde ahí empezamos (con la mala atención)”, señala Eduardo. 

La experiencia de Jorge Arturo ha sido agridulce. Cuando empezó su tratamiento, el especialista en infectología —encargado de darle seguimiento a los pacientes con VIH— que lo atendía le inspiraba mucha confianza, era muy cálido. Sin embargo, el médico se jubiló y Arturo tuvo que cambiar de clínica. Ahora se encuentra con tratos indiferentes, como el de la recepcionista del lugar que parece que lo está regañando o el del nuevo especialista que parece que sólo quiere cumplir con su trabajo sin la necesidad de inspirar confianza en los pacientes.  

Por otra parte, además de la falta de sensibilización en los hospitales, expone Gamboa Corona, las personas con VIH también enfrentan una atención poco oportuna por parte del personal médico, debido a que estos últimos tienen una habitual sobrecarga de trabajo, y no pueden atender toda la demanda de consultas. 

Y más ahora, menciona, a raíz del “cuello de botella” que se formó en la demanda de atención médica por la Covid-19, con todavía más consultas de las que se pueden atender. “Cuándo a veces acuden a alguna institución de salud y les detectan el virus, ya no regresan por la forma en la que se les discrimina o se les trata”. 

Evitar el Sida, el objetivo de la detección y el tratamiento temprano 

El VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) y el Sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) son dos cosas distintas. Aunque están estrechamente vinculados, pues uno es consecuencia del otro, es necesario conocer la diferencia para entender cuál es la importancia de la prevención, la detección, la vigilancia y el tratamiento adecuado. 


Que una persona tenga VIH no significa que tenga Sida. Este último es una etapa crítica de la infección causada por el virus que pone en riesgo la vida de quien la padece. Evitar que las personas con VIH lleguen a esta etapa es la tarea y el objetivo de las autoridades sanitarias y de las políticas públicas enfocadas en este ámbito.  

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la infección por VIH tiene cuatro etapas, las cuales responden al nivel de daño en el sistema inmunitario —encargado de combatir infecciones y enfermedades— que ha provocado el virus. 

El VIH ataca células fundamentales —glóbulos blancos— del sistema inmunitario; reduce su cantidad, y si no se tiene un tratamiento adecuado desciende gravemente su presencia hasta puntos en los que le es imposible a dicho sistema reaccionar ante cualquier enfermedad.  

Mientras menor sea la presencia de estos glóbulos blancos en el organismo, mayor es la probabilidad de tener síntomas y complicaciones y de llegar a la etapa del Sida (cuarta etapa). Los síntomas, dice la OMS, dependen de la etapa en la que se encuentra la infección. 

“A veces, en las primeras semanas que siguen al contagio la persona no manifiesta ningún síntoma, mientras que en otras ocasiones presenta un cuadro pseudogripal con fiebre, cefalea, erupciones o dolor de garganta”. 


“A medida que la infección va debilitando el sistema inmunitario, la persona puede presentar otros signos y síntomas, como inflamación de los ganglios linfáticos, pérdida de peso, fiebre, diarrea y tos. En ausencia de tratamiento pueden aparecer enfermedades graves como tuberculosis, meningitis criptocócica, infecciones bacterianas graves o cánceres como linfomas o sarcoma de Kaposi, entre otros”. 

Para frenar el daño en el sistema inmunitario se utilizan los antirretrovirales, fármacos que suprimen la replicación del VIH y disminuyen el impacto de la infección en el organismo. 

Cuando se inicia la terapia antirretroviral aparecen efectos secundarios en el cuerpo, como mareos, sudoraciones nocturnas o sueños alucinatorios, cuenta Jorge Arturo. No obstante, a los tres meses comienzan a desaparecer.  

La frecuencia de los chequeos médicos y de los análisis también se va reduciendo; al principio el seguimiento debe ser cada mes, pero conforme el sistema inmunitario se va regulando, el espacio entre consultas aumenta a tres meses, seis meses e incluso un año. 

Además de tomar los medicamentos oportunamente en los horarios establecidos, el tratamiento debe ir acompañado de una buena alimentación, ejercicio y un descanso suficiente. Si estas acciones se conjuntan, una persona con VIH no tendrá ningún inconveniente y podrá tener una vida regular.  

“Cuando me diagnosticaron un médico familiar me dijo que mi vida iba a tener un cambio de 180 grados y que ya no iba a tener una vida normal. La verdad es que llevas una vida normal, te despiertas, comes, etcétera. Lo que aquí cambia, a lo mejor, es la cuestión de tomar el tratamiento, de tomar las pastillas todos los días”, manifiesta Jorge.

Eduardo Gamboa señala que desde la sociedad civil se han tenido acciones constantes y fervientes para que las personas que viven con VIH en Puebla puedan tener acceso al tratamiento antirretroviral. 

En diciembre del año pasado, la Secretaría de Salud de Puebla informó que en el estado 4 mil 146 personas que viven con VIH reciben tratamiento antirretroviral, aunque no especificó qué nivel de cobertura representa esa cifra en la entidad. 

No obstante, indicó que en México la cobertura en este aspecto llega al 85 por ciento; un número negativo si se considera que el país se comprometió, como parte de una estrategia internacional, a llegar al 90 por ciento de cobertura para 2020. 

Apostar por la prevención 

Según la OMS, el VIH “se transmite a través del intercambio de determinados líquidos corporales de la persona infectada, como la sangre, la leche materna, el semen o las secreciones vaginales.” 

La OMS es clara respecto a los prejuicios y mitos: “No es posible infectarse en los contactos ordinarios cotidianos como los besos, abrazos o apretones de manos o por el hecho de compartir objetos personales, agua o alimentos”. 

El organismo enumera una serie de factores que aumentan el riesgo de infectarse; entre estas se encuentran “tener relaciones sexuales anales o vaginales sin preservativo”, “compartir agujas, jeringuillas, soluciones de droga u otro material infectivo contaminado para consumir drogas inyectables” y “recibir inyecciones, transfusiones sanguíneas o trasplantes de tejidos sin garantías de seguridad o ser objeto de procedimientos médicos que entrañen cortes o perforaciones con instrumental no esterilizado”. 

Para Eduardo y Arturo la prevención es de vital importancia en la lucha contra el VIH. Ambos coinciden en que es fundamental evitar los riesgos antes mencionados, especialmente en el ámbito sexual, categoría de transmisión de la cual, según datos oficiales, provienen el 96.2 por ciento de las infecciones. 

Es esencial, expone Eduardo Gamboa, acabar con el egoísmo, con lo que él llama el “yoismo”: “yo no me voy a poner preservativo, yo no me voy a hacer una prueba, yo estoy limpio, yo sólo me meto con gente limpia, a mí no me va a pasar”.  

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