El fracaso de la educación on-line en Puebla: estudiantes abandonan las clases

La situación económica y de clases sociales se agravaron más entre aquellos que no contaban con una computadora, para que sus hijos estudiaran.

Llevamos un año desde que el gobierno de Puebla cambió la educación. Desde el 17 de marzo del 2020, las clases tomaron un nuevo rumbo de manera digital, ya que las aulas no eran un lugar seguro para docentes ni alumnos por la pandemia del Covid-19

Para las familias, tomar clases en línea representó todo un problema. La situación económica y de clases sociales se agravaron más entre aquellos que no contaban con una computadora, para que sus hijos pudieran mantenerse al día. 

No solo representó un reto para los estudiantes, los mismos docentes lidiaron con la enseñanza en línea ante una falta de capacitación tecnológica. Además, debieron desarrollar estrategias para mantener conectados e interesados a los jóvenes frente al monitor. 

“Presenté mi examen final de matemáticas para concluir la segundaria”, cuenta José Quintero de Atlixco. “Pero fue por Microsoft Teams… Yo no sabía qué era eso de Teams. De hecho, mi computadora no servía mucho y mi mamá me tuvo que comprar un celular mejor del que ya tenía”.

Ahora José ya es alumno de la Preparatoria Regional Simón Bolivar, de la BUAP. Actualmente continúa con las clases virtuales; sin embargo, no todos los casos son iguales al de José Quintero que terminan un grado de estudios y continúan con el siguiente.


Pandemia agrava la deserción escolar

Puebla ya contaba con un problema de abandono de clases antes de la pandemia. El informe de la Secretaría de Educación Pública (SEP) del periodo 2019-2020 señala que el abandono en escuelas poblanas cuenta con una tasa de 4.7 estudiantes por cada 100 mil habitantes a nivel secundaria; mientras que en bachiller aumenta a 7.4 estudiantes que dejan de estudiar. 

Desde el 2010, alrededor de 650 mil alumnos -desde secundaria a bachillerato- desertan de las clases por año, según una investigación de la Universidad Iberoamericana de Puebla.

“En México, 650 mil chicos y chicas de secundaria y bachillerato desertan anualmente. Ya traíamos un fenómeno de deserción antes de la pandemia. Pero esto se debía a la violencia que se generaba en las escuelas, el embarazo adolescente y a la baja autoestima de los estudiantes que no encuentran en los profesores condiciones para animarse, para saber sus talentos y capacidades”, señaló Juan Luis Hernández Avendaño, director general de Ciencias Sociales en Ibero Puebla.

El académico estima que la pandemia y las clases en línea influyeron un 20 por ciento para que los jóvenes desertaran de la educación, ya sea por sustento económico, dificultades para conectarse a las clases virtuales o demeritar la calidad de la educación por el simple hecho de que no son presenciales.

Hernández Avendaño considera que existen dos teorías por lo que aumentó la deserción: los padres de familia creen que la educación en línea no es de excelencia, no vale la pena o que es tiempo perdido. 

La segunda hipótesis se trataría de problemas económicos, ya que las familias perdieron empleos y se redujo el poder adquisitivo que tenían para mantener a sus hijos en escuelas privadas, o incluso comprar computadoras y contratar un servicio de internet. 

Este 2 de marzo, la SEP estatal de Puebla informó que 68 escuelas privadas cerraron de manera definitiva luego de un año de confinamiento. 

Contar con internet, un privilegio en Puebla

María de la Luz Tapia era una alumna de secundaria en Tepeaca. Sus padres Angélica y Ramón pasaron por dificultades en sus respectivos trabajos. 

Ramón era obrero de una carpintería y Angélica es ama de casa, pero lavaba ropa a los colonos y vendía productos de belleza. Sus ingresos se vinieron abajo por la pandemia, y con la preocupación de no mantener a su hija en la escuela. 

Angélica recuerda que su esposo perdió su empleo ya que “no era necesario para el gobierno”. 

“Nunca nos planteamos que para las escuelas se iba a necesitar una computadora o un celular con internet para tomar las clases, no estaba en nuestros planes”, dijo.

La familia tuvo que pausar los estudios de María, ya que tenían que generar ingresos suficientes para comer. Hasta que pudieron recibir apoyos por parte del gobierno. 

“Afortunadamente, mi esposo pudo meterse a lavar coches, mientras que mi hija y yo empezamos a vender comida como frituras y todo eso que le gusta a la gente. Luego nos enteramos de un apoyo del gobierno y nos agarramos de ahí”, recuerda.

Al final, María pudo conseguir una tableta y conexión a internet para que terminara la secundaria. 

Para el estado de Puebla, la conexión a internet todavía representa un privilegio que pocos gozan. Solo el 40 por ciento de hogares poblanos cuentan con un servicio a internet, de acuerdo con el Censo Poblacional 2020 del INEGI

Pero incluso, el acceso a una computadora o tableta sigue siendo una carencia en la mayoría de los hogares, ya que 3 de cada 10 familias cuenta con algún dispositivo tecnológico. 

Maestros deben mantener a los estudiantes en clases

Para el politólogo Juan Luis Hernández Avendaño, la SEP debe trabajar en la contención emocional de los niños y adolescentes. Pero al mismo tiempo, priorizar en recuperar a los desertores de las aulas para el siguiente ciclo escolar. 

El académico de la Ibero comentó que los docentes deben asumir un gran papel para contener a los alumnos en las aulas, incluso de manera virtual. Ya sea prestándoles más atención o presionar a los padres de familia. 

“Si hay profesores que están desinteresados, que no les importan ni los alumnos ni las clases, el alumno se irá. Para mí ‘profesor’ es aquél interesado en interesar a los no interesados y seguir interesando a los ya interesados”, dijo Avendaño.

Sin embargo, Ramiro Ortiz de 62 años, quien trabaja como subdirector de escuela en Tepeaca, opina lo contrario. Cuenta que su jefe le ordenó que acudiera directamente a las casas de los alumnos que desertaron. 

“La verdad yo me negué porque soy persona de grupo vulnerable. Es una locura el pretender ir casa por casa a tocar para hablar con los padres de que sus hijos no se conectan a clases”, cuenta. 

Ramiro señaló que también tiene hijos en casa y que deben ser los padres quienes estén al tanto de los suyos. “Yo me negué a ir a las casas y solo realicé llamadas. Quizá de 30 que llegué a hacer, solo 17 o 18 me las tomaron y la mitad de esos fue de manera indiferente por parte de los padres”.


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