Los líderes populares de Antorcha

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Redacción


Febrero 22, 2016
Aquiles Montaño Brito Antorcha nació hace ya 42 años, como una organización política que se puso como meta luchar contra la pobreza en México. En 1974, 32 campesinos y profesionistas, liderados por el Ing. Aquiles Córdova Morán, impulsaron el nacimiento de un movimiento social en Tecomatlán, Puebla, para luchar contra la injusticia social.Desde entonces, muchas cosas han cambiado. Por un lado, ya no somos sólo los 32 fundadores quienes formamos en las filas antorchistas, sino cerca de un millón 500 mil mexicanos organizados en todos los estados del país, unidos fraternalmente y dispuestos a luchar para lograr una vida más humana. Jamás hemos traicionado nuestra bandera original: la lucha contra la pobreza en México. Y hemos dado pasos de titanes en este sentido: podemos demostrar estadísticamente que más de 10 millones de mexicanos se han visto beneficiados con las obras gestionadas por la organización. Además, gobernamos varios municipios que, al paso de los años, se han convertido en modelo de desarrollo: Tecomatlán y Huitzilan, en Puebla, y Chimalhuacán e Ixtapaluca, en el Estado de México, por mencionar sólo algunos. Sin embargo, a pesar de que hemos librado duras batallas contra la pobreza en todo el país, a pesar de que día con día miles de antorchistas luchan en México para arrancarle a los gobiernos obras que hagan menos pesada la vida de los depauperados, no es un secreto para nadie que la pobreza avanza en México, y que lo hace de forma acelerada. Las cifras, por todos conocidas, son de escándalo: el país pisa ya el umbral de los 100 millones de pobres y, de ésos, 23 millones padecen hambre crónica, el país es campeón mundial de desigualdad social, es el rey de los salarios bajos y las jornadas largas de trabajo. México eslaperfecta máquina productora de pobres. No es, pues, el México que vivieron los fundadores del antorchismo; ha cambiado mucho, y para mal. El desolador panorama nacional, y que cada día se hace más desalentador gracias a los vaivenes de la economía mundial, tiene su explicación en que quienes detentan el poder político y económico de México han seguido a pie juntillasaquella vieja tesis económica del “dejar hacer, dejar pasar”, según la cual todo mundo debe atenerse a las leyes del mercado y los precios, a la ley de la oferta y la demanda, sin importar si dichas leyes lo condenan a la miseria y aún a la muerte, asignando al gobierno sólo el papel de velar, al costo que sea, por los intereses y negocios de los dueños del dinero. La clases económicas y políticas que hoy detentan el poder de los gobiernos capitalistas del mundo se han visto rebasadas ampliamente por los problemas que padece la humanidad. Las viejas armas teóricas burguesas palidecen, la vieja piedra angular del capital, el individualismo burgués, se ha quedado sin argumentos ante la pobreza galopante y el egoísmo creciente y la injusta distribución de la riqueza del mundo de nuestros tiempos. Es necesario un nuevo humanismo, una nueva filosofía que alumbre un mundo mejor y una nueva clase en el poder que la ponga en práctica. Por eso, para salir de la pobreza, para curar a México de todos sus males, para enrumbar a México por la senda del progreso,es necesario que una nueva clase económica tome en sus manos el gobierno. Y esa clase, compañeros, somos nosotros, lo pobres de este país. A 42 años de haber levantado la primera bandera escarlata del antorchismo en Tecomatlán, la tarea es, ahora: luchar contra la pobreza en México, desde el gobierno de este país. Y en esa tarea, los plenos antorchistas, los líderes naturales de cada comunidad, pueblo y colonia, son una pieza clave, decisiva, que puede llevar a Antorcha al poder o puede, también, hacer que fracasemos todos.Nosotros no hacemos retórica sólo para agradar a los oídos de la masa. Cuando decimos que los líderes antorchistas son los plenos conscientes y combativos, dispuestos a morirse en la primera línea de fuego o triunfar, estamos diciendo una verdad auténtica. Pero esos plenos formadores del nuevo gobierno, deben ser trabajadores intelectualizados, que necesiten a los libros como al aire que respiran;sensibles ante los problemas de sus semejantes y capaces de sentir el dolor ajeno como si fuera en carne propia; los primeros en trabajar con el colectivo y los últimos en exigir el fruto de ese trabajo para sí;sin ansias de poder interesado, y de conducta humilde y abnegada, sobre todo esto, porque la humildad y la abnegación son dos de las más altas virtudes a que un ser humano puede aspirar. El plenistaantorchista, el forjador del nuevo gobierno, debe ser todo eso y, si se puede, más. Por que de abusivos, egoístas y huevones, el pueblo ya está cansado. Las virtudes a que me refiero nos servirán, en primer lugar, para dar con éxito la primera batalla que nos impone la realidad: convencer a 10 millones de mexicanos para que se organicen con Antorcha, por la vía de crecer al uno por uno por uno,durante los próximos 10 años. ¿Para qué? Para ser la organización más grande y mejor estructurada de México, que pueda dar una lucha pacífica y democrática, con posibilidades reales de éxito, por el poder de este país. “Tenemos que crear una fuerza social que gane el poder, pero esta vez para el pueblo y no para los poderosos de siempre... Necesitamos ser millones para ganar la batalla sin pólvora, sin muerte, sin violencia. Yo no soy un adorador de la violencia, Yo hablo de otra cosa más difícil de lograr: organizar al pueblo, educar al pueblo, concientizar al pueblo, para que haga primero que nada, uso de su arma más legitima y al mismo tiempo, quizá, la más poderosa: su derecho a elegir libremente al gobernante que vele por sus intereses”, dijo hace unos meses el Maestro Aquiles Córdova Morán. Y en esa tarea, los plenos, columna vertebral de la organización, son un factor decisivo. Si queremos una patria más justa, soberana, que reparta equitativamente entre sus hijos la riqueza que todos producimos con nuestro diario sudor y esfuerzo, debemos ser 10 millones de mexicanos organizados en Antorcha y, con esa fuerza, ganar democráticamente el poder de este país. La tarea, compañeros, está puesta. No nos queda más que cumplirla cabalmente, como corresponde a todo buen plenista de Antorcha.
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