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Celebran Día de Muertos siguiendo raíces otomíes
4B CELEBRAN 2 Celebran Día de Muertos siguiendo raíces otomíes

Celebran Día de Muertos siguiendo raíces otomíes

La vecindad Podcast

Memorias del Crimen

IXTENCO

Alina FERNÁNDEZ

Corresponsal

4B CELEBRAN 2De costumbres antiguas por sus raíces indígenas otomíes, herederos de tradiciones familiares, los habitantes del municipio de Ixtenco son creyentes en la inmortalidad del alma y de la existencia de las ánimas que vienen a compartir un recuerdo.

Juan Coátl fue el último sacerdote indígena, quien tenía como dioses a los montes y a las flores, su ofrenda era con recursos naturales, estos otomíes prehispánicos rendían culto a sus muertos con dichos elementos, después se adoptó el pulque, según ellos era un deleite de sus dioses; esta tradición aún se conserva en el municipio.

Cipriano Hernández Castillo, historiador de este lugar, narra que ya con la conquista española llegaron los rezos y cantos, surgiendo una tradición mestiza que acostumbraba cortar parte de un árbol de ocote en forma de un crucifijo, de esta manera las cruces del antiguo panteón eran naturales, aún perdura una que otra cruz o bien cruces gruesas y toscas, donde se percibe el contacto con la naturaleza; también al morir los enterraban con todas sus ropas, pero sin construcción, así el ataúd entraba en contacto directo con la tierra.

Hernández Castillo señaló que actualmente la fiesta de los muertos goza de la mayor tradición en la entidad, con este motivo se desarrolla un tianguis especial, en el que se adquieren aves para el sacrificio como gallinas, guajolotes entre otros, al igual que huevos criollos, sahumerios, chepepextles, jarros, ollas, cazuelas, lebrillos de barro, además frutas de temporada, flores y pan de muerto. No pueden faltar las calaveritas de azúcar, las cuales se les agregan el nombre de las personas fallecidas.

Grandes altares con deliciosos platillos

4B CELEBRAN 1En los festejos de Día de Muertos participan todos los miembros de la familia, inician los hombres a escombrar un cuarto expresamente dedicado a los muertos, colocan una mesa grande con un petate en lugar del típico mantel.

La ofrenda constará de siete niveles.

Sobreponen una imagen de un santo a quien le tienen mayor devoción en el primer nivel, mientras que en el segundo se dedica a las ánimas del purgatorio. En el tercero, se pone sal para los niños. En el cuarto va el pan de muerto, siendo el quinto para comida y fruta. En el sexto, la foto del difunto con más afecto para la familia y en el séptimo, la cruz de un rosario hecho de tejocotes. Las mujeres preparan los alimentos para la ofrenda, como el mole de guajolote, dulce de calabaza, tamales de haba y en general, para vanagloriarse inician la elaboración del atole agrio, al gusto puede acompañarse con ayocotes previamente precocidos. Además, platillos basados en los gustos personales de cada familiar fallecido.

Los niños cortan flores y pétalos para señalar el camino a las almas que visitarán el lugar, además, van tirando agua bendita que borra los pecados veniales.

El 28 de octubre se dedica a las ánimas de los accidentados o de los que murieron en desgracia, predominando la religiosidad católica y enlazándose con los ritos y costumbres arraigadas en los otomíes, así se mantiene la costumbre de los familiares en colocar la primera ofrenda a las doce horas, reza la persona mayor un rosario, luego se encaminan para adornar la cruz colocada en el lugar del deceso con flor morada que representa luto, pata de león, flor amarilla de cempasúchil, que representa la tierra y el camino de la perfección, de la santidad, flor de nube representa el cielo, lo mismo se hace en su sepulcro.

El día 29 visitan las almas de los niños que se creé, fueron al limbo porque lamentablemente no alcanzaron el bautismo. El día 30 se rinde culto a los fieles difuntos, dedicando una ofrenda por el ánima sola.

El día 31 es dedicado especialmente a los infantes, la tradición es poner juguetes y dulces. Se encienden ceras para alumbrar su camino.

El 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, máximo esplendor de las expresiones prehispánicas, españolas, mestiza y de la etnia otomí, cuyas tradiciones y creencias se entremezclan con profundo respeto, agregando otros elementos a la ofrenda: cruz de tierra, que es parte de nuestro cuerpo, somos tierra y volvemos a la tierra símbolo del cuerpo cristiano. Cruz de sal, que significa que resucitará. Cruz de flor por su belleza, así la población de Ixtenco, comparte sus creencias de que visitarán las ánimas de quienes tuvieron una vida ejemplar, la celebración conjuga alegría alejada del dolor. Se humea el altar, porque la ofrenda es dedicada a los familiares muertos, se ofrece agua y pulque en un jarro de barro nuevo de color negro que significa luto y al ser elemento natural, los muertos podrán saciar su sed, una veladora significa un finado, se agrega una más por alguna ánima sola, dichas veladoras son hechas con aceite de nabo seco recolectado previamente.

El adiós a los seres queridos

El 2 de noviembre los fieles difuntos serán despedidos por la mañana, para ellos se sahumará el altar, posteriormente se celebrará una misa en la capilla de la Santa Cruz en el panteón antiguo, después se procede al depósito de flores sobre la cruz y tumba respectiva. Otra tradición que perdura es la de colocar sobre la puerta principal un adorno elaborado con flores de cempasúchil y una alfombra con pétalos de flores, señalando el camino a casa donde los fallecidos habitaron en vida y donde volverán a reunirse a través de sus almas benditas con sus seres queridos.

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