“Horizontes”

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Redacción


Abril 26, 2016
Por: Tere Mora Guillén En defensa de la Filosofía y la Ética… Llama mi atención un título del diario “El País” que refiere que ya nadie quiere a los filósofos, y que hay un menosprecio por las disciplinas humanísticas. Pues bien, si analizamos los hechos que vemos de manera cotidiana en nuestro mundo, veríamos que todo está patas arriba: desde guerras y matanzas, hasta insolencias y personas sin escrúpulos que cometen las más aberrantes atrocidades, sin tocarse un segundo el corazón. Esto se debe quizá al olvido de estas disciplinas y al olvidar que la cultura clásica, el conjunto de obras artísticas y literarias, conocimientos, instituciones, lenguas y tradiciones que las civilizaciones de Grecia y Roma nos dejaron como legado, sentaron las bases de nuestra cultura occidental. Nuestra cultura no es meramente resultado de la contemplación de la plenitud del mundo clásico, ni de la mera imitación de sus logros, sino a partir del diálogo fructífero con un pasado que nos interroga y nos obliga a la reflexión tanto de forma colectiva como individual, para crecer como seres humanos y ser mejores. La filosofía en sí, es la forma de pensamiento racional por excelencia, en griego significa amor por la sabiduría que hoy día, parece ser a nadie importa. Sin embargo quienes amamos y hemos disfrutado los diálogos de Platón, la tragedia griega, el punto de vista de los filósofos sobre el origen del mundo, apreciamos sus observaciones; si bien a simple vista tenemos un mundo volcado hacia conocimientos de utilidad práctica inmediata, la rentabilidad del conocimiento humano, no resulta evidente a primera vista. Quizá hoy día se ha olvidado que la cultura clásica nos proporciona un dominio del lenguaje narrativo que, como señala Martha Nussbaum, (premio Príncipe de Asturias 2012), resulta fundamental en la formación intelectual y sentimental de los alumnos, además incluso de influir en el desarrollo de su sensibilidad artística y literaria. Por lo que respecta al griego y al latín, su conocimiento incide en la expresión en lengua propia, su estudio brinda a los alumnos los mecanismos intelectuales adecuados para afrontar cualquier análisis científico, al tiempo que estimula una conciencia crítica necesaria para conducirnos en la época que nos ha tocado vivir. Pareciera que con los avances tecnológicos, el internet y las redes sociales, el humanismo es un enemigo para la ciencia, sin embargo no es así; León Wieseltier, defensor de las humanidades; señala a “El País” que el humanismo es una ética: la creencia en la solidaridad universal que los humanos deberíamos tener: -“También es la creencia en que algunos ámbitos de la vida humana no pueden entenderse de la manera que la ciencia entiende las cosas. No es que el humanismo sea enemigo de la ciencia: es el enemigo de la ciencia imperialista. Y abunda: -“Vivimos en una edad dorada del imperialismo científico y económico. En la sociedad americana, por ejemplo, las máximas autoridades en materia de felicidad son los economistas, lo cual es grotesco”. Es posible, dice, que las humanidades y las ciencias estudien lo mismo, la vida humana, pero lo estudian de manera distinta: -“Las humanidades y las Ciencias pueden florecer al mismo tiempo, excepto cuando la ciencia y la tecnología se vuelven arrogantes sobre su lugar en la vida humana. La cuestión sobre el lugar que ocupa la ciencia en la vida humana no es una cuestión científica. Es una cuestión filosófica. León Wieseltier destaca que siempre hubo una tensión entre las humanidades y las ciencias naturales: -“Siempre hubo también una armonía. Pero hubo un tiempo en que las humanidades tuvieron un prestigio mucho mayor en las sociedades occidentales”. Lo cierto es que la línea de defensa de las humanidades tiene que ver con el cultivo de la personalidad y la educación del individuo. De ahí habrá un mejor amigo, un mejor padre, un mejor marido o una mejor mujer. Y ciertamente, aún con la existencia de internet y las redes sociales, afuera, en el mundo real está el mar, el cielo, un árbol, el brillo de unos ojos y el cuerpo humano. Como bien señala Antoine de Saint-Exupéry en “El principito”, lo esencial es invisible para los ojos”. Se requiere cultivar las humanidades que contribuyen a enaltecer el espíritu y a sacar lo mejor del ser humano. [email protected]
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