Gran tarde de De Haro

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Redacción


Enero 02, 2014

Jaime OAXACA

Es absurdo programar corridas en la plaza México los días vacacionales de diciembre. Se argumenta que es una imposición de la delegación Benito Juárez o del reglamento taurino, parece que eso no es cierto y, aunque lo fuera, la delegación está de pechito con la empresa así que, en cuando la empresa disponga no dar corridas esas fechas, el delegado lo autorizará.

A la corrida número 11 asistió muy poca gente. Seguramente el cartel no les decía mucho, pero en enero hubieran asistido más aficionados. Ante la constante ausencia del toro auténtico en la plaza México, era fundamental una buena entrada para que muchos asistentes disfrutaran del encierro de De Haro.

Los hermanos Vicente y Antonio de Haro González enviaron al coso más grande del mundo un encierro serio, con trapío, con edad, con los problemas propios de la bravura y la edad, que no estaba sobrada de peso, ni con cornamentas aparatosas; vale decir que sexto y sétimo fueron levemente protestados.

Tres toros fueron ovacionados de salida: primero, segundo y octavo, porque hubo dos de regalo. En el arrastre ovacionaron cinco o seis, además, arrastre lento al séptimo.

Los de De Haro también dieron oportunidad de apreciar la suerte de varas. Los subalternos no los pusieron lejos de los caballos porque en México ya está en desuso, quizá sea una imposición de los picadores o de los propios matadores. Pero aún sin arrancarse de largo los toros, hubo suerte de varas, inclusive varios recibieron dos puyazos, hasta uno de tres, éste ya un abuso. Salvo uno que se defendía tratando de quitarse la puya, los demás pelearon en varas.

Hubo emoción en el ruedo. Federico Pizarro, Pepe López y Ricardo Rivera se jugaron la vida; los toros tuvieron bravura, algunos desarrollaron sentido, pero los hubo con calidad en la embestida, también uno o dos terminaron saliendo de la reunión con la carita alta, pero no era el toro bobo soso, característica de las ganaderías descastadas, el peligro estaba ahí y los diestros no podían confiarse.

Todos, subalternos y matadores a las vivas, porque el toro estaba en el ruedo. Los aficionados, emocionados, comentaban en el tendido la emoción que produce lidiar el verdadero toro.

Federico Pizarro se vio más solvente que sus compañeros, los 20 años de alternativa y torear con frecuencia ganado de esa casa, le permitió salir bien librado, obtuvo una oreja ganada a ley, por una faena conmovedora. No se salvó de un susto mayúsculo cuando iniciaba la faena de muleta, el toro lo echó pa´rriba sin que le hiciera daño significativo.

Tanto Pepe López como Ricardo Rivera han toreado muy poco en el año, lo que se notó en su desempeño. Ambos recurrieron al recurso del toro de regalo. Por cierto Rivera lo anunció después que había caído el sexto, en forma antirreglamentaria, pero como en la plazota no hay más ley que la del empresario, se vale lo que él autorice.

En un espectáculo que presume llamarse ¡fiesta de toros bravos!, evidentemente es indispensable que haya ¡toros bravos!, esta vez Antonio y Vicente mandaron una extraordinaria corrida, con menos méritos algunos ganaderos han dado vuelta al ruedo de México, a pesar de que hubo gritos de ¡ganadero!, Toño de Haro prefirió taparse, honrados hasta en eso.

Lo que nadie puede negar es la gran tarde de De Haro.
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