Los derechos humanos son mi proyecto de vida: Rosario Arrambide

Actualmente dirige el Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría (IDHIE), un área académica al interior de la Ibero Puebla .

Rosario Arrambide es abogada, feminista, defensora de los derechos humanos que está día a día reconstruyéndose, en un proceso de crecimiento continuo y que asume estos derechos como su proyecto de vida.

Actualmente dirige el Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría (IDHIE), un área académica al interior de la Ibero Puebla donde se impulsan distintos procesos de formación, investigación y difusión de derechos humanos.

“Principalmente el corazón del IDHIE es el acompañamiento a las víctimas de violaciones de derechos humanos, y desde esta perspectiva vemos todas las actividades que hacemos para las víctimas, poner nuestros recursos personales y técnicos y trabajar por y para ellas”.

 

 

¿Cómo te la rifas en la defensa por los derechos humanos?

“Lo hago desde mi trabajo, pero también tiene que ver con mi convicción personal el luchar por los derechos humanos, y así desde el Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría hacemos distintas actividades, y no solamente desde el tema de la investigación”.

“El eje central de cómo nos la rifamos en el Instituto es hacer un trabajo cercano con la gente, donde en el corazón estén las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, y en donde podamos impulsar de la mano con ellas procesos de fortalecimientos de acompañamiento en la defensa de sus derechos, que podamos complementar con otras estrategias desde la academia como la investigación y la formación, todo eso volcado hacia las víctimas y para las víctimas”.

 

 

¿El azar ha jugado a favor o en contra de la lucha del Instituto?

“Ha habido distintos momentos. Hemos tenido momentos donde trabajamos con una buena coyuntura. El trabajar con los derechos humanos es un tema complejo porque hablamos de violaciones que se dan todos los días, hablamos de abuso de poder de parte de las instituciones de gobierno. Y ahí es donde nos enfrentamos a los procesos complejos, sobretodo cuando hay graves violaciones a los derechos humanos”.

“A veces ponemos todo a disposición, pero hay cosas que tampoco están en nuestras manos por más que hagamos un trabajo consciente, y cuando hay estos sucesos de represión, de uso de la fuerza, de abuso del poder, de desapariciones de personas, lo pone todo más difícil”.

“El lado positivo es hacer un trabajo con y para las víctimas para que realmente tenga un sentido y que podamos aportar desde nuestra actuación un poco a estos procesos fuertes que son las violaciones a los derechos humanos”.

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¿Por qué apostar por la defensa de los derechos humanos?

“Hay que apostar por la defensa de los derechos humanos porque todos somos seres humanos y todos tenemos este tipo de derechos, es parte de nuestra esencia”.

“Apostar por la defensa de los derechos humanos es apostar por una vida justa, por un mundo justo, por una vida con dignidad para todas las personas, donde no haya diferencias arbitrarias e ilegítimas. Es apostar por un sueño o un proyecto de vida en el que a todas las personas se les reconozcan sus derechos humanos, pero que además todas ellas los gocen, los ejerzan, que exista respeto igualitario”.

“Hablar de derechos humanos es hablar de democracia, de paz, de no violencia, de un mundo mejor. No es posible construirlo en un mundo donde no hay una cultura de respeto por los derechos humanos o haya una gran cantidad de personas que no accedan a ellos”.

“La apuesta está para que todas las personas puedan acceder a los derechos humanos y por eso hay que defenderlos, para poder vivir en un mundo mejor y más digno”.

 

 

¿Qué has perdido para poder lograr tus metas?

“Los derechos humanos son parte de mi proyecto de vida, no solamente los veo como una aspiración profesional, sino que mi proyecto personal, académico, político, va en camino a los derechos humanos”.

“Es lo que le da también sentido a mi vida por lo que no lo veo como una pérdida, sino como una apuesta y como un proceso de fortalecimiento de mi misma y apostarle a la construcción de un mundo mejor que no es posible sin esta lucha por los derechos humanos”.

“Al final crezco, me fortalezco, de cada proceso uno gana y se aprende de las víctimas, de los colectivos y de quienes realmente están ahí en la lucha en el campo, son las cosas que me hacen crecer. No los vería como pérdida jamás”.

 

 

¿Cuándo te has sentido en la cuerda floja?

“En distintos momentos. Trabajar con los derechos humanos es sentirse constantemente en la cuerda floja, es siempre estar trabajando con cuestiones emergentes como las violaciones a estos derechos”.

No puede existir una planeación o algo rígido sobre lo que vamos a trabajar, sino que respondemos a contextos. Desafortunadamente esos contextos son muy graves y ahí es donde una se siente en la cuerda floja con el dolor de las víctimas, en los familiares de personas desaparecidas que están día a día buscando a sus seres queridos bajo una incertidumbre, bajo una serie de ineficiencias por parte de las autoridades”.

“Sentir ese dolor, pero también sentir su digna lucha también es algo que nos levanta de esa cuerda. O a veces darnos cuenta que hay contextos que nos rebasan algunas veces porque estamos hablando de situaciones estructurales que no dependen solamente de ese acompañamiento o defensa sino de modificar estas bases de pobreza, de exclusión, de desigualdad, el tema de la delincuencia que a veces nos superan”.

“Siempre una se levanta con las experiencias de los familiares, de los colectivos, de las víctimas, que están en un entorno cruel y de mucha irresponsabilidad estatal día a día luchando”.

 

 

¿Cómo sería el mundo ideal en cuanto a la defensa de los derechos humanos?

“El mundo ideal en cuanto a la lucha por los derechos humanos pareciera una utopía, pero sería que todas las personas podamos gozar en condiciones de igualdad en nuestros derechos”.

“En donde no exista diferencias o privilegios para ciertos sectores de la población, donde realmente todos pudieran gozar en condiciones de igualdad los derechos humanos. Pero también implicaría una voluntad política, que realmente las autoridades acataran con seriedad sus obligaciones en materia de derechos humanos.

“Si eso se diera, estaríamos hablando de un Estado donde se respetan y se garantizan estos derechos, en donde se investigan las violaciones de forma adecuada y eficaz y las víctimas no tendrían que estar luchando y exigiendo día a día como lo están haciendo”.

“También el mundo ideal sería donde todas las personas se comprometieran por el tema del respeto. Que hubiera una cultura de respeto hacia los derechos humanos, donde hubiera procesos de sensibilización, de concientización, pero también un acatamiento serio por parte de nuestras autoridades de sus obligaciones en materia de derechos humanos. De disminución de los altos índices que vemos en Puebla en cuanto a feminicidios, desapariciones, de impunidad, de acceso a la justicia y de otras múltiples violaciones a los derechos humanos”.

¿Qué cambiarías en la sociedad para lograr las metas de tu lucha?

“Cambiaría la apatía de la sociedad frente a las exigencias de los sectores que se están viendo afectados por sus violaciones a derechos humanos. Vemos constantemente marchas, plantones, y la sociedad lo que hace es enojarse más allá de generar una solidaridad, porque estas personas no están ahí por gusto. Están buscando a sus seres queridos o están exigiendo que las autoridades hagan lo que les correspondería”.

“Lo que cambiaría es eso, un mundo más empático, más solidario con las causas de derechos humanos porque son parte de la esencia de la dignidad de las personas, y porque creo que debemos ser más solidarios con las personas que tienen sus luchas en un contexto que vivimos en Puebla de grandes violaciones a los derechos humanos”.

 

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