BREGANDO

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Redacción


Febrero 11, 2014
Jaime Oaxaca No asistí a la corrida 19 de la plaza México así que me salve de la mansedumbre de los de Bernaldo de Quirós, el pasado domingo me fui a narrar a la corrida en La Ranchero Aguilar, sabedor que el binomio Montecristo-El Juli es un mal augurio, porque ni la ganadería ni el torero tiene la honradez como característica. Creo que en México se cumplió lo de la mansedumbre, en Tlaxcala todo lo malo que se presagiaba se consumó, me consta, estuve presente. La corrida causó expectación, el madrileño tenía muchos años de no actuar en la capital tlaxcalteca, los precios de los boletos no fueron baratos y la gente los pagó, dado los altísimos honorarios que cobra el español son prohibitivas las gangas. German Mercado Lamm, el propietario de la ganadería tlaxcalteca de Montecristo, envió un encierro sin trapío, con presencia de novillos, con cornamentas mínimas, que fue desembarcado a las 11 de la noche el viernes anterior a la corrida. El encierro fue aprobado por el juez de plaza Manuel Ruiz designado por las autoridades municipales quienes entraron en función el 1 de enero de este año. Total, el resultado es que al público se le dio atole con el dedo, le ofrecieron una corrida de toros bravos y al final de cuentas nada de nada: ni toros ni bravos. No es la primera vez que esto sucede en el estado de Tlaxcala, lo mismo en Huamantla, Apizaco o la capital, ya durante algún tiempo, casi todas las empresas llegan a defecarse en la afición del estado que tiene como uno de sus símbolos el toros de lidia. No importa que el gobernador del estado sea ganadero de bravo, tampoco que haya una dependencia estatal como el Instituto Taurino, no incumbe que el estado tenga el mayor número de ganaderías. Tampoco importa que hace dos semanas se haya realizado la reunión de ganaderos en Tlaxcala que éstos se hayan pronunciado a favor de la fiesta, evidentemente las frases fueron falsas, demagogia pura; lo que cuentan son los hechos; ese amor que dicen tenerle a la fiesta sólo es de palabra. Salvo honrosas excepciones, los ganaderos no se distinguen por su honestidad. Ni los gobiernos, ni las autoridades de plaza, ni empresarios, ni ganaderos, ni los propios toreros, van a hacer algo para darle autenticidad a la fiesta, para que dejen de presentarse novillos en lugar de toros. Son los propios aficionados, los que compran su boleto para entrar a la plaza los púbicos que pueden revertir tanta falsedad, tanta cochinada. ¿Cómo? ¡Protestando! Reclamando desde el tendido, gritando, arrojando cojines en señal de reproche como se ha hecho siempre, armando broncas que asusten a los empresarios y a los toreros, porque de otra forma les seguirán viendo cara de tontos a los que compran boleto. Cómo supone usted que se tomó la decisión para designar esos toros de insignificante presencia, cómo se imagina la charla entre ellos. -Pues ya vi esa corridita y eso es lo que voy a matar. -Oye, no la jodas está muy chiquita, ni la van a aprobar las autoridades y la va a protestar el público. -Na, cómo crees, acá son bobos, bien dejadotes, se tragan todo. -¿Y si se arma una bronca? -Otra vez lo mismo, si quieres que lidie algo grande, decente, mejor le paramos, así no toreo en ninguna plaza mexicana y, entiende, no va a pasar nada, la afición de Tlaxcala es mansa. No digo que así haya sido pero pudo ser. Los aficionados tienen la palabra. ¡No se dejen maldita sea!, no se dejen.
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