ALGO HUELE MAL EN VERACRUZ

RAMÓN ZURITA SAHAGÚN

La frase es recreada por William Shakespeare en Hamlet y desde entonces de uso común para referirnos de situaciones extremas, descompuestas, que tienen que ser reparadas.

Si en el clásico del dramaturgo y literato inglés hace referencia al asesinato de un rey, en la actualidad se aplica para lo que sucede en Veracruz, una entidad en la que el tiempo transcurre, los sucesos ilícitos y la violencia se reproducen y nada sucede.

La acumulación de hechos es constante, continúan los secuestros, aumentan las ejecuciones y surgen ahora los temas sobre violaciones que nadie consideraba dentro de los principales asuntos de esa terrible violencia que azota a Veracruz.

En este contexto, las autoridades como si nada, se van sumando y acumulando los expedientes, cada uno de ellos sigue un proceso lento, donde la autoridad simplemente aclara que está investigando.

Cada uno de los asuntos relacionados con violencia en Veracruz traspone sus fronteras y se convierte en escándalo nacional, pero tampoco eso contribuye a solucionar los casos.

Los medios los asumen como propios y la autoridad veracruzana, a regañadientes, da la cara, se compromete, pero tampoco sucede nada.

Se desconoce si hay o no voluntad política, si es cierto que se protege a los ricos y poderosos y se respeta el influyentismo del que se dice hacen gala algunos de los acusados.

Veracruz continúa siendo uno de los estados del país con mayor descomposición social, pero también con mayor sordera por parte del gobierno estatal, que no muestra interés por otorgar justicia quienes la demandan.

Parece no haber justicia en ninguno de los reclamos que se le hacen.

Las autoridades de la Universidad requieren la entrega de su presupuesto y de las retenciones que le realizó la administración que encabeza Javier Duarte de Ochoa.

Jubilados y pensionados exigen sus derechos y el cumplimiento de los mismos.

Ciudadanos comunes, padres de víctimas, proveedores de gobierno, afectados de todo tipo alzan la voz y, aparentemente, nadie los escucha.

Decenas de deudos de muertos, de todas las clases sociales, claman por justicia.

Hasta los candidatos a gobernador, sin distingo de partido, acusan un mal gobierno el ejercido por Javier Duarte de Ochoa y quedan en simples proclamas en el desierto.

En Veracruz no pasa nada y para el gobierno federal todo es producto de las campañas electorales y hasta ahí.

Tan es algo normal lo que sucede en Veracruz que el gobernador se preocupa solamente por su imagen y desempolva a su “delfín” al que no pudo situar como candidato a gobernador para que le mejore su diluida imagen pública.

Alberto Silva Ramos llega nuevamente al rescate del gobernador, como intentó, sin éxito, hace un par de años.

En aquel entonces Duarte de Ochoa lo llevó para limpiar su imagen y posicionarlo ante los poderosos medios de comunicación del centro del país, sin conseguir su crecimiento político.

Nadie le creyó al gobernador que Silva Ramos podría ser su sucesor en la administración estatal.

Fue entonces que lo premió con una diputación federal y hasta lo elevó a la calidad de dirigente estatal del partido tricolor, donde los yerros cometidos lo llevaron al borde del precipicio y terminaron con sus ilusiones de una candidatura a gobernador.

Uno de los principales problemas que enfrentó Silva Ramos como comunicador de Javier Duarte de Ochoa fue la elevada deuda del gobierno estatal con una serie de medios de comunicación, a los que llegó a ofrecerles el pago de la deuda, sin poder cumplir con ello.

En esta nueva oportunidad, la situación empeora, la deuda aumentó y el gobierno de Duarte de Ochoa se endeudó todavía más y no tiene recursos para cubrirlos, como tampoco para pagar a proveedores de ningún tipo.

A partir del domingo próximo se inician las campañas de los aspirantes a suceder a Javier Duarte de Ochoa y la guerra contra el gobierno se intensificará, lo que no repercute en la gruesa piel del gobernador.

Entonces para qué saca de su curul al maleable y dúctil Silva Ramos y lo lleva de nueva cuenta a ocupar una silla en la que ya mostró ser ineficaz.

Las cosas que suceden en Veracruz, hacen ver que no solamente algo huele mal en Dinamarca, también en la entidad jarocha, donde nada se resuelve, pero si aumenta la desconfianza hacia el gobierno.

JUSTOS POR PECADORES

Uno de los tantos hechos violentos y cobardes que se suscitan en Veracruz puso al descubierto el cómo se cobran facturas.

Rafael “Negro” Cruz es un personaje dentro del ámbito veracruzano, para unos bueno, para otros malo, según la óptica con que se le mire, pero personaje sumamente conocido.

Cercano a Fidel Herrera Beltrán y con cercanía al gobernador Javier Duarte de Ochoa, el nombre e imagen de Rafael “Negro” Cruz se intentó aprovechar para golpear a uno y otro, al vincularlo como padre de uno de los jóvenes vinculados en uno de los dos más recientes casos de violación a una jovencita.

La fotografía de Cruz fue multiplicada por todos lados, asumiéndolo como padre de uno de los jóvenes, por llevar el mismo nombre (Osvaldo Rafael Cruz) y situándolo como asesor de gobernador, situación que tampoco era cierta.

En realidad el padre del joven se llama Rafael Cruz Hernández y no Cruz Tronco, aunque durante tres días, la fotografía del “Negro” Cruz Tronco recorrió todos los rincones del país, como eventual padre del joven que tomó el video.

Fue hasta que el gobierno del estado salió a aclarar que: 1.- Rafael Cruz Tronco no es el padre del joven acusado y 2.- Que Rafael Cruz Tronco no forma parte del gobierno estatal.

Lo dicho Veracruz huela mal.

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