En la Mixteca, la migración de adolescentes ocurre principalmente en las comunidades más pequeñas, con características rurales más que urbanas, asegura Efraín Conde Martínez, director del Bachillerato General Oficial “Benito Juárez”, de la comunidad de Raboso, en el municipio de Izúcar de Matamoros.

El profesor explica que en la institución que dirige no existe de forma marcada la deserción escolar por este factor, debido a que se ubican a menos de 10 minutos de la cabecera municipal; sin embargo, en los pueblos más alejados, donde la única opción de obtener un ingreso es el campo, sí hay éxodo de jóvenes.

“La gente de ahí no tiene otras oportunidades; las personas que ya no estudian se van (a trabajar) al campo, y entonces, como muchos tienen familiares en Estados Unidos, estos mismos los apoyan para emigrar,” dice Conde Martínez.

“Tengo entendido que ya la mayoría se va a Tijuana, ya no en una migración internacional, sino nacional,” agrega el docente.

El maestro admite que aunque cada vez hay más menores que deciden irse a la frontera, para quedarse de lado mexicano, ya en ese sitio la misma presión social y de familiares orilla a los chicos a cruzar.

Efraín Conde insiste en que a diferencia de Izúcar de Matamoros, donde cada vez hay más opciones de empleo en sectores como servicios, en los demás municipios aledaños, sin alternativas, continúan en la dinámica de expulsión de mano de obra.

“Ahí sí, terminando la secundaria emigran, se van,” añade.

“En estas comunidades los maestros sí hacen una labor social de ir de casa en casa a invitar de forma personal (a los muchachos) para que se queden,” dice.

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