Churchill en México 2016: ¿una democracia real?

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Redacción


Enero 06, 2016

JOSÉ CARREÑO CARLÓN

La prueba de los cinco minutos. Se le atribu­ye a Winston Churchill haber dicho, des­de su arrogancia intelectual y acaso desde la cicatriz que le dejó su definitiva derrota electoral de 1945, que “el mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con un votante medio”. Pero si a esas vamos, quizá al gran líder británico de la Segunda Guerra Mun­dial se le podría haber ocurrido decir, en este inicio de 2016, que el argumento más contundente con­tra la democratización de la comunicación atribui­da a internet sería una exposición de cinco minutos a los mensajes de un merodeador mexicano prome­dio de las redes sociales.

Eso, para no hablar del nivel intelectual (y gramati­cal) –y de la crispación– de buena parte de los activis­tas digitales. Pero también por este camino trazado por Churchill habría que descalificar a la radio y a la tele, no por sus excesos y defectos, sino desde el menosprecio que se suele expresar por el radioescucha o el televiden­te medio, así como desde las extendidas descalificacio­nes a los conductores de esos medios. Por supuesto que aquel enorme animal político hizo también, a su (amargosa) manera, la mejor defensa de la democracia, cuando la llamó “la peor forma de gobier­no, excepto por todas las otras formas que han sido ensayadas de vez en cuando”. Y, con la misma lógica, quizás hoy Churchill podría defender los intercambios en la red como la peor forma de conversación pública, excepto por todas las otras formas que se han ensayado en la historia para silenciarla. Y algo parecido se podría argumentar en defensa de la radio, la tele y los medios impresos realmente existentes.

 Lo peor de lo peor. Con el saludable escepticismo de Churchill sobre lo que es dable esperar de la democra­cia real, tendríamos que esperar este año en México un desarrollo más o menos decepcionante o anticlimático de más de una docena de elecciones para gobernador, casi un millar para alcaldes y cerca de 400 para legisla­dores de los Congresos estatales, así como para la Asam­blea Constituyente de la capital. Pero la desmitificación de la democracia en su cote­jo con las realidades cotidianas no nos debería llevar a pasar por alto la parte de la ironía de Churchill que nos trae a las confirmaciones del 2016, en el sentido de que desvalorizar, desechar o desconocer las reglas democrá­ticas, como en Venezuela, sólo puede empeorar la peor de las democracias.

Estereotipos. Se acerca el centenario del libro señero Public Opinion en el que Walter Lippman acuñó el térmi­no “estereotipo” para describir las rutinas del periodis­mo estadounidense. Y en ese supuesto parecería caer el editorial institucional que The New York Times le dedi­có el lunes a México y al gobierno del presidente Peña Nieto, sin referencia a alguna noticia reciente ni a algún otro valor informativo de los que suelen partir los edito­riales de la casa en los medios impresos.

 Un par de medios mexicanos hicieron suya al día siguiente esa particular agenda del Times, en la tradición poscolonial del periodismo de la periferia de convertir en noticia de primera un comentario de interiores de un medio del primer mundo, como si se tratara de una infor­mación con la fuerza del veredicto de un tribunal inter­nacional. Pero, en términos de comunicación pública, México parece entrar en las dinámicas de las democra­cias primermundistas, en las que, como lo documentó para Estados Unidos el profesor Jeffrey Cohen de Ford­ham University, el tono de las noticias presidenciales se vuelve crecientemente negativo, con un primer momen­to en que esa cobertura negativa se asocia a la baja en la aprobación presidencial y un segundo momento en que las noticias negativas van perdiendo su poder para conformar las actitudes públicas hacia la presidencia.

Con todo, México 2016 se perfila junto al Churchill que prefiere la peor de las democracias al mejor ensa­yo antidemocrático, junto a la predilección por los peo­res usos de las libertades informativas, sobre las mejo­res intenciones de condicionarlas.

* Director general del Fondo de Cultura Económica

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