Grutas de Acocomoca, una belleza espectacular

Puebla cuenta con un sinfín de oquedades y cavernas, las cuales se han ganado un nombre y fama por su belleza espectacular, No obstante, hay otras más que, sin duda alguna, merecen un reconocimiento total, pero que siguen sin ser tan visitadas por su escasa divulgación. Tal es el caso de las Grutas de Acocomoca, ubicadas en Tetela de Ocampo. Son un poco más de 3 horas de camino desde la capital, pero es un recorrido por toda la Sierra Norte que te dejará impactado, por su rica vegetación y caminos que siempre te conducen a destinos asombrosos.

Río subterráneo

El nombre que recibe la gruta, traducido del náhuatl significa “agua que suena”. Este nombramiento le viene como anillo al dedo por el río subterráneo que corre en su interior, acompañado de una serie de cascadas.

Dentro de esta caverna se pueden apreciar las estalactitas y estalagmitas brillando con una tonalidad amarillenta intensa. Tendrás que recorrer sus salones hasta que hayas descendido, porque una vez abajo habrás llegado a la mejor parte de todo el recorrido. En el fondo de la gruta encontrarás pozas con agua que, según los pobladores de la región, posee propiedades curativas, mientras que a la vez nadas, disfrutas de la vista y el sonido del chorro de agua que mana y forma una cascada. Todo esto en las fantásticas entrañas de la Gruta de Acocomoca.

Como atractivo extra o centro de rehabilitación, en el municipio de Tetela de Ocampo se encuentra un área de cabañas para pasar la noche; sin embargo, el dueño de estos hospedajes se caracteriza por practicar la equinoterapia; es decir, la rehabilitación del cuerpo con la ayuda de caballos. El calor de su cuerpo, la rítmica manera que tienen de moverse y la relación afectiva que puede llegar a establecerse con ellos, contribuyen a desarrollar habilidades motoras y conductuales en el ser humano.

Hospedaje en medio de la vegetación

Para admirar el espectáculo que suponen las barrancas y acantilados de la sierra o amanecer rodeado de árboles y silencio, lo mejor es hospedarse en alguna cabaña con vista a ese mundo vegetal, aspirar la pureza del aire y olvidar, así sea temporalmente, el ruido citadino.