Periodismo con causa

Peña, Giscard, marihuana y lectura

La vecindad Podcast

Memorias del Crimen

JOSÉ CARREÑO CARLÓN* Calidad informativa y tabú. Semana de encuestas sobre temas sociales: una, inquietante, registra el aumento del consumo de marihuana entre adoles­centes y jóvenes de secundaria y prepa, de la mano de otra, según la cual, dos terceras partes de los mexicanos se oponen a despenalizar esa droga. Hay otra encuesta más, alentadora, que anun­cia un notable incremento de la lectura en nues­tro país, dada a conocer el lunes por Conaculta. Y la realidad es que la buena noticia de la lectura permanecerá acaso unas horas más en la agenda pública, mientras el tema de la yerba completa ya semanas a la cabeza de la agenda de los medios. Y esto se debe al innegable valor noticioso que supone su carga controversial. En efecto, el debate sobre la marihuana –como el del aborto y el de los matrimonios gay– es de esos que tienden a perdurar –con picos sobresa­lientes de discrepancia social– aun después de resuelto en leyes y tribunales. Suelen ser temas tabú que precisan ser desentrañados mediante debates e información de calidad. Los especialis­tas atribuyen la falta de acuerdos en estos asuntos a que, en su enunciación por las partes en litigio, entrañan altos valores en conflicto. Así, en el caso del aborto, se postula el valor de la libertad (de la mujer, a optar por la conti­nuación o la interrupción del embarazo) frente al valor de la vida humana (desde su gestación en el vientre materno). En el caso de los matrimonios gay: el valor del derecho a vivir la sexua­lidad propia y a convivir sin discriminación con la pareja elegida, frente a los valores de la repro­ducción en la familia tradicional. Y en el caso de la mota: el valor del derecho de las personas al consumo libre, lúdico, de marihuana, en los tér­minos en que lo resolvió la Corte Suprema, fren­te a los valores de la salud y la seguridad públi­ca, incluyendo el preocupante aumento del con­sumo registrado entre adolescentes. Estrategias. No hay duda de que este choque de valores en conflicto está presente en el debate sobre la cannabis, a juzgar por el resultado de la encuesta de El Universal, que señala la desaprobación de 6 de cada 10 mexicanos a la resolución de la Corte, y de casi 7 a la despenalización por la vía legislativa. Ante situacio­nes como ésta los partidarios de la liberalización en estas materias suelen poner en juego estrategias de información y aprendizaje social que a su vez suelen ir disolviendo prejuicios y tabús y abriéndole paso a los cambios, como ha ocurrido antes en los casos del aborto y de las uniones entre parejas del mismo sexo. Por otro lado, los estrategas de comunicación de los políticos en activo suelen recomendarles a éstos no tomar partido e incluso eludir estos debates, sobre la base de que, aunque haya deci­siones judiciales o legislativas, en la sociedad no habrá acuerdos al respecto, al menos en los cor­tos plazos que van de una a otra elección. En este punto, nuevamente en campaña, López Obrador, por ejemplo, no sólo elude el debate marihuanero, sino que va más allá: lo descalifica como una cons­piración para tender una cortina de humo sobre los temas de su agenda. Marihuana y República. A su vez, el pre­sidente Peña, acaso contra sus consejeros oficia­les y oficiosos, sí arriesga anticipando su postura contra la despenalización (y desoyendo al activis­mo que le ofrece la oportunidad de encabezar este cambio). Pero advierte que no es dueño de la ver­dad y que está abierto a recoger otras posiciones, al tiempo que dispone organizar el debate desde las instituciones de la República. Me recordó al presidente francés Giscard d’Estaing (1974-1981), políticamente en el centro, tecnócrata, moderni­zador con pionera vocación europeísta. Era, además, un católico cercano al Papa Paulo VI y, por tanto, opuesto, como postura personal, al divorcio por consentimiento mutuo. Pero no le tem­bló la mano para promulgar su instauración una vez aprobado por la Asamblea Nacional. Soy católico, respondió ante un mensaje consternado del Pon­tífice, pero soy presidente de una República laica. Director general del Fondo de Cultu­ra Económica.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de El Popular, periodismo con causa.