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Memorias del Crimen

Jaime OAXACA Desangelada de público resultó la corrida número 17 del serial que se realiza en la monumental plaza de toros México. Ya se aventurarán a decir que fue por el fútbol americano, excusa que nadie se cree pero nos encanta darnos coba; la cruda realidad es que ha sido una de las peores entradas en lo que va del serial. Tan pegada la fecha del domingo pasado al 5 de febrero -día del cumpleaños- que se manejó como una de las dos corridas del aniversario número 68 del majestuoso embudo de cemento. Con el respeto y admiración que siento por Federico Pizarro y Jerónimo, en este momento ninguno de los dos tiene tirón para atraer multitudes. No es que sean malos toreros, por supuesto que no; los taurinos saben de sus alcances, el problema es que casi no quedan muchos aficionados que chanelen y al grueso de la gente los nombres no les dicen mucho. Tanto Pizarro como Jerónimo, además de tener su sello, están sacando nuevamente la cabeza entre la pléyade de coletas aztecas, van despuntando nuevamente y, debido a su antigüedad de alternativa, ambos pueden colocarse como primer espada. Pizarro y Jerónimo están para abrir festejos rematados porque ambos coletas pueden con el paquete y, sin lugar a dudas, tienen la calidad y capacidad para alternar con quien sea porque ninguno desmerece. Pero si los ponen a torear juntos, la empresa está desperdiciando un tiro. Como para asegurarse que la gente no asistiera al coso de Los Insurgentes, a los dos mexicanos la empresa les enjaretó de alternante a Pedro Gutiérrez El Capea, un diestro extranjero, cuyo toreo no le dice algo a nadie; según el sentir de la afición, el hispano estuvo incluido en un cartel de triunfadores por el apodo y la relación con la familia Espinosa Meléndez. En la presentación de Capea hijo, el pasado 12 de enero, éste fue pitado en sus dos toros. El mismo Capea hijo hizo patente lo absurdo de su inclusión al negarse a saludar en el tercio después de partir plaza; luego no le quedó de otra sopa, salió por puro compromiso con miedo a que lo pitaran, lo que finalmente sucedió, aunque no en la dimensión que todo mundo esperaba. En el festejo sólo Pizarro tocó pelo, mal concedida la oreja, lo relevante es que él y Jerónimo tuvieron buenas actuaciones, fue lo rescatable de la tarde. Debe tener más de 20 años que dos alternantes no daban una vuelta al ruedo en su respectivo toro. Curiosamente ambos le brindaron a un matador de toros en el retiro. Pizarro a Adolfo Guzmán, su actual apoderado, con quien desde julio de 2012, en Santa Ana Chiautempan, inició su relación profesional. Jerónimo, por su parte, le arrojó la montera a Raúl Ponce de León quien estaba en el primer tendido de sombra, si bien es cierto que oficialmente nunca apoderó al Jero, Ponce el bueno siempre ha estado ligado a su carrera. Con la escasa asistencia de público a la décimo séptima corrida, quedo clarísimo que se deben de estructurar los carteles y no sólo salir del paso como se pueda, se trata de balancear los festejos para que todo mundo gane para no pegar un petardo como sucedió el pasado domingo en un cartel de aniversario. Échenle coco.

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