Algunas verdades sobre los caciques y sus voceros en Huitzilan

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Redacción


Enero 07, 2016
MANUEL HERNÁNDEZ PASIÓN*

Comenzaré diciendo que aquéllos que acusan al Movimiento Antorchista y a mí de conculcar los derechos humanos y la libertad de creencia y culto, come­ten una grave falta sobre la verdad de Huitzilan de Serdán. ¿Quiénes promueven estas mentiras?¿Por qué lo hacen desde la casa de Dios? ¿Por qué, sin ningún temor, lanzan mentiras en su nombre? Y, si es un grupo de fe, ¿por qué no respetan el octa­vo mandamiento? ¿Por qué no les importa lo que dice la Biblia respecto a la mentira?

Por dos razones, plenamente comprobables. Primera: no les importa decir mentiras ni obe­decer los mandamientos bíblicos porque no son un grupo religioso; se trata de una organización política que busca, a como dé lugar, recuperar el poder municipal que tuvo hace más de 31 años y que ahora está en manos de la gente pobre, orga­nizada en Antorcha Campesina, única organi­zación con la que Huitzilan ha progresado para bien de sus habitantes, sólo así pasó de ser un pueblo sometido por la violencia de los caciques –y su brazo armado la UCI– a un municipio que se desarrolla en un clima de paz y tranquilidad social, cosa que trataré en un artículo próximo.

Segunda razón. Porque saben bien que la ver­dad no viaja sola ni vuela por los aires como pan­demia, sino que para llegar a ella es necesario un riguroso esfuerzo personal de búsqueda. Es más fácil mentir. Y eso abona, además, a sus fines personales de poder mal habido. Por eso no les importa lanzar mentiras de tal magnitud, porque su intención es atacar a una organización políti­ca no con pruebas, sino con palabrerías y así des­acreditar todo el trabajo de transformación que hemos logrado durante 31 años de trabajo diario.

 Daremos algunos elementos para demostrar que la razón nos asiste, no ahora sino desde la funda­ción de nuestro movimiento en 1974 en Tecomat­lán y en 1984 en Huitzilan de Serdán.

Se acusa a Antorcha de cometer graves violacio­nes a la libertad de creencia y de culto. Acusación que deja, a la libre imaginación, muchos actos que violan los derechos humanos, pero no se mencio­na qué actos en específico se cometen. Tratemos de imaginar algunos para platear nuestra defensa: ¿será que no se permite a la gente que asista a misa? ¿Antorcha tendrá un férreo control sobre la parro­quia de tal manera que no permite la entrada a la gente que no sea de la organización? O, ¿será que corren con violencia a quienes entran y no perte­necen al mismo grupo? Observemos cómo quienes nos atacan presentan la realidad invertida.

Lo primero que se puede encontrar es lo siguien­te: el curato se ha convertido en domicilio particu­lar de la señora María de Jesús Ramos Xalcuaco y su esposo, Lucio Aldama Carballo, una familia que, a su salida, dejó el sacerdote José Martín con la oscura intención de impedir que otro sacerdote pueda hacerse cargo de la parroquia; estas perso­nas –la señora y el señor que viven en la iglesia- son conocidas por ser violentos, por las ofensas que lan­zan, por la rabia con que actúan cuando a la parro­quia entra alguien que no es afín al grupo del Padre José y los caciques, como sucedió el 11 de diciembre pasado, cuando un grupo de mujeres que organi­zaba una kermés para recaudar fondos para la res­tauración de la Iglesia fue violentamente expulsado del atrio de la iglesia. ¿Por qué lo hicieron? La res­puesta es sencilla: porque han tomado a la parro­quia como sede de su actividad política, y para ello la fe importa poco.

 Lo mismo sucedió el día 12 de diciembre, cuan­do 30 personas armadas con palos y machetes impidieron la entrada a la parroquia de los pere­grinos que llegaban de la Basílica de la Virgen de Guadalupe de la Ciudad de México, mismos que fueron recibidos por más de 2 mil huitziltecos. ¿Quiénes querían provocar la violencia? Y, sobre todo, ¿quién la evitó? La multitud y los peregrinos, al darse cuenta de lo que tramabael grupo violen­to, determinaron llegara otro punto, en donde se hizo la fiesta en grande para así evitar toda agre­sión que, con alevosía y ventaja, planeaba Alonso Aco y el cura José Martín. La gran mayoría de los dos mil huitziltecos y los peregrinos antedichos son antorchistas, y son precisamente ellos quie­nes no pueden acudir libremente a las celebracio­nes religiosas, porque la iglesia está secuestrada por un grupo político opositor al desarrollo, ¿no es esto una verdadera violación a los derechos de libertad de creencia y de culto? Alonso Aco Cortés es el cacique del pueblo y el más molesto con el hecho de que la gente organiza­da en Antorcha Campesina esté gobernando Hui­tzilan. La población sabe que no es católico y, sin embargo, es quien dirige al grupo que tiene secues­trada la parroquia y que hace sus reuniones para conjurar contra Antorcha al interior de la misma.

 Alonso Aco pertenece a una familia que desde hace mucho tiempo viene explotando a la gente pobre, y ha sido el principal impulsor de la oposición en las campañas electorales desde hace seis años: la cam­paña de Demetrio Ronquillo con el PAN y la cam­paña de Ever Xalcuaco Márquez con el PT.

 ¿Más pruebas? ¿De dónde sacan, pues, que se trata de un problema católico y no de un problema político con el objetivo de desestabilizar al municipio?

Observemos a otros dos fieles servidores al cacicazgo: Ángel López Pérez y Vicente Luna Már­quez. El primero es un activista de tiempo comple­to del grupo opositor al progreso y desarrollo de Huitzilan de Serdán, ha sido candidato a la pre­sidencia municipal por el Partido de la Revolu­ción Democrática (PRD), regidor de representa­ción proporcional en el periodo 2005-2008 por el Partido Acción Nacional (PAN) y representante general del partido Morena en las pasadas elec­ciones federales. Se caracteriza por su prepoten­cia natural, por su arrogancia y el trato ofensivo hacia sus semejantes, hacia los indígenas. Para no hacerla tan cansada, ni siquiera se digna a saludar a la gente en un pueblo como el nuestro, donde es característica de buena educación. ¿De cató­lico? Nada. Sólo se aprovecha de la fe de la gen­te para sus fines políticos. Por otro lado, Vicente Luna Márquez es el vocero principal del sacerdo­te José Martín, un individuo que no dice lo que piensa, sino que, como el lorito, sólo repite c por b la retahíla aprendida; en Huitzilan ya se dice que es “peor que Judas”, pues a la vista de todos ha traicionado a su pueblo y, sobre todo, ha trai­cionado la memoria de su padre: Francisco Luna, que fue un gran líder de sus hermanos indígenas huitziltecos y uno de los hombres que ofrendaron su vida por el avance que el día de hoy gozamos, un hombre visionario, que nunca se dejó enga­ñar por los caciques y que siempre orientó a sus hermanos de clase y sostuvo que el atraso de Hui­tzilan tenía como origen el cacicazgo, cuya épo­ca más oscura fue el periodo de la masacre de los 70; Francisco Luna vivió hasta el último segun­do de su vidacomo un gran antorchista y la his­toria de Huitzilan lo ha puesto como un defensor de la gente pobre. Vicente Luna, en cambio, que­dará como un recadero y vocero de los caciques.

 Que quede claro: nuestra organización ha sido acusada de hechos que no ha cometido, ha sido ofendida y atacada cuantas veces se les ha anto­jado, y el mismo número de veces nos hemos defendido. Pero los antorchistas tenemos bien claro que no hay mejor defensa que hacer más trabajo para el bien del pueblo. Hoy está a la vis­ta la obra de Antorcha, se puede palpar, se puede ver y, sobre todo, disfrutar. Todo el que busque la verdad sobre este pueblo de la Sierra Norte con un mínimo de honestidad tendría por fuerza que reconocer que Antorcha ha hecho, en 30 años, lo que nadie hizo en siglos enteros.

 Hay más ejemplos de cómo este grupo opositor al progreso viola la ley de Dios y las leyes mexi­canas, pero con lo ya narrado es suficiente para demostrar que los desestabilizadores son quienes cometen las violaciones, las faltas graves, aunque se presenten a sí mismos como víctimas, cosa que, a estas alturas, ya nadie cree.

Así las cosas, ¿qué medidas se deben de tomar de manera inmediata para garantizar la libertad de creencia y de culto en Huitzilan? ¿Qué auto­ridad es competente para ello? No hay más: la Secretaría General de Gobierno, que ahora tiene a un nuevo representante, debe tomar cartas en el asunto, antes de que sea demasiado tarde. A los huitziltecos de bien no les debe quedar nin­guna duda de que estamos ante unos verdaderos fariseos y esquiroles de su clase. ¡Vaya!

* Alcalde de Huitzilan

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