El 1 de noviembre los pobladores de Ixtenco reciben con amor y devoción a sus seres queridos; el dolor no tiene cabida en esta celebración Alina FERNÁNDEZ Corresponsal Ixtenco.- En este municipio se preservan las expresiones otomíes ya que se celebra entre ritos nocturnos en el panteón, alumbrados con velas y enormes ofrendas que sus habitantes realizan en sus hogares de acuerdo a la tradición, que se ha heredado de generación en generación. El último pueblo con una rica herencia otomí de Tlaxcala se distingue por el recibimiento a sus muertos con esmero y enormes altares. La mesa puesta con diversos platillos como mole de guajolote, tamales, atole agrio, dulce de calabaza, pulque natural, pan de muerto y diversas frutas de temporada. Todo esto lo ponen en cazuelas y ollas de barro, además de que no puede faltar el chiquigüite lleno de tortillas que hacen a mano las amas de casa de este municipio. Cipriano Hernandez Castillo, cronista de la región, narró para El Popular, diario imparcial de Puebla, que entre los ritos practicados hasta estos días, se encuentra colocar en la entrada de la casa una naranja con flores, que es el símbolo de la espera de las almas; además de colocar los caminos de flores de cempasúchil, que en este municipio los colocan desde la calle para los fallecidos se guíen y lleguen hasta las ofrendas que les prepararon, además de las veladoras que iluminan su camino. Entre los productos que se colocan en la ofrenda, están un petate, huaraches, machetes y cotón. Pero una de las tradiciones más importantes es el misticismo y culto que se vive en la noche del día 1. Noche de muertos para vivos Los Ixtenguenses están listos para celebrar y rendir honor a las almas durante la denominada Noche de los muertos para los vivos. Como cada año, se lleva cabo este evento ancestral para recordar a los antepasados y difuntos de este lugar. Comienza desde las 20 horas; las tumbas son iluminadas con velas, veladoras y luces tenues en todo el panteón durante esta noche. Hernandez Castillo explicó que las veladoras son puestas en el pasillo del panteón encendidas en ambas aceras, ya que guían a los visitantes nocturnos a través de una noche semioscura que se convierte en una velada y un espectáculo asombroso y místico. “Los vivos llevan alimentos y ofrendas a las lápidas de sus seres queridos. Hacen ritos prehispánicos de culto con incienso, que es la bienvenida a las almas”, narró. Por su parte, los niños de disfrazan de catrines y muertes, todo de acuerdo a la tradición mexicana, ya que se celebra un festival en la capilla del panteón de este lugar. La festividad dedicada a los muertos es amenizada por música, canto y obras de teatro. Tradiciones otomíes que no terminan En las honras funerales los moradores de Ixtenco son espléndidos con sus muertos. De costumbres antiguas por sus raíces indígenas otomíes; herederos de tradiciones familiares, son creyentes en la inmortalidad del alma y de la existencia de las ánimas que vienen a compartir un recuerdo. Actualmente, La Fiesta de los muertos goza de la mayor tradición en la entidad, con este motivo se desarrolla un tianguis especial, en el que se pueden adquirir aves para el sacrificio; gallinas y guajolotes, además de huevos criollos, sahumerios, chepepextles, jarros, ollas, cazuelas y lebrillos de barro. También frutas de temporada, flores y pan de muerto, que se compran o elaboran en grandes cantidades. Con un proverbio otomí justifican los excesivos gastos: “Lo que la boca dice, la bolsa lo paga. Y todos contentos”. No faltan en este tianguis las calaveritas de azúcar, a las cuales se les agrega el nombre de las personas fallecidas. El entrevistado expresó que la tradición es formar una cruz con las velas orientadas a los cuatro puntos cardinales ya que sus llamas representan la ascensión del espíritu, sirven de guía y significan la luz que alumbra el camino. Desde esta fecha, comienzan a participar todos los miembros de la familia, inician los hombres a escombrar un cuarto dedicado a los muertos, colocan una mesa grande, sobre ella un petate, con ingenio construyen de siete niveles, mismos que pasará el alma del difunto para descansar. Se coloca una imagen del santo o virgen según a quien le tienen mayor devoción en el primer nivel, mientras que en el segundo se dedica a las ánimas del purgatorio, en el tercero se pone sal para los niños, en el cuarto va el pan de muerto. El quinto es para comida y fruta, en el sexto la foto del difunto del quien más afecto le tenía la familia y en el séptimo la cruz de un rosario hecho de tejocotes. Las mujeres preparan los alimentos para la ofrenda, como el mole de guajolote, dulce de calabaza, tamales de haba, atole agrio con ayocotes y demás platillos basados en los gustos personales de cada familiar fallecido. Los niños cortarán flores y pétalos para señalar el camino a las ánimas que llegan este día. Felices irán por agua bendita al atrio de la iglesia de San Juan Bautista, lugar donde los mayordomos la proporcionan. La población de Ixtenco comparte sus creencias de que las ánimas visitarán las casas. La celebración conjuga alegría, no hay sitio para el dolor. Se humea el altar porque la ofrenda es dedicada a los familiares muertos, se ofrece agua y pulque en un jarrito nuevo, de barro, de color negro que significa luto; cada veladora es un finado; se agrega unas más por alguna solitaria ánima. Una faja bordada es símbolo del equilibrio, elegantes sahumerios del cual emerge el humo del copal simboliza el paso de la vida a la muerte; también se coloca el objeto más preciado o que más gustaba utilizar al difunto. Unión de los otomíes de Ixtenco El 2 de noviembre es el último acto donde se simboliza la unión de los otomíes de Ixtenco, esto mediante la visita acostumbrada entre familias y amigos, quienes comparten parte de la ofrenda y en la convivencia se realiza un intercambio de comida, pan y fruta, el cual puede durar varios días. Es una muestra de cariño por la persona fallecida según la casa que se visita, hay que recordar que en la época prehispánica la duración del culto a los muertos tardaba cuarenta días. Deseando que el aroma de las flores perdure como un encanto para siempre, además del depósito de flores en las tumbas que suele ser acompañado por rezos y acompañados de alfombras de pétalos de rosa, que es la despedida de las almas, las cuales regresarán el próximo año. |